Demoledora diatriba contra el mito de la eterna juventud: una impactante película multiecofílmica...
Título original: The
Substance
Año: 2024
Duración: 140 min.
País: Reino Unido
Dirección: Coralie Fargeat
Guion: Coralie Fargeat
Reparto: Demi Moore; Margaret Qualley; Dennis Quaid; Gore Abrams; Tom
Morton; Tiffany Hofstetter; Joseph Balderrama; Oscar Lesage; Matthew Géczy;
Olivier Raynal; Hugo Diego Garcia; Vincent Colombe; Philip Schurer; Gregory
Defleur; Brett Gillen; Alexandra Papoulias Barton; Akil Wingate; Daniel Knight;
Jiselle Henderkott; Louise Greggory; Namory Bakayoko; Billy Bentley; Matthew
Luret.
Música: Raffertie
Fotografía: Benjamin Kracun.
No estaría de más que los buenos aficionados al cine vieran Seconds, de John Frankenheimer, una obra maestra indiscutible, antes de ir al cine a ver La sustancia, porque, curiosamente, sobre todo debido la banda sonora del sonido de la vida, no de la música, se trata de una película que causa un impacto de tal magnitud en el espectador que, vista desde el salón de casa, no lo conseguiría tener. Solo hay que pensar en una de las primeras secuencias que te dejan alterado: la comida entre el productor de televisión y la protagonista de un célebre programa de Fitness a quien, dado que ha llegado a la cincuentena, quieren jubilar para que una jovencita extraturgente ocupe su lugar. Los primerísimos planos del productor, un delirante y magnífico Dennis Quaid, comiendo gambas, chupando las cabezas y esparciendo los restos muy groseramente, más allá de los límites de los platos, produce tanto asco que bien podríamos hablar de una suerte de «terror sonoro» que irá apareciendo reiteradamente a lo largo del metraje. Sonidos hiperamplificados de momentos terroríficos y primerísimos planos de detalles absolutamente repulsivos, porque no hemos de olvidar que estamos, en esencia, ante una película de terror doble, psicológico y físico, que juega, a su vez, con la ciencia-ficción y el género distópico. Lo que podríamos llamar, sin embargo, la «tesis» de la película se manifiesta desde el mismo arranque de la trama, porque tras un accidente de tráfico que te deja temblando en el asiento —por la veracidad conseguida en los efectos especiales, ¡tiene el espectador la sensación de ser la víctima del atropello!, tan «desde dentro» está rodado—, la protagonista recibe una invitación para ponerse en contacto con una empresa que puede cambiar su vida. Se trata de un negocio misterioso que le va a suministrar un producto que la hará desdoblarse de quien es en la mejor versión de sí misma. Hay algo de la tradición clásica de Frankenstein, de la leyenda bíblica de la costilla de Adán y del Golem judío: todo ello verificado a través de un proceso traumático en que la mejor versión de la protagonista surge de ella como una buba, parecido al proceso de La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel, o, desde el bestiario tradicional como los viboreznos que rasgan el vientre de las madres para nacer. También podemos acordarnos de otra película que denuncia la oposición heteropatriarcal al feminismo: Las esposas de Stepford, de Bryan Forbes.
Estamos, pues,
ante una película llena de referencias que dan pie a extenderse sobre sus
muchos significados, pero el mensaje último que la autora nos quiere comunicar
es el de la terrible alienación que sufre la mujer en el mundo actual para
mantenerse siempre dentro de los parámetros de unos estándares de belleza
incompatibles con el envejecimiento, no necesariamente prematuro, pero, por
comparación con la pujanza de la juventud, decretado a partir de una edad en la
que a la mujer se niega a aceptar tan infamante discriminación. El remedio
usual es la cirugía estética, por supuesto, pero la película va bastante más
allá de ese remedio para internarse en el ámbito de la ciencia-ficción y
ofrecernos el doloroso nacimiento, desde dentro del propio cuerpo, del joven y
espléndido que, siendo «nuestro» es relativamente independiente…
Como todo
negocio «diabólico», y ahí está El retrato de Dorian Gray, de Wilde o el
mismísimo Fausto, de Goethe, la letra pequeña del contrato verbal se
revela especialmente significativa, porque quien acepta someterse al tratamiento
ha de cumplir, como una Cenicienta a la inversa, una rígida programación
semanal: ambas realidades corporales se alternarán semanalmente, lo que
garantiza que ambas mantendrán su apariencia incólume. En cuanto alguna de las
dos pretenda alargar su periodo semanal, la otra sufrirá terribles
consecuencias, ¡excelentemente ilustradas en la película!, porque, nadie puede
ser tan ingenuo como para pensar que un contrato así no será violado, tarde o
temprano, por una de las partes.
Sí, al modo
como una mujer rompe la unión de los gemelos de Inseparables, de Cronenberg,
en quien uno no deja de pensar desde que se inicia la transformación corporal y
el alumbramiento de la nueva y mejor versión de la protagonista…, la ebriedad
de la fama, del éxito, acaba rompiendo la unidad vital que ambas versiones, la
vieja y la nueva, han de mantener si no quieren que ocurra lo inevitable. Se
instala, pues, entre ambas, una guerra de supervivencia cuyos resultados
finales constituyen, probablemente, la parte más débil de la película, pero el
megadisparate del desenlace no impide haber asistido a una película magnífica y
muy bien llevada.
La película,
aun tratándose del género del terror —gore incluido—, tiene un delicioso
sentido del humor negro que también forma parte de lo mejor del género, por
supuesto, aunque en ningún momento deriva hacia la parodia. Los personajes
están muy bien construidos, y Demi Moore hace gala de un saber estar dignísimo,
dada la abundancia de desnudos integrales que «exige el guion», como se decía
aquí en la época del cine de «destape». Ninguna mujer, ni hombre metrosexual
(¡y lo que me ha costado recordar un concepto ya caído en desuso…!) dejará de
sentirse concernido por la obra maestra del Tiempo: el envejecimiento de los
organismos vivos. Enfrentarse a él sin que algo se remueva dentro de nosotros
es lección difícil de aprender. ¡Quién no recuerda los poemas satíricos del
XVII sobre las viejas niñas y los viejos niños, con sus afeites y sus modas, encubridores de una realidad orgánica tan llena de dignidad, si bien entendida,
como el envejecimiento!
Mi querido JUAN ...qué buena elección cinematográfica para estos días inicio de un nuevo año ... Sinceramente, agradezco muchísimo tu reseña, magnífica, como siempre pero le prometo mi ausencia , no soporto estás películas hiperrealistas que se recrean en el asco... Segurísimo que tal cual comentas merece mucho la pena pero desde el primer Alien y esas dentaduras en modo matrioska q me hundieron en el fondo de la butaca a esos seres horripilantes q rasgaban el vientre de sus envases y mis meses y meses de pesadillas con esas imágenes grabadas a un con los ojos abiertos no he vuelto a ver nada parecido... Pero no quería dejar de desearte todo lo mucho y bueno q mereces en este 2025 recién estrenado y siempre , así pues, un beso y...
ResponderEliminarChin chin ✨🥂✨ por ti!
Y q el discurrir de los años
nos permiten envejecer dignamente y seguir encontrándonos entre estas letras ; )
Querida María, te deseo un muy feliz (porque cada cual se inventa la suya, la felicidad...) 2025, convencido de que tú sí que sabes cómo lograrla. De hecho, los aficionados al minimalismo en todo, sabemos que casi todas las cosas, menos las estrictamente necesarias para la supervivencia, nos estorban, excepto las palabras, de las que usamos y abusamos como auténticos potentados...
ResponderEliminarLa película es durilla, cierto, pero hay detrás un debate sobre la aceptación diacrónica de uno mismo que está muy bien. Mi Conjunta se tapó los ojos en el desenlace, pero era lo más gracioso de todo, porque era una parodia del final de "Carrie", de Brian de Palma, que seguro que sí has visto, y relajaba, por exagerado, la tensión de muchas de las secuencias anteriores.
Un beso, María.