jueves, 4 de mayo de 2023

«Sombras de sospecha», de Michael Anderson, un thriller «a lo Hitchcock» para la despedida de un mito: Gary Cooper.

 


Un guion minucioso y exacto, un perfecto mecanismo de generación de suspense con un blanco y negro digno del mejor cine negro, en las postrimerías honrosas de Gary Cooper (estrenada póstumamente).

 

Título original: The Naked Edge

Año: 1961

Duración: 97 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Michael Anderson

Guion: Joseph Stefano. Novela: Max Ehrlich

Música: William Alwyn

Fotografía: Erwin Hillier (B&W)

Reparto: Gary Cooper; Deborah Kerr; Peter Cushing; Eric Portman; Diane Cilento; Hermione Gingold; Michael Wilding; Ronald Howard.

 

         Que el guionista de esta película sea el mismo de Psicosis, de Hitchcock, justifica sin más ese aire de película de Sir Alfred que tiene Sombras de sospecha, de un director, Michael Anderson, conocido, sobre todo, por el gran éxito Viaje al mundo en 80 días, pero autor de otras obras notables, como la presente y como, por ejemplo, 1984 y La fuga de Logan, todas ellas grandes éxitos de taquilla en su momento. En esta, sin embargo, una producción de Marlon Brando, Anderson escogió un formato modesto, con una trama que gira en torno a muy pocos personajes y en la que los aspectos psicológicos y morales se adueñan del metraje de un modo esplendoroso; lo que no quita, sin embargo, para que haya algunas secuencias impactantes como la entrevista de la protagonista, una siempre magnífica Deborah Kerr, con la esposa casi en la miseria de un condenado injustamente por un crimen del que el marido de la protagonista ha sido determinante testigo de cargo. La interpretación de una desgarrada Diane Cilento raya a gran altura, y a ello contribuye una perfecta puesta en escena en unas casas baratas de las que salir se convierte, para la mujer que ha intentado comprarle la verdad que le quema a fuerza de sospechas sobre su marido, en una suerte de angustioso laberinto que recorre tropezando con la ropa colgada en el patio interior de los edificios, hasta que choca, inesperada y súbitamente, con la figura imponente de su marido, quien entra en cólera al descubrir en manos de su esposa el cheque de 500 libras con que quería comprar ¿qué? En todo caso, una imprudencia que la distancia del marido. A título anecdótico admítase que vengo de ver la primera película de Yul Brynner y hoy traigo a este Ojo la última de un mito de la pantalla: Gary Cooper.

         La película arranca con un asesinato, un robo de 60.000₤ y un sospechoso que acaba, gracias a la declaración de su compañero de trabajo, condenado a prisión por el asesinato del jefe de ambos. A partir de ese momento, no tarda en hacer acto de presencia, en el propio Palacio de Justicia, un futuro socio del marido en un negocio que los puede sacar «de pobres». Casi al mismo tiempo, el matrimonio, que se aleja siguiendo la ribera del Támesis, porque el marido quiere enseñarle en qué consiste el negocio inmobiliario que se traen entre manos, un sujeto los sigue hasta que el marido se encara con él y este le revela que ambos saben que ha enviado a la cárcel a un inocente, y que él está dispuesto a llegar hasta el final para que el otro, si no se aviene al preceptivo chantaje, acabe ocupando el lugar de su compañero injustamente acusado.

         Es cierto que la trama nos va dosificando los datos, del mismo modo que nos da otros que acentúan las sospechas que se generan en la esposa, porque ese negocio tan ventajoso solo pudo hacerse con la potente inversión del marido para llevarlo a cabo con su socio neoyorquino. De la noche a la mañana, los esposos han ascendido en el estatus social hasta la cúspide, y habitan, ahora, una mansión y tienen un ritmo de vida que no logran disipar los viejos temores de la esposa. Han pasado cinco años del asesinato y, de repente, aparece una carta que había sido robada en el asalto a un tren y posteriormente recuperada y enviada a sus destinatarios. La carta, obviamente, pertenece al chantajista que los siguió al acabar el juicio, y vuelve a repetir lo mismo: que el marido es el asesino y que él quiere cobrar las 30.000₤ de rigor para no denunciarlo.

         Entre el peso de las sospechas, los equívocos movimientos del marido, ocultando movimientos suyos a su mujer y la entrevista con el chantajista, que parece convencerla definitivamente de la culpabilidad del marido, cualquier escena, incluidas las nocturnas de ella sola en su mansión, las sombras amenazadoras, la escalera inquietante, y la presencia desasosegadora del marido, sin olvidar una navaja de afeitar que anda siempre por medio, en el amplio cuarto de baño; todo se vuelve un removerse en la butaca esperando por dónde acabará resolviéndose la cosa…

         La vida social de la pareja, que incluye una rica amiga, amante de jóvenes promesas del teatro, interpretada con excéntrica generosidad por Hermione Gingold, sirve como complemento de la dedicada y abnegada esposa que, a pesar de sus sospechas, está dispuesta a creer a pies juntillas a su marido. Está claro que la actuación de Gary Cooper, seriamente enfermo durante el rodaje, y eso se nota en pantalla, es de una profesionalidad sobresaliente, porque sabe en todo momento guardar la compostura de su ambigüedad, fundamental para el desarrollo de la historia hasta que esta llega a su desenlace. Y establece un duelo con la Kerr que convierte la película en un pequeño clásico, dada la altura de los intérpretes.

         Poco a poco, a través de la versión del chantajista, retrocederemos en oportuno flashback al momento del asesinato para volver a visualizar una escena y «saber», con precisión, la responsabilidad de cada cual en el acto execrable. Se ha de decir, con todo, que unos oportunos encuadres de las piernas de los personajes masculinos, incitando a la confusión entre el marido y el chantajista, mantiene el suspense prácticamente hasta el momento culminante de la obra, pero eso es mejor que lo vean los espectadores, a quienes los juegos de claroscuros de la película van a convencerlos de estar ante una obra de mucha más calidad de lo que las críticas de su momento reconocieron.

         Acabo de ver una parodia sobre La ratonera, de Agatha Christie, una película francamente divertida, Mira cómo corren, de Tom George, con un reparto de lujo y una Saoirse Ronan fuera de serie, y me llama la atención que al final de esta película recomienden al público que se abstengan de revelar, por el bien de futuros espectadores, quien asesinó al personaje que muere en los primeros minutos de la película. Abstenido quedo.

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