Una ópera prima de cámara… o las tribulaciones aduaneras.
Título original: Upon Entry
Año: 2022
Duración: 72 min.
País: España
Dirección: Alejandro Rojas,
Juan Sebastián Vasquez
Guion: Alejandro Rojas, Juan
Sebastián Vasquez
Reparto: Alberto Ammann;
Bruna Cusí; Laura Gómez; Ben Temple; Gerard Oms; David Comrie.
Fotografía: Juan Sebastián
Vasquez.
Una ópera
prima de dos realizadores venezolanos afincados en Barcelona, a juzgar por la
historia, fiel reflejo de la nuestra realidad, en la que castellano y catalán
se usan por igual y son corrientes las parejas de distinta lengua materna. El
motivo dinámico de la historia tiene que ver, sin embargo, con la intención de
la pareja protagonista de emigrar a Usamérica. El espectador nada sabe de
ellos, y la película, muy ajustada de metraje, desarrolla con inteligencia los
pormenores de la historia que comparten (¡y que no!) a través de una indagación
de los servicios de inmigración, cuyo celo en Usamérica es bien conocido por
todos aquellos que pretenden entrar en el país, con cualquier tipo de visado.
J.O., un buen amigo mío, catedrático de Economía, sufrió un proceso parecido al
de la película, y aunque estaba invitado por una Universidad para dar una
conferencia, fue obligado a desnudarse en esas salas «secundarias» y su equipaje
y su persona sometidos a un escrutinio que no le han dejado gana ninguna de
volver a ese megapaís. Supongo que sus orígenes políticos ultraizquierdistas
estarían en el origen de todas as suspicacias que levantó, aunque ya llevábamos
no pocos años de democracia reconocida internacionalmente.
Desde el formulario
que les pasan nada más llegar para presentarlo en el control de pasaportes, a Diego,
el protagonista, comienza a cambiarle la cara y la expresión . No sé si es
demasiado pronto para lanzarle a los espectadores la tremenda sospecha de que
el pasado de Diego le puede deparar no pocos problemas. Ambos son trasladados a
una sala de espera y después a una pequeña estancia en la que dos agentes de
aduanas van a someterlos a un interrogatorio que choca de lleno con los
derechos constitucionales que nos asisten en un Estado de Derecho, pero, como
la oficial les dice: aún no están en territorio usamericano y pueden no entrar
nunca, porque la última decisión la toma ella, sin más instancia de recurso: su
palabra es definitiva para ser admitidos o rechazados, con el consiguiente
vuelo de vuelta al país que escojan, o el de origen u otro cualquiera.
Sí, por
supuesto, las sospechas recaen sobre Diego, y no sobre Elena, la también
protagonista, porque ella es española y él es venezolano. La actual situación
de Venezuela, algo que se quiere denunciar indirectamente en la película,
convierte a cualquier venezolano que quiera entrar en Usamérica en una persona
sospechosa de querer entrar para quedarse definitivamente, al margen del
periodo que marque su visado. Que los dos formen una «pareja de hecho» ya es
altamente sospechoso, y no hay más que recordar el fenómeno de los matrimonios «de
conveniencia» no solo para entrar en otro país, sino para obtener desde el permiso
de residencia hasta la mismísima nacionalidad. Recuerdo con agrado Nueva
vida en Nueva York, de Cédric Klapisch, en la que vemos un matrimonio de
conveniencia y cómo los casados ensayan para vencer el duro interrogatorio de
los agentes de inmigración cuya labor es detectarlos.
Está claro que
el sistema aleatorio de selección de candidatos a un interrogatorio de «tercer
grado» como el que sufre la pareja protagonista parece tener una sólida base de
datos detrás, porque en el drama psicológico, con fuertes dosis de suspense en
que se convierte la indagación, se va descubriendo el pasado de él que su
pareja actual ignora, lo que, interrogatorio tras interrogatorio, va a dar un
vuelco notable a la historia entre ambos: los silencios, las ignorancias, los
olvidos, las personas del pasado de él que aparecen sospechosamente en las «confidencias»
intencionadas de los agentes, todo se orquesta para que pasen del amor total y
la máxima confianza a un principio de sospecha que va creciendo a medida que
pasan los minutos.
La habilidad
suprema de los guionistas ha significado un gran triunfo: en la más anodina de
las situaciones: pasar el control de pasaportes, vamos a asistir, con la
frialdad descarnada de unos funcionarios que hurgan hasta en la ropa interior
de los sospechosos, a la narración de una relación amorosa que los funcionarios
manosean, pero no distorsionan; usan, pero no inventan; lanzan como ariete,
pero no esconden la mano… Y en ese juego terrible en que se desnuda su
intimidad —y de poco valen los amagos de protesta de Elena ante lo obvio: los agentes
están invadiendo su intimidad y pasándose todas las líneas rojas de sus
derechos inalienables como ciudadanos inocentes hasta que se demuestre lo
contrario; en ese juego, decía, hay que destacar el poder absoluto que ejercen
los funcionarios, en cuya decisión está admitirlos o rechazarlos, ¡y a fe que
ambos, Laura Gómez y Ben Temple, dan el papel de una manera ultraconvincente! Lo
que sucede, no obstante, es eso: que la pareja está en la famosa «tierra de
nadie», algo que ya exploró Spielberg en su película La terminal, y sus «verdugos»
tienen una habilidad psicológica endiablada para sacar a los protagonistas no
solo de sus casillas, sino incluso para enfrentarlos a raíz de supuestas
confesiones que el otro y la otra no han podido oír. En cierto modo, la
película tiene un cierto componente de película de terror, porque la opresión
del espacio, de la luz, de la reiteración indagatoria son elementos que minan
las defensas de los personajes, sobre todo de Diego, aunque ambos sepan cómo
salir del paso de las malignas insinuaciones y las fundadas sospechas con que
pretenden acorralar a una pareja que, obviamente, ya no volverá a ser la misma
tras ese interrogatorio.
No revelo nada
si aplaudo un final excelente, pero es justo reconocerlo. Del mismo modo que queda
clara la denuncia sesgada del gobierno usamericano contra los orígenes hispanoamericanos
de los candidatos a entrar en el país, y especialmente si provienen de países en
crisis, como Venezuela.
Como ópera prima que es, queda claro el enorme potencial de
estos autores, porque nada en la película resulta ni forzado ni artificial,
sino que, para deleite de los espectadores, vemos la vida misma transcurriendo
ante nuestros ojos curiosos y agradecidos.
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