lunes, 16 de enero de 2017

Así somos si así nos filmamos: “Spain in a day”, montada por Isabel Coixet.


 Los españoles grabados por sí mismos o el narcisismo bien entendido: Spain in a day o es lo que hay: una joya documental engastada con suprema delicadeza por Isabel Coixet.
 Título original: Spain in a Day
Año: 2016
Duración: 81 min.
País: España
Director: Isabel Coixet
Música: Alberto Iglesias
Reparto: Documentary.


Cuando publicitaron el proyecto me interesó mucho saber en qué pararía la cosa. Llegó a las pantallas, pero no se puede ver todo, por definición, y aguardé el segundo turno del pase televisivo. Ayer lo vi. Hoy vengo aquí, entusiasmado, feliz, a expresar las razones de esa felicidad, del bienestar que me deparó la contemplación de ese día en la vida de mis compatriotas que decidieron, contra el pudor de lo íntimo que les reprochaba Unamuno a sus compatriotas de entonces, y que la telerrealidad ha transformado de arriba abajo, abrirnos en canal sus vidas para mostrarnos retazos de su vida cotidiana sin exhibicionismo, sin “montaje” y sin otra guía, en términos generales, que la espontaneidad, entendida al modo extraño de cada cual, por supuesto. Y es ahí, en esa verdad íntima que se cuela en las imágenes, a veces con cierto consentimiento narcisista de los intérpretes, a veces revelando pulsiones escondidas que, por arte de birlibirloque filmador, ocupan la pantalla y desnudan a los actores, donde el espectador se instala a cuerpo de rey para disfrutar de una suerte de armonía cívica de la que, aunque sea como espectador, sabe que forma parte, y que bien pudiera haber estado entre los vídeos seleccionados, si hubiera decidido enviar el suyo, como hicieron más de 20.000 personas, grabaciones de las que apenas aparecen imágenes de 500, lo que constituye un tour de forcé de montaje realmente alucinante. Coixet, no podía ser de otra manera, ha trabajado en equipo, que es como se hace un proyecto coral que es, además, representativo de todo el país, pero se advierte en la selección final su sello bien particular, sobre todo cuando recoge esos personajes peculiares, singulares, conscientes de su individualidad insobornable, que los define y a la que no van a renunciar, sufran las presiones sociales que sufran, como el niño bailarín de las postrimerías del documental, que tanto tienen que ver con ella misma y con personajes de algunas de sus películas. Lo diré sin ambages: Spain in a day (a pesar del título a que obliga el copyright, me imagino) es una película patriótica, o españolísima, si se prefiere, y está muy bien que así sea. Y no es uno de sus menores valores, porque consigue recoger, en apenas 81 minutos, toda la diversidad que somos y en la que, al menos eso he experimentado yo, nos reconocemos de mil amores: la geografía, las costumbres, los sentimientos, la cocina, las celebraciones, las aventuras, las músicas, los amores y desamores, la salud y la ausencia de ella, la longevidad, ¡la criatura jugando con el rayo de sol en la palma de la mano!, el trabajo en el campo, el ocio, la familia… El montaje, salvo algunas historias que acaso se alargan demasiado, tiene un ritmo muy hermosamente subrayado por la música de Alberto Iglesias, cuya “marca de fábrica” se aprecia, sobre todo en los travelines frecuentes de las grabaciones. Está fuera de toda duda que no puede hablarse de un retrato completo de España, ni tampoco es lo que se pretendía, pero también es cierto que, guste más o guste menos, el resultado final es un retrato absolutamente fidedigno de los españoles en el primer tercio del siglo XXI. Que no esté toda la realidad no quita para que cuanto aparece sea auténtica realidad, sin ninguna afectación y con unas dosis de naturalidad que dicen cosas muy elogiosas de las muy variadas formas de ser españoles que se ven en el documental. Claro que hay una cámara de por medio, un punto de vista, y que eso puede haber condicionado de alguna manera el objetivo final de filmar la vida tal cual, pero quienes colaboraron en el proyecto entendieron perfectamente lo que se les pedía, y la prueba es esta maravilla que podemos contemplar con una pasión creciente, y aun hasta hay momentos en que se desea que vuelvan a aparecer algunas personas, como es el caso de los bomberos de aventura por Australia, un contrapunto cómico magnífico, por ejemplo. Es una lástima que en el reparto de la ficha no pueda poner todos los nombres de cuantos aparecen, que sería lo suyo, porque el país es la suma de todas y cada una de las individualidades que aparecen, y de cuantas no han acabado apareciendo y cuyos vídeos, seguramente, serán un precioso material con el que, acaso, montar una secuela tan interesante como este Spain in a day que constituye un regalo no solo para el aficionado al cine documental, sino, sobre todo, para quienes sienten pasión por sus conciudadanos, sus minúsculas historias, sus sentimientos, sus pequeñas vidas discretas tan parecidas a la propia e incluso para quienes pecan de sociólogos de baratillo o de psicólogos de masas. Desde Los españoles pintados por sí mismos a Spain in a day hay un trecho considerable, el mismo que hay desde el tópico, desde el tipo, a la asunción de la individualidad, por más que esta esté, tantas veces, contaminada por lo mediático, pero aun así, es un placer profundo entrar en las vidas singulares de nuestros conciudadanos y sentirnos partícipes de una suerte de armonía nacional de la que todos, sin distinciones, sin exclusiones, formamos parte, y que va más allá, mucho más allá, de la propia Historia, de la Política, de la Religión, etc., es decir, de lo que divide. Spain in a day debería haberse titulado, más propiamente, Spaniards in a day, y todos esos seres anónimos por cuya vida Isabel Coixet ha conseguido que nos interesemos en micronarraciones llenas de vida y pasión tienen un nombre propio, como nosotros, ¡y cuántos no coincidimos en los mismos! Spain in a day parece una ilustración de dos expresiones paradigmáticas de nuestro pensamiento común: Mucho va de Pedro a Pedro y Nadie es más que nadie. ¡Gracias, Isabel!

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