Del maestro de Max Ophüls, una mezcla de cine musical y cine
negro con una femme fatale antológica, más la curiosidad de ver actuar a
Elia Kazan. Un noir tan intenso como olvidado.
Título original: Blues in
the Night
Año; 1941
Duración: 88 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Anatole Litvak
Guion: Robert Rossen, Elia
Kazan (Obra: Edwin Gilbert)
Música: Heinz Roemheld, Ray
Heindorf
Fotografía: Ernest Haller
(B&W)
Reparto: Priscilla Lane,
Betty Field, Richard Whorf, Lloyd Nolan, Jack Carson, Wallace Ford, Elia Kazan,
Peter Whitney, Billy Halop, Howard Da Silva, Joyce Compton, Herbert Heywood,
George Lloyd, Faith Domergue.
Supongo que si a
los jóvenes cinéfilos que salen de Tenet añadiendo a su vocabulario crítico
el concepto «pestiño» les pusieran delante de Blues in the night -con un presupuesto que en la de Nolan no da ni para el catering…-no tardarían
ni un cuarto de hora en reconciliarse con el cine y descubrir que una buena
historia con unos buenos personajes es algo fundamental desde el nacimiento del
género, por más que sus primeros pasos fueran documentales. Eso es lo que tiene
esta película, escrita por dos grandes del cine: Robert Rossen y Elia Kazan.
Hay demasiado talento acumulado en esta película como para que haya pasado tan
desapercibida, aunque no fue estrenada en España comercialmente. Si a la
historia, a pesar de las notorias debilidades argumentales que tiene, se le
suman las interpretaciones, muy específicamente las de Lloyd Nolan, un todoterreno
cuya última película, estrenada después de su muerte, fue Hannah y sus hermanas
de Allen, y la más que sobresaliente de Betty Field que me dejó sorprendidísimo
tras haber visto hace muy pocos días El sureño, de Jean Renoir, donde
hace una interpretación en las antípodas de la de esta película.
De buen
comienzo, la película tiene la pinta de ser un musical, centrado, en este caso,
en el intento de reelaborar musicalmente el blues como experiencia emocional,
vital, de primera magnitud: el sueño de un pianista superdotado pero sin blanca
que se decide a formar su propio grupo para abrirse paso, sobre todo en el sur
de Usamérica, la cuna del estilo que quieren cultivar. Son jóvenes, alegres y
tienen un ideal…Viajan en los vagones vacíos de los mercancías, sin pagar, con
la aquiescencia de un encargado de revisar los trenes, hasta que ayudan a subir
al tren a un perseguido que resulta ser un delincuente que ha salido de prisión,
quien no duda en robarles el poco dinero que tienen. Admirado por que no lo
hayan denunciado cuando ese revisor saluda al grupo de músicos, les propone ir
a trabajar a un bar-casino de su propiedad. Y allí que aparecen. ¿Quiénes
siguen allí? El resto de la banda que no hizo nada para evitar su detención: su
exchica y dos compinches con quienes vuelve a reabrir el negocio. Cuando la
cantante y mujer del trompetista sabe que está embarazada y que no puede seguir
trabajando, el protagonista, a quien la ex del presidiario ya le había llamado
la atención, decide «educarla» musicalmente para que la sustituya, y aunque
ella, al final, desiste -las secuencias del aprendizaje son extraordinarias-,
el pianista ya está imantado a esa mujer fatal que va exprimiendo a los hombres
a los que se une para llevarlos, literlmente, a la «perdición». Si así será
que, cuando el expresidiario la rechaza airadamente, él accede a «sacarla» de
allí y, para ello, acepta un puesto como pianista en una orquesta de animación
con números tan horripilantes como el que contemplan sus amigos cuando van a
buscarlo para que regrese con ellos y sigan juntos su aventura…
La deriva que
toma la relación tóxica lleva a que el protagonista sufra una demencia que se
representa en pantalla con unas técnicas de superposición y una puesta en
escena avanzadísimas respecto de las que aparecen en una película impresionante
sobre la locura del mismo Litvak, Nido de víboras(1948), o la famosa Recuerda(1945),
de Hitchcock. Y hasta aquí llega el resumen de la historia; si bien lo
verdaderamente importante de ella es el modo como Litvak, través del uso de la luz va creando una atmósfera
del mejor cine negro, no solo por las escenas del garito donde toca la orquesta,
sino por los planos y contraplanos de unos personajes con muchísimas cuentas pendientes
y con una violencia contenida a punto de desbordarse que genera una tensión
electrizante. La jovial película de la alegre muchachada que busca abrirse
camino en el mundo del show business va derivando poco a poco hacia un drama
muy potente con ese trasfondo de la delincuencia que inscribe a la película,
por derecho propio, en el cine negro. Y eso sí, si alguien quiere disfrutar con
una interpretación soberbia, mayúscula, ahí está de la de la mujer fatal
encarnada en la Betty Field a quien no hace ni dos días volví a ver, como madre
dominante en Picnic, de Joshua Logan, tan excelente actriz como en las
dos vistas recientemente, esta y El sureño.
¡Es una inmensa
suerte que Filmin haya venido a sustituir a aquellos viejos programas de cine
de La 2 en que se tiraba de archivo para ofrecernos auténticos clásicos
inolvidables e imposibles de ver en las pantallas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario