La familia Dalí por dentro desde el punto de vista de Anna Maria Dalí; un mala estructura para una excelente historia con magníficas interpretaciones.
Título original: Miss Dalí
Año: 2018
Duración: 165 min.
País: España
Dirección: Ventura Pons
Guion: Ventura Pons
Música: Joaquim Badia
Fotografía: Tito Arcas,
Andalu Vila-San-Juan
Reparto: Claire Bloom, Sian
Phillips, Vicky Peña, Josep Maria Pou, Joan Pera, Joan Carreras, Berta Castañé,
Eulàlia Ballart, Allan Corduner, Rachel Lascar, José Sospedra, Karme Málaga,
Mercé Pons, Daniel Medrán, Marta Angelat, Minnie Marx, Martha Carbonell, Carme
Sansa, Artur Trias, Ernest Serrahima, Hector Vidales, Matthieu Duret, Joan
Fibla, José Carmona.
Lo que pintaba
como miniserie de dos o tres capítulos, se quedó en película de casi tres horas
que podría ser aligerada si el ego (de tan pocas letras, pero de discursos
eternos…) lo permitiera. La película puede verse, y los aficionados a los biopics
de gente célebre disfrutarían mucho con
ella, no solo porque se centre en la familia Dalí, especialmente en Salvador y
su hermana Anna Maria, y la compleja relación que hubo entre ambos, sino porque
se aprovecha la visita que hizo Lorca a su enamorado y la relación con Buñuel
para el rodaje de El perro andaluz, o sea, auténticos iconos de nuestra
cultura más reciente.
La película se
centra en Cadaqués, lugar de veraneo de la familia Dalí, y donde Salvador
ubicará el centro neurálgico de su imperio surrealista incluso durante la
dictadura franquista, con la que mantuvo, así como con la realeza sucesoria -que
luego salió “rana”, desatando lo bien atado-, excelentes relaciones. Con el pretexto de acercarse a un personaje
secundario, la hermana pequeña del pintor, como un cofre de secretos
inexplorado, Ventura Pons, con una premiosidad extrema, plantea la narración en
dos tiempos muy marcados: las interminables conversaciones entre Anna Maria y
una amiga suya que viene a visitarla desde Londres, y la representación del
pasado: las primeras en color y la segunda en blanco y negro. La elección de Siân
Philips, como Anna Dalí, la inolvidable protagonista de la serie Yo, Claudio,
no parece la más adecuada, aunque la de Eulàluia Ballart para la Anna Maria
joven es mucho más acertada, del mismo modo que la elección de Joan Carreras
para interpretar a Dalí es el mejor acierto de la película, con diferencia.
José Carmona tiene el difícil cometido de hacer verosímil la presencia de Lorca,
y, a pesar de un cierto amaneramiento andalusí, lo consigue. Recordemos que Lorca
es granadino y tiene un acento muy distinto de otras zonas de Andalucía más
llamativas por el seseo o el ceceo, como Sevilla, Córdoba.
La vida de Anna
Maria, estrechamente unida a la de su hermano, con quien compartía una
intimidad extraordinaria, sufrió una quiebra profunda con la aparición de Gala
en la vida de Dalí. Nada fue igual desde entonces. La autobiografía de Anna Maria, para contrarrestar las, a su
juicio, falsedades que contenía La vida secreta de Salvador Dalí, mucho
tuvieron que ver también con ese distanciamiento que se alargó cuarenta años,
hasta las muertes de cada uno de ellos.
La película
gana en la recreación del pasado todo lo que pierde en la larguísima conversación
anodina del presente, aunque en todo momento, en este o en aquel, el nivel de
perfección formal es idéntico, aunque a mí particularmente me convence más la
recreación del pasado. Los bellísimos paisajes de la Costa Brava, por otro
lado, que aparecen, a veces, marcando
los cambios de uno a otro tiempo, son siempre epectaculares.
La experiencia
de la Guerra Civil tuvo, para la familia Dalí, en la persona de Anna Maria una
consecuencia trágica, porque, más allá de la posición republicana y catalanista
del padre, notario en Figueras, Anna Maria fue acusada en 1938 de ser una “espía
franquista”, por lo que fue detenida por los milicianos, llevada a Barcelona y
torturada cruelmente. Eso sí, Ventura Pons censura en su película que la
protagonista fue varias veces violada, y que solo un ataque de demencia logró
que fuera puesta en libertad, lo que le permitió salvar la vida. ¿Cómo va a
extrañarnos de que luego apareciera vestida de falangista o de que el otrora
republicanísimo padre salude con fervor la “entrada” de los franquista en
Cataluña para “poner orden”? Hay ahí algo de llamémosle censura interior que a
Ventura Pons no le ha permitido ser totalmente fiel a la verdad, ¡sobre la Segunda
República!, que acaso él, como tantos otros, tiene idealizada acríticamente.
Desde esa perspectiva se entiende, está claro, que Salvador Dalí se moviera
dentro del régimen franquista con esa apabullante seguridad. Anna María
sostiene que él no tiene ninguna ideología, que era, simplemente, daliniano.
Como en toda
recreación histórica, una asignatura pendiente de nuestro cine, hay muchas
escenas en que la impostación se abre paso y deja en ridículo a los personajes,
por sobreactuación, sea al hablar del catalanismo, sea en la exaltación de Lorca,
sea en el modo británico como se conduce la Anna Maria vieja, etc. Sin embargo,
la película destaca muy notablemente por la excepcional actuación de Joan Carreras,
puestísimo en su papel, y con un dominio de los recursos del personaje
apabullante. Mientras él es el centro de la representación, sigue el espectador
embebido sus evoluciones; cuando desaparece, la película decae lamentablemente.
No me atrevo a decir que el director hubiera debido optar solo por la filmación
del pasado, porque él quería hacer la película que ha hecho, pero que hay un
gran desnivel entre una y otra parte de la narración es archievidente. He leído
que planean, con el metraje sobrante que se conserva, convertirla en una
miniserie, que es a lo que más se parece la versión actual. Deberían hacerlo.
Imagino que, entonces, tendría una mayor proyección internacional.
En términos
generales, y aunque solo sea por el interés que suelen tener las biografías de
personas célebres o de las personas cercanas a ellas, la película tiene el gran
acierto de mostrarnos la intimidad de la familia Dalí y la relación
privilegiada entre los hermanos con un nivel de documentación muy acertado y
con una puesta en escena muy cuidada, sobre todo del pasado, claro. Digamos que
las clásicas fotografías de Lorca y Dalí en Cadaqués han inspirado la puesta en
escena y la película ha sabido “traducirlas”.
Dalí tiene
tantos detractores como defensores, pero que se trata de un genio no cabe duda
alguna. La película recoge las muertes de Gala y Dalí, un final en consonancia
con la extravagancia constante y estudiada que fueron sus vidas y que mantuvieron
a distancia a la que, en sus días de juventud, era la hermana privilegiada del pintor.
Mientras que en los tramos retrospectivos la hermana de Dalí tiene una cierta
personalidad marcada, aunque nunca deja de ser “la hermana de”; en el presente
se desdibuja completamente su personalidad para asumir, meramente, la de cronista.
Salvando esas «dificultades»
que he señalado, creo que la película es muy digna y merece ser vista. Resulta
extraño que no se haya hecho hincapié en la construcción del Museo Dalí, en
Figueres, que, en la medida en que alberga sus restos, tiene algo, también, de
panteón; pero si con lo que se cuenta ya ha dado para casi tres horas, ni se
sabe para cuánto daría lo que se ha quedado sin narrar…
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