Los españoles grabados por sí
mismos o el narcisismo bien entendido: Spain
in a day o es lo que hay: una joya documental engastada con suprema
delicadeza por Isabel Coixet.
Título original: Spain in a
Day
Año: 2016
Duración: 81 min.
País: España
Director: Isabel Coixet
Música: Alberto Iglesias
Reparto: Documentary.
Cuando publicitaron el proyecto me interesó mucho
saber en qué pararía la cosa. Llegó a las pantallas, pero no se puede ver todo,
por definición, y aguardé el segundo turno del pase televisivo. Ayer lo vi. Hoy
vengo aquí, entusiasmado, feliz, a expresar las razones de esa felicidad, del
bienestar que me deparó la contemplación de ese día en la vida de mis
compatriotas que decidieron, contra el pudor de lo íntimo que les reprochaba
Unamuno a sus compatriotas de entonces, y que la telerrealidad ha transformado
de arriba abajo, abrirnos en canal sus vidas para mostrarnos retazos de su vida
cotidiana sin exhibicionismo, sin “montaje” y sin otra guía, en términos
generales, que la espontaneidad, entendida al modo extraño de cada cual, por
supuesto. Y es ahí, en esa verdad íntima que se cuela en las imágenes, a veces
con cierto consentimiento narcisista de los intérpretes, a veces revelando
pulsiones escondidas que, por arte de birlibirloque filmador, ocupan la
pantalla y desnudan a los actores, donde el espectador se instala a cuerpo de
rey para disfrutar de una suerte de armonía cívica de la que, aunque sea como
espectador, sabe que forma parte, y que bien pudiera haber estado entre los
vídeos seleccionados, si hubiera decidido enviar el suyo, como hicieron más de
20.000 personas, grabaciones de las que apenas aparecen imágenes de 500, lo que
constituye un tour de forcé de montaje realmente alucinante. Coixet, no podía ser
de otra manera, ha trabajado en equipo, que es como se hace un proyecto coral
que es, además, representativo de todo el país, pero se advierte en la
selección final su sello bien particular, sobre todo cuando recoge esos
personajes peculiares, singulares, conscientes de su individualidad
insobornable, que los define y a la que no van a renunciar, sufran las
presiones sociales que sufran, como el niño bailarín de las postrimerías del
documental, que tanto tienen que ver con ella misma y con personajes de algunas
de sus películas. Lo diré sin ambages: Spain
in a day (a pesar del título a que obliga el copyright, me imagino) es una película patriótica, o españolísima,
si se prefiere, y está muy bien que así sea. Y no es uno de sus menores valores,
porque consigue recoger, en apenas 81 minutos, toda la diversidad que somos y
en la que, al menos eso he experimentado yo, nos reconocemos de mil amores: la
geografía, las costumbres, los sentimientos, la cocina, las celebraciones, las
aventuras, las músicas, los amores y desamores, la salud y la ausencia de ella,
la longevidad, ¡la criatura jugando con el rayo de sol en la palma de la mano!,
el trabajo en el campo, el ocio, la familia… El montaje, salvo algunas
historias que acaso se alargan demasiado, tiene un ritmo muy hermosamente
subrayado por la música de Alberto Iglesias, cuya “marca de fábrica” se
aprecia, sobre todo en los travelines frecuentes de las grabaciones. Está fuera
de toda duda que no puede hablarse de un retrato completo de España, ni tampoco
es lo que se pretendía, pero también es cierto que, guste más o guste menos, el
resultado final es un retrato absolutamente fidedigno de los españoles en el
primer tercio del siglo XXI. Que no esté toda la realidad no quita para que
cuanto aparece sea auténtica realidad, sin ninguna afectación y con unas dosis
de naturalidad que dicen cosas muy elogiosas de las muy variadas formas de ser
españoles que se ven en el documental. Claro que hay una cámara de por medio, un
punto de vista, y que eso puede haber condicionado de alguna manera el objetivo
final de filmar la vida tal cual, pero quienes colaboraron en el proyecto
entendieron perfectamente lo que se les pedía, y la prueba es esta maravilla
que podemos contemplar con una pasión creciente, y aun hasta hay momentos en
que se desea que vuelvan a aparecer algunas personas, como es el caso de los
bomberos de aventura por Australia, un contrapunto cómico magnífico, por
ejemplo. Es una lástima que en el reparto de la ficha no pueda poner todos los
nombres de cuantos aparecen, que sería lo suyo, porque el país es la suma de
todas y cada una de las individualidades que aparecen, y de cuantas no han
acabado apareciendo y cuyos vídeos, seguramente, serán un precioso material con
el que, acaso, montar una secuela tan interesante como este Spain in a day que constituye un regalo
no solo para el aficionado al cine documental, sino, sobre todo, para quienes
sienten pasión por sus conciudadanos, sus minúsculas historias, sus
sentimientos, sus pequeñas vidas discretas tan parecidas a la propia e incluso para
quienes pecan de sociólogos de baratillo o de psicólogos de masas. Desde Los españoles pintados por sí mismos a Spain in a day hay un trecho
considerable, el mismo que hay desde el tópico, desde el tipo, a la asunción de
la individualidad, por más que esta esté, tantas veces, contaminada por lo
mediático, pero aun así, es un placer profundo entrar en las vidas singulares
de nuestros conciudadanos y sentirnos partícipes de una suerte de armonía
nacional de la que todos, sin distinciones, sin exclusiones, formamos parte, y
que va más allá, mucho más allá, de la propia Historia, de la Política, de la
Religión, etc., es decir, de lo que divide. Spain
in a day debería haberse titulado, más propiamente, Spaniards in a day, y todos esos seres anónimos por cuya vida
Isabel Coixet ha conseguido que nos interesemos en micronarraciones llenas de
vida y pasión tienen un nombre propio, como nosotros, ¡y cuántos no coincidimos
en los mismos! Spain in a day parece una ilustración de dos expresiones
paradigmáticas de nuestro pensamiento común: Mucho va de Pedro a Pedro y Nadie
es más que nadie. ¡Gracias, Isabel!
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