jueves, 26 de enero de 2017

¡Por Hermes, qué se bebió, fumó e inyectó Louis Malle para escribir y dirigir “El Unicornio”!


Un acabado ejemplo de los extravíos lisérgicos de la imaginación: El unicornio, de Louis Malle, o un mal viaje lo tiene cualquiera…

Título original: Black Moon
Año: 1975
Duración: 100 min.
País: Francia
Director: Louis Malle
Guión: Louis Malle, Joyce Buñuel, Ghislain Uhry
Música: Diego Masson
Fotografía: Sven Nykvist
Reparto: Therese Giehse, Cathryn Harrison, Joe Dallesandro, Alexandra Stewart.


Francamente, en 1975 ya hacía su tiempo que los efectos distorsionadores de la Década Prodigiosa se habían disipado, de ahí que esta ficción  rural de Malle choque tanto y se aprecie como lo que fue y sigue siendo, una cinta pretenciosa y pseudotransgresora tan mal realizada como mal interpretada y en absoluto interesante. ¡Menudo disparate! Me ha llamado la atención que entre los críticos aficionados de FilmAffinity aparezca varias veces la etiqueta “película para cinéfilos” que es lo que se suele decir cuando la película es insoportablemente inane y aburrida o no hay por dónde cogerla de puro disparatada. Ikiru (Vivir), de Kurosawa sí es, por ejemplo, una película para cinéfilos, pero El unicornio es para pasarla, en pase privado, a gente que este viajando con un buen chute de LSD, como en The trip, de Roger Corman, muy propiamente de 1967 y pionera en la aparición del LSD como tema principal en una película o para quienes estén ciegos de grifa… Existe el surrealismo en el cine y la ficción onírica,y ahí están autores como Resnais y obras como Providence, o las fantasías barrocas de Greenaway; pero sugerir siquiera que este bodrio monumental lejanamente inspirado en el cine de Luis Buñuel, siquiera sea porque la nuera de D. Luis, Joyce, casada con su hijo Juan Luis, ha participado en la creación de algunos de los diálogos de esta película en modo alguno caracterizada por la profundidad o el interés de los mismos, sea una película para cinéfilos casi ha de considerarse un insulto al gusto de la mayoría de los tales. En el contexto de una cruel guerra entre hombres y mujeres, con algunas escenas pobrísimas de presupuesto y de ridícula realización, una desconocida sale huyendo de un pelotón de hombres que acaba de asesinar a mujeres enemigas y se interna en el bosque, al estilo de las quests artúricas, y en el curso de ese viaje hacia el interior de la naturaleza no solo descubre un unicornio archifondón que irá apareciendo a lo largo de la película, sino una casa ha bitada por una impedida que habla con las ratas y a quien amamanta una mujer joven, hermana de un galán mudo, Joe Dallesandro, mito erótico de Warhol, de imprevisible conducta pues tanto es dominado por la agresividad más desquiciada como por la dulzura y ternura casi angelical. En medio de ese trío, la recién llegada trata de adaptarse a la incoherencia de la situación y poco a poco, de sobresalto en sobresalto se instala en ella, hasta que, finalmente, acaba reemplazando a la vieja impedida que desaparece de escena como desaparecen los dos hermanos que se matan el uno al otro en cainita pelea. Que por el medio haya unos críos desnudos que llevan y traen a un gran cerdo blanco y se reúnen en el salón para oír unas arias de Tristán e Isolda, pues nada, otro ingrediente más del potaje con que Malle deja que supure su infección convertida en ficción. De verdad, si entro a comentarla en este Ojo Cosmológico no es por otra razón que por la de fijar posición ante engendros que ni siquiera con la mejor intención pueden “descifrarse” para entender los famosos mensajes subliminales: aquí todas las necedades y los disparates están claros a simple vista, y no admiten sesudas sesiones hermenéuticas que nos desvelen señales del apocalipsis o de la trascendencia que se nos escapen a los pocos dotados intelectualmente. No. Es rematadamente mala, pobre, aburrida, inane y fea. Ignoro la vida comercial que tuvo, pero ni siquiera la perpleja actuación de la hija de Rex Harrison como una especie de Alicia en el país de las maravillas o la impresionante fotografía, sobre todo de los interiores de la casa de campo, obra del director de fotografía de Bergman, Sven Nykvist, logran que la película gane el interés suficiente como para no desertar del sofá. Llámeseme exagerado, pero hay una impostura de trascendencia en la película que arruina incluso los mínimos aciertos que tiene y los que podría haber tenido si, en vez de la perspectiva dramática, hubiera aflorado ese excelente humor que sabía incluir Buñuel en todas sus películas. La película está dedicada a Therese Giehse, quien interpreta a la señora impedida, que murió pocos meses después de acabada la película. Me cuesta horrores aceptar que el Luis Malle que ha dirigido “esto” es el mismo que dirigió esa conmovedora película que es Adios, muchachos (Au revoir les enfants), la verdad. Misterios del séptimo arte.

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