miércoles, 23 de septiembre de 2020

«Miss Dalí», de Ventura Pons o Salvador Dalí visto por su hermana.



La familia Dalí por dentro desde el punto de vista de Anna Maria Dalí; un mala estructura para una excelente  historia con magníficas interpretaciones.

 

Título original: Miss Dalí

Año: 2018

Duración: 165 min.

País: España

Dirección: Ventura Pons

Guion: Ventura Pons

Música: Joaquim Badia

Fotografía: Tito Arcas, Andalu Vila-San-Juan

Reparto: Claire Bloom, Sian Phillips, Vicky Peña, Josep Maria Pou, Joan Pera, Joan Carreras, Berta Castañé, Eulàlia Ballart, Allan Corduner, Rachel Lascar, José Sospedra, Karme Málaga, Mercé Pons, Daniel Medrán, Marta Angelat, Minnie Marx, Martha Carbonell, Carme Sansa, Artur Trias, Ernest Serrahima, Hector Vidales, Matthieu Duret, Joan Fibla, José Carmona.

 

         Lo que pintaba como miniserie de dos o tres capítulos, se quedó en película de casi tres horas que podría ser aligerada si el ego (de tan pocas letras, pero de discursos eternos…) lo permitiera. La película puede verse, y los aficionados a los biopics de gente célebre disfrutarían  mucho con ella, no solo porque se centre en la familia Dalí, especialmente en Salvador y su hermana Anna Maria, y la compleja relación que hubo entre ambos, sino porque se aprovecha la visita que hizo Lorca a su enamorado y la relación con Buñuel para el rodaje de El perro andaluz, o sea, auténticos iconos de nuestra cultura más reciente.

         La película se centra en Cadaqués, lugar de veraneo de la familia Dalí, y donde Salvador ubicará el centro neurálgico de su imperio surrealista incluso durante la dictadura franquista, con la que mantuvo, así como con la realeza sucesoria -que luego salió “rana”, desatando lo bien atado-, excelentes relaciones. Con el  pretexto de acercarse a un personaje secundario, la hermana pequeña del pintor, como un cofre de secretos inexplorado, Ventura Pons, con una premiosidad extrema, plantea la narración en dos tiempos muy marcados: las interminables conversaciones entre Anna Maria y una amiga suya que viene a visitarla desde Londres, y la representación del pasado: las primeras en color y la segunda en blanco y negro. La elección de Siân Philips, como Anna Dalí, la inolvidable protagonista de la serie Yo, Claudio, no parece la más adecuada, aunque la de Eulàluia Ballart para la Anna Maria joven es mucho más acertada, del mismo modo que la elección de Joan Carreras para interpretar a Dalí es el mejor acierto de la película, con diferencia. José Carmona tiene el difícil cometido de hacer verosímil la presencia de Lorca, y, a pesar de un cierto amaneramiento andalusí, lo consigue. Recordemos que Lorca es granadino y tiene un acento muy distinto de otras zonas de Andalucía más llamativas por el seseo o el ceceo, como Sevilla, Córdoba.

         La vida de Anna Maria, estrechamente unida a la de su hermano, con quien compartía una intimidad extraordinaria, sufrió una quiebra profunda con la aparición de Gala en la vida de Dalí. Nada fue igual desde entonces. La autobiografía de  Anna Maria, para contrarrestar las, a su juicio, falsedades que contenía La vida secreta de Salvador Dalí, mucho tuvieron que ver también con ese distanciamiento que se alargó cuarenta años, hasta las muertes de cada uno de ellos.

         La película gana en la recreación del pasado todo lo que pierde en la larguísima conversación anodina del presente, aunque en todo momento, en este o en aquel, el nivel de perfección formal es idéntico, aunque a mí particularmente me convence más la recreación del pasado. Los bellísimos paisajes de la Costa Brava, por otro lado, que aparecen, a veces,  marcando los cambios de uno a otro tiempo, son siempre epectaculares.

         La experiencia de la Guerra Civil tuvo, para la familia Dalí, en la persona de Anna Maria una consecuencia trágica, porque, más allá de la posición republicana y catalanista del padre, notario en Figueras, Anna Maria fue acusada en 1938 de ser una “espía franquista”, por lo que fue detenida por los milicianos, llevada a Barcelona y torturada cruelmente. Eso sí, Ventura Pons censura en su película que la protagonista fue varias veces violada, y que solo un ataque de demencia logró que fuera puesta en libertad, lo que le permitió salvar la vida. ¿Cómo va a extrañarnos de que luego apareciera vestida de falangista o de que el otrora republicanísimo padre salude con fervor la “entrada” de los franquista en Cataluña para “poner orden”? Hay ahí algo de llamémosle censura interior que a Ventura Pons no le ha permitido ser totalmente fiel a la verdad, ¡sobre la Segunda República!, que acaso él, como tantos otros, tiene idealizada acríticamente. Desde esa perspectiva se entiende, está claro, que Salvador Dalí se moviera dentro del régimen franquista con esa apabullante seguridad. Anna María sostiene que él no tiene ninguna ideología, que era, simplemente, daliniano.

         Como en toda recreación histórica, una asignatura pendiente de nuestro cine, hay muchas escenas en que la impostación se abre paso y deja en ridículo a los personajes, por sobreactuación, sea al hablar del catalanismo, sea en la exaltación de Lorca, sea en el modo británico como se conduce la Anna Maria vieja, etc. Sin embargo, la película destaca muy notablemente por la excepcional actuación de Joan Carreras, puestísimo en su papel, y con un dominio de los recursos del personaje apabullante. Mientras él es el centro de la representación, sigue el espectador embebido sus evoluciones; cuando desaparece, la película decae lamentablemente. No me atrevo a decir que el director hubiera debido optar solo por la filmación del pasado, porque él quería hacer la película que ha hecho, pero que hay un gran desnivel entre una y otra parte de la narración es archievidente. He leído que planean, con el metraje sobrante que se conserva, convertirla en una miniserie, que es a lo que más se parece la versión actual. Deberían hacerlo. Imagino que, entonces, tendría una mayor proyección internacional.

         En términos generales, y aunque solo sea por el interés que suelen tener las biografías de personas célebres o de las personas cercanas a ellas, la película tiene el gran acierto de mostrarnos la intimidad de la familia Dalí y la relación privilegiada entre los hermanos con un nivel de documentación muy acertado y con una puesta en escena muy cuidada, sobre todo del pasado, claro. Digamos que las clásicas fotografías de Lorca y Dalí en Cadaqués han inspirado la puesta en escena y la película ha sabido “traducirlas”.

         Dalí tiene tantos detractores como defensores, pero que se trata de un genio no cabe duda alguna. La película recoge las muertes de Gala y Dalí, un final en consonancia con la extravagancia constante y estudiada que fueron sus vidas y que mantuvieron a distancia a la que, en sus días de juventud, era la hermana privilegiada del pintor. Mientras que en los tramos retrospectivos la hermana de Dalí tiene una cierta personalidad marcada, aunque nunca deja de ser “la hermana de”; en el presente se desdibuja completamente su personalidad para asumir, meramente, la de cronista.

         Salvando esas «dificultades» que he señalado, creo que la película es muy digna y merece ser vista. Resulta extraño que no se haya hecho hincapié en la construcción del Museo Dalí, en Figueres, que, en la medida en que alberga sus restos, tiene algo, también, de panteón; pero si con lo que se cuenta ya ha dado para casi tres horas, ni se sabe para cuánto daría lo que se ha quedado sin narrar…

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