Entre el amor y la revolución agraria
contra el latifundismo: El molino del Po
o el nacimiento del sindicalismo rural.
Título original: Il mulino del
Po
Año: 1949
Duración: 96 min.
País: Italia
Director: Alberto Lattuada
Guion: Federico Fellini, Alberto Lattuada, Mario Bonfantini, Carlo
Musso, Luigi Comencini, Sergio Romano, Tullio Pinelli (Novela: Riccardo
Bacchelli)
Música: Ildebrando Pizzetti
Fotografía: Aldo Tonti (B&W)
Reparto: Jacques Sernas, Carla del Poggio, Leda Gloria, Isabella Riva,
Giulio Cali, Anna Carena, Nino Pavese, Dina Sassoli.
El molino del
Po es una
obra cinematográfica que bien puede pasar a la historia del cine como la que
suma más guionistas, hasta siete, si bien la película atrae al cinéfilo por la
calidad de algunos de ellos, como es el caso de Federico Fellini y el de Luigi Comencini.
Lo extraordinario, a mi parecer, es que hayan sido capaces de ponerse de
acuerdo para tener un material con el que iniciar el rodaje, y lo sorprendente
es que tantas manos no se perciban en las carencias de un guion que cumple los
requisitos mínimos de claridad y progresión dramática que convierten un texto
escrito en una película llena de imágenes sugerentes y atractivas. Este es el
caso de El molino del Po, una
historia rural, y fluvial, sobre el nacimiento de las agrupaciones campesinas
en defensa de los trabajadores y cómo fueran estas imponiendo sus normas de
actuación frente a los patronos con una rigidez que nada tiene que envidiar a
las leyes férreas del capitalismo que combaten. Estamos ante una película que,
tras la aventura fascista y la pérdida de la guerra, pretende volver los ojos
hacia la situación lastimosa de las clases populares, en este caso en el campo.
La acción, sin embargo, se centra en el molino que regenta una familia y cuya
hija se enamora de un campesino que ve con mejores ojos la revolución
tecnológica que quiere implantar el propietario en sus tierras, que la defensa
de los métodos tradicionales de los campesinos, a cuya clase él pertenece. Se
cruzan, pues, varios motivos narrativos que confluirán todos en la huelga
general de brazos caídos -lo que implica que ni siquiera alimenten al ganado,
lo que se plasma en unas imágenes impactantes del ganado mugiendo, desesperado,
por no recibir alimento y por no ser ordeñado- para tratar de impedir que el
terrateniente expulse de sus tierras alquiladas a quienes no pueden hacer
frente al devengo de lo estipulado, por más que esos campesinos lleven
generación tras generación luchando con la tierra para arrancarle sus frutos.
Se trata, como se advierte, de una lucha épica en la que los propietarios no
dudan en recurrir al ejército para sustituir a los braceros que se niegan a
segar los campos, lo que hacen ante la mirada atenta de estos y, después, cuando
las mujeres y sus hijos deciden bajar al campo para formar una línea que impida
el avance cosechador de los soldados; en ese momento de grave tensión, el
oficial al mando decide ordenar a la segunda fila de soldados que se apresten
para disparar contra las mujeres, y a punto de está de hacerlo hasta que, con
intenso juego de planos/contraplano en un crescendo total de nerviosismo ante
la tragedia inminente, muy al estilo del cine soviético revolucionario, el
oficial decide no disparar y manda formar a todos sus hombres para dejar libre
el campo a quienes lo ocupaban pacíficamente para impedir el atropello de sus
derechos. La historia se centra también en el hijo mayor del molino, quien se
encarga de “vengar” a su hermana cuando, por un malentendido, inducido por un
rival amoroso, el hermano cree que el pretendiente se ha burlado de ella y la
deshonrado. Que la historia culmine en tragedia, aunque se cebe en lo que se
podría considerar, desde el punto de vista narrativo, el protagonista de la
misma, obedece, a mi parecer, al intento de denunciar el absurdo de los métodos
de unos y otros, dejando apenas espacio para una consideración objetiva de los
problemas y unas soluciones justas. El paisaje de la ribera del Po, así como el
molino que funciona con la corriente del mismo, otorgan a la película, en
matizado blanco y negro, una belleza extraordinaria y un cercano ascendiente
oriental, del cine de los maestros japoneses. La trágica aventura de los
enamorados permite no solo ver el desarrollo de las luchas sindicales, sino,
básicamente, las relaciones humanas en una comunidad reducida y con códigos de
comportamiento muy severos. De hecho, los molineros y los campesinos, a pesar
de la relación de necesidad y dependencia que tienen unos de otros, se
manifiestan frente a la revuelta campesina como pequeños propietarios a los que
no afectan esas reivindicaciones, sino su particular lucha contra los impuestos
de las autoridades, que intentan burlar permanentemente, aun a costa de tener,
como se da el caso en una inspección, quemarlo por completo para evitar una
denuncia y, acaso, la cárcel. Francamente, podríamos decir que películas como
esta de Lattuada están en la base de otras que, mucho más tarde, como Novecento o Prima della revoluzione, ambas de Bertolucci, confirman la solidez
de lo que podríamos llamar el cine político italiano. La interpretación es
ajustadísima y convincente, por más que no abunden en el reparto nombres
estelares de la magnífica escuela italiana de actores, lo cual contribuye, a mi
parecer, a darle mayor solidez al relato, no tanto desde el punto de vista del
documental cuanto del desde la verdadera acción dramática que con tanta
maestría nos logran comunicar.
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