lunes, 10 de octubre de 2016

Un clásico del cine negro demasiado olvidado: "El reloj asesino", de John Farrow.



Cine negro pata negra: extraordinaria trama y mejor interpretación: El reloj asesino, de John Farrow.
  
Título original: The Big Clock
Año: 1948
Duración: 95 min.
País: Estados Unidos
Director: John Farrow
Guión: Jonathan Latimer (Novela: Kenneth Fearing)
Música: Victor Young
Fotografía: Daniel L. Fapp, John F. Seitz (B&W)
Reparto: Ray Milland, Charles Laughton, Maureen O'Sullivan, George Macready, Rita Johnson, Elsa Lanchester 
Cuando, llevado por mi devoción a Ray Milland, escogí El reloj asesino, dudaba si había visto o no alguna película de su director, John Farrow, acaso más conocido por haberle dado el apellido a Mia Farrow, protagonista inolvidable de La semilla del diablo. Ahora sé que he visto dos de Farrow con ese gran actor que fue Robert Mitchum:  Las fronteras del crimen y Donde habite el peligro, dos muestras de cine negro, con reparos, que se unen a este reloj asesino que me parece muy superior a esas otras dos, sobre todo por el perfecto acabado de la obra tanto desde el punto de vista de la puesta en escena, como de la interpretación y, por supuesto, de la historia. La trama está ambientada en el mundo del periodismo y se presenta como un argumento de falso culpable que, angustiado, ha de desarrollar su más vivaz ingenio para conseguir no ser acusado del asesinato que no ha cometido. La presencia de un inconmensurable Charles Laughton como director de un grupo periodístico con varias publicaciones, entre las que destaca la dedicada a los crímenes y escándalos, dirigida por Milland, es ya una garantía de que el proyecto no podía ser un proyecto cualquiera. Supongo que la presencia de Laughton había de incluir la de su mujer, Elsa Lanchester, en un delicioso papel como pintora que ha de revelar, con un retrato el verdadero rostro del protagonista, al que se conoce por un nombre falso; los aficionados no olvidamos el papel estelar que tuvo como enfermera de Laughton en Testigo de cargo, desde luego. Que la acción transcurra casi íntegramente en las dependencias del grupo periodístico permite una puesta en escena en que se acentúa la complejidad de la trama, con entradas, salidas, ocultamientos, amenazas, etc., que mantienen en vilo al espectador; además de potenciar el blanco y negro de una fotografía excelente, ajustadísima a la voluntad de thriller clásico de la cinta, rodada en pleno auge del género. El humor, constante a lo largo del desarrollo de la trama, permite ver la aventura de Milland como una suerte de autoparodia, porque el genial descubridor periodístico de exclusivas para resolver crímenes que traen de cabeza a la policía, se ve en la necesidad de descubrir al asesino de la amante del director, que no es otro que él mismo, a juzgar por los testimonios de quienes lo vieron entrar en casa de la asesinada con posterioridad a su estancia en ella. La trama, así pues, adquiere un valor primordial en el desarrollo de la película, contada a partir de un flash back que nos permitirá enlazar con el presente para asistir al desenlace de la trama cuando ya se le vuelve imposible al director de la publicación ocultar que el “desconocido” al que buscan, un tal Jefferson Randolph, no tiene otro rostro que el del director del magazine, Milland. Como línea argumental complementaria ha de tenerse en cuenta que la situación privada de George Stroud, a quien interpreta Milland, lo acucia para llegar a tiempo de tomar un tren con su mujer y su hijo para pasar las primeras vacaciones en seis años, sin ni siquiera haber tenido luna de miel, porque hubo de atender la petición de su editor para encargarse de un caso criminal que les reportaría inmensos beneficios y notoriedad. Después de perder el tren, Stroud acaba pasando la velada con la amante del editor y juntos urden un plan para vengarse de él, sin saber que el editor, llevado por la cólera en una de sus muchas discusiones acabará golpeándola con un reloj y matándola. El reloj asesino es una película más que notable y, sin embargo, poco celebrada, a mi parecer, porque con lo que a mí me gusta el cine negro y no tenía ni la menor idea de su existencia, lo cual no significa nada, dadas mis limitaciones, pero sí denota, una cierta marginación de la que me parece urgente que salga. Es evidente que no tiene la “densidad” específica de obras maestras del género, por supuesto, pero estoy convencido de que nadie que se siente a verla podrá negar que ha pasado un rato delicioso y que las interpretaciones rayan a una altura extraordinaria. Y no olvidemos esa línea sutil humorística que contrapuntea el desarrollo de la trama en todo momento, aun en los más comprometidos para el protagonista. En fin, una película sorprendente, y que no ha envejecido lo más mínimo. Ya están tardando…en verla. 

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