martes, 28 de marzo de 2017

Una fábula arriesgada sobre la transexualidad: “Todo lo que tú quieras”, de Achero Mañas.



Todo lo que tú quieras, hija mía..., o cómo realizar el duelo a través de la ficción: una reflexión emotiva sobre los roles familiares.

Título original: Todo lo que tú quieras
Año: 2010
Duración: 101 min.
País: España
Director: Achero Mañas
Guion: Achero Mañas
Música: Leiva
Fotografía: David Omedes
Reparto: Juan Diego Botto,  Lucía Fernández,  José Luis Gómez,  Najwa Nimri,  Ana Risueño, Pedro Alonso,  Ana Wagener,  Alberto Jiménez,  Paloma Lorena.


Pasar esta película por la criba del realismo puro y duro, como si no se tratara de una arriesgada ficción, es lo más injusto que puede hacerse con Todo lo que tú quieras, y, de paso, no haber entendido la propuesta arriesgada del guionista y director Achero Mañas. Pasar el algodón de la verosimilitud radical a una propuesta que ancla sus raíces en la transgresión reivindicativa es como hacerlo, en otro orden genérico, a las convenciones canoras de géneros como el musical cinematográfico o la mismísima ópera. Es evidente, a mi parecer, que la propuesta de Mañas no pretende ajustarse escrupulosamente a lo que podríamos considerar real y legal, porque, entonces, el guion hubiera seguido otros derroteros y es muy probable que, desde la primera aparición como mujer en el colegio, los servicios sociales -¡tan raudos para estas cosas en nuestra democracia políticamente correcta!- hubieran privado al protagonista de la patria potestad de su hija, siquiera de forma temporal. Lo que se nos narra en la película no es, como en el caso de Tootsie, una transformación para abrirse paso en el mundo laboral, ni un travestismo psicópata, como en Psicosis, sino una exploración de los límites de la masculinidad y la feminidad en el doloroso contexto de un duelo por la muerte de la mujer. Sí es cierto, sin embargo, que la pérdida se vive como una devastación que contrasta con la inminente infidelidad que el protagonista le confidencia al socio laboral antes de la muerte de la mujer. Las implicaciones que sobre la crianza de los hijos hay en la decisión del padre atribulado que, habiendo vivido al margen, o poco menos, de la crianza de su hija, se encuentra de hoz y coz ante la necesidad de encargarse full time de ella, mejor las dejamos para otra ocasión, porque es en ellas donde se advierten los puntos débiles del guion o, al menos, los más controvertidos. La película no nos cuenta “de lo que es capaz un padre” para evitar el sufrimiento de una hija que ha perdido a su madre, a la que necesita, sino, a mi modesto entender, cómo el protagonista se va desvistiendo de sus prejuicios masculinos, y algunos de ellos machistas, y revistiendo de una vivencia de la alteridad que lo lleva a asumir hasta con orgullo su nueva condición, que incluso flirtea, parece, con la mismísima homosexualidad. Mientras la he visto, no he dejado de pensar en Una nueva amiga, de Ozon, de muy distinta naturaleza argumental, pero idéntica en la exploración del transformismo. En aquella, como en la de Achero, hay un regodeo visual explicable en los efectos turbadores de esa transformación, y, en ambas, la decisión arriesgada de “alardear” públicamente de la nueva identidad. Ya digo que son muy distintas, porque en esta, el protagonista no tiene ningún impulso transexual, sino una necesidad objetiva de dar satisfacción a una demanda de su hija, por más que la confusión psicológica que origina y envenena la situación, acabe teniendo serias consecuencias para el arriesgado padre. Que la película arranque con la entrevista entre el abogado y el cliente, un artista homosexual transformista excelentísimamente representado por José Luis Gómez, en uno de los grandes papeles que le he visto, y que me ha hecho olvidar totalmente el desaguisado que cometió con su reciente interpretación “a lo Chiquito de la Calzada” de la Celestina, marca una línea argumental que tiene un desarrollo muy sólido, actuación incluida, con agresión verbal homófoba incluida y una expiación, ya en línea con su nuevo papel materno, que acabará llevándolo incluso a padecer una poética agresión paralela, si bien no tan dramática, como la que él cometió. La relación entre el transformista y el padre me parece una historia “ejemplar” en toda regla, y ambos actores están a la altura de la situación. La película podría considerarse una película intimista, “de cámara”, teniendo en cuenta los pocos personajes con los que se construye una historia en la que la relación padre-hija ocupa la mayor parte de ella. ¿Cómo ha arrancado Mañas una actuación tan impecable de la niña Lucía Fernández en el papel de Dafne, la hija? No sé si ha sido doblada, pero la dicción impecable de la niña, así como la expresividad de la mirada y el frío egoísmo de su demanda maternal son una de las mejores bazas de la película. En el debate que siguió a la proyección de la película en La 2 se nos mostraron imágenes de ese prodigio psicológico que supuso la interacción de Mañas con la niña para conseguir semejante resultado. Los momentos íntimos entre el padre travestido y la niña tienen un nivel cinematográfico espectacular, sobre todo en el uso del primer plano e incluso del primerísimo para realzar el contraste, por ejemplo, del carmín con la piel masculina. Toda la fotografía de la película, cálida y un algo ensombrecida en interiores, transmite la emotividad de la solo aparentemente extravagante relación padre-hija, una relación que ha de entenderse en el contexto de cuanto acabamos de decir, sin apelar a la verosimilitud de ciertas decisiones. Y la verdad es que, como fábula de la exploración de la masculinidad y la feminidad, la película no deja indiferentes a los espectadores, y de ahí la polémica y las posiciones muy encontradas respecto de ella, posiciones que, como suele ocurrir en estos casos, retratan a quienes las defienden. La película tiene un final extraordinario y muy congruente con el planteamiento inicial, algo no usual en nuestras pantallas. Que Mañas tarde tanto tiempo en rodar, de una película para la siguiente, después de su espectacular debut con El Bola indica, y la presente lo confirma, que ha elegido el rigor y la dificultad de historias que vayan más allá de la estricta comercialidad: toda una garantía.

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