Jerry Lewis en busca de su mundo
personal, aquí mostrado de forma embrionaria: Delicado delincuente o una
puesta en escena espectacular para una película aún lejos de sus grandes éxitos
por venir.
Título original: The Delicate Delinquent
Año: 1957
Duración: 101 min.
País: Unidos Estados Unidos
Director: Don McGuire
Guion:Don McGuire
Música: Buddy Bregman
Fotografía: Haskell B. Boggs (B&W)
Reparto: Jerry Lewis, Darren
McGavin, Martha Hyer, Robert Ivers,
Horace McMahon, Richard Bakalyan,
Joseph Corey, Mary Webster, Milton Frome, Jefferson Dudley Searles.
18 películas llevaba ya
rodadas Jerry Lewis antes de lanzarse a la aventura en solitario. Con la
inseguridad de si él solo podía atraer tanto la atención de los espectadores
como el exitoso dúo que formaba con Dean Martin. Lewis se puso en las manos de
un Don McGuire al que le llegaría el reconocimiento hacia el final de su
carrera con el guion de Tootsie, de
Sydney Pollack, y exploró con él buena parte de los caminos que iba a seguir
luego en solitario, encargándose de todo: el guion, la dirección y la interpretación.
Aunque parezca un debut titubeante y algo flojo, ello se debe al más que tibio
planteamiento crítico que se hace de la lucha de la policía contra el cáncer de
las pandillas juveniles violentas que aquí se presentan, claro está, casi como
una parodia de las reales, todo ello bañado por un fofo redentorismo que almibara
en exceso la cinta y la priva de la acidez y el desengaño que iríamos viendo en
las películas posteriores de Lewis, hasta llegar a la más que polémica última y
por muchas razones polémica El día que el
payaso lloró, aunque la película que explicaría mejor la evolución del
propio Lewis no es suya, curiosamente, sino de Peter Chelsom, Los comediantes (Funny Bones), una
película extraordinaria por muchos motivos. Quizás la revisite y le dedique una
crítica…, si cae en mis manos en Tallers 79 o en Filmin, plataforma a la que
las apreturas del espacio me obligan a darme de alta: los DVD se multiplican
como las hormigas y lo invaden todo… Sydney Pitias es un joven sin habilidades
especiales, antes bien algo retrasado, pero bueno hasta caerse de espaldas. Un
día se ve envuelto en una redada en el barrio y es arrestado por equivocación
junto a unos pandilleros a los que en secreto admira por su arrojo y su
virilidad. El jefe de policía dice que hay que usar mano dura con esa juventud “descarriada”,
muy al estilo de las bandas juveniles de West
Side Story, cuya atmosfera se revive en los primeros compases de la
película, pero en blanco y negro de mucha calidad, con una escena de estudio
admirable, digna del mejor cine negro. Un policía, Damon, es partidario de
métodos persuasión, antes que represivos y arranca de su jefe el compromiso de
que si consigue, con sus métodos, apartar solo a uno de esos jóvenes de la
senda de la delincuencia, promoverá su uso en el cuerpo. Y ahí tenemos el
planteamiento de una historia en la que el policía se acercara a Sydney y éste
se acercará a sí mismo, descubriendo un ideal, ser policía, como su tutor, que
acabe de darle sentido a su vida y una posición digna desde la que conquistar a
la vecina del inmueble en el que trabaja como encargado del mantenimiento, una
enfermera que, inexplicablemente, como en la mayoría de las películas de Lewis,
está enamorada de él. Por la parte del trabajo de mantenimiento, como si el
edificio fuera la 13 Rue del Percebe, vendrán los muchos y buenos gags
humorísticos entre los que no faltan los del profesor chiflado que trabaja en
uno de los pisos, anticipo cierto del que veremos años después, mucho más
elaborado por supuesto. El proceso de adiestramiento para ingresar en el cuerpo
de policía es también un generador incansable de gags de muy diferente
naturaleza, aunque es muy propio de lo que podríamos entender por su peculiar
sentido del humor el del instructor de artes marciales que amenaza casi con
descuartizarlo y con el que acaba entendiéndose en un dialecto oriental en el
que ambos se ponen a hablar como dos viejos amigos, olvidándose del tatami… No
puede faltar, tampoco, una trama amorosa paralela entre el policía y una
encargada del gobierno municipal que quiere ponerse al mando de la acción
policial para la regeneración de esos chicos difíciles. Hay mucho slapstick aún, asociado a inventos muy
al estilo del Chaplin de Tiempos Modernos,
y un repertorio de gestos y muecas hiperpropios de Lewis que solo son aptos
para seguidores acérrimos del cómico, como es mi caso, porque entiendo que a
espectadores tibios con su humor pueden llegar a desesperarles, lo que entiendo
perfectamente, porque a mí me pasa con esa parodia del auténtico humor que es Louis
de Funès, por ejemplo. Lo que van a agradecer los espectadores es la puesta en
escena, todo rodado en estudio, la fotografía y una narración relativamente
ágil de la trama, porque es evidente que en ningún caso la historia puede
obviar los monólogos mímicos, llamémosles así, del humor de Lewis. Ya anticipo
que no estamos ante una de sus películas “propias”, aquellas que podríamos
calificar de “cine de autor” y que tuvieron más repercusión crítica en Europa
que en Usamérica, un fenómeno que años después se volvería a producir con el
cine de Woody Allen, pero a un devoto de Lewis le gustará verla, porque, como
ya he dicho, parece la semilla de lo que sería después su magna obra. En la
película, la unión del policía y el joven a quien quiere regenerar se pone en
relación con los apellidos de ambos, Damon y Pythias, dos filósofos cuyas vidas
representan algo así como el epítome de la amistad. Y sí, algo de ello hay, sin
duda, del mismo modo que lo hay de Pigmalión, por supuesto.
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