martes, 21 de enero de 2025

«Upon Entry», de Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vásquez.

Una ópera prima de cámara… o las tribulaciones aduaneras.

Título original: Upon Entry

Año: 2022

Duración: 72 min.

País: España

Dirección: Alejandro Rojas, Juan Sebastián Vasquez

Guion: Alejandro Rojas, Juan Sebastián Vasquez

Reparto: Alberto Ammann; Bruna Cusí; Laura Gómez; Ben Temple; Gerard Oms; David Comrie.

Fotografía: Juan Sebastián Vasquez.

 

          Una ópera prima de dos realizadores venezolanos afincados en Barcelona, a juzgar por la historia, fiel reflejo de la nuestra realidad, en la que castellano y catalán se usan por igual y son corrientes las parejas de distinta lengua materna. El motivo dinámico de la historia tiene que ver, sin embargo, con la intención de la pareja protagonista de emigrar a Usamérica. El espectador nada sabe de ellos, y la película, muy ajustada de metraje, desarrolla con inteligencia los pormenores de la historia que comparten (¡y que no!) a través de una indagación de los servicios de inmigración, cuyo celo en Usamérica es bien conocido por todos aquellos que pretenden entrar en el país, con cualquier tipo de visado. J.O., un buen amigo mío, catedrático de Economía, sufrió un proceso parecido al de la película, y aunque estaba invitado por una Universidad para dar una conferencia, fue obligado a desnudarse en esas salas «secundarias» y su equipaje y su persona sometidos a un escrutinio que no le han dejado gana ninguna de volver a ese megapaís. Supongo que sus orígenes políticos ultraizquierdistas estarían en el origen de todas as suspicacias que levantó, aunque ya llevábamos no pocos años de democracia reconocida internacionalmente.

          Desde el formulario que les pasan nada más llegar para presentarlo en el control de pasaportes, a Diego, el protagonista, comienza a cambiarle la cara y la expresión . No sé si es demasiado pronto para lanzarle a los espectadores la tremenda sospecha de que el pasado de Diego le puede deparar no pocos problemas. Ambos son trasladados a una sala de espera y después a una pequeña estancia en la que dos agentes de aduanas van a someterlos a un interrogatorio que choca de lleno con los derechos constitucionales que nos asisten en un Estado de Derecho, pero, como la oficial les dice: aún no están en territorio usamericano y pueden no entrar nunca, porque la última decisión la toma ella, sin más instancia de recurso: su palabra es definitiva para ser admitidos o rechazados, con el consiguiente vuelo de vuelta al país que escojan, o el de origen u otro cualquiera.

          Sí, por supuesto, las sospechas recaen sobre Diego, y no sobre Elena, la también protagonista, porque ella es española y él es venezolano. La actual situación de Venezuela, algo que se quiere denunciar indirectamente en la película, convierte a cualquier venezolano que quiera entrar en Usamérica en una persona sospechosa de querer entrar para quedarse definitivamente, al margen del periodo que marque su visado. Que los dos formen una «pareja de hecho» ya es altamente sospechoso, y no hay más que recordar el fenómeno de los matrimonios «de conveniencia» no solo para entrar en otro país, sino para obtener desde el permiso de residencia hasta la mismísima nacionalidad. Recuerdo con agrado Nueva vida en Nueva York, de Cédric Klapisch, en la que vemos un matrimonio de conveniencia y cómo los casados ensayan para vencer el duro interrogatorio de los agentes de inmigración cuya labor es detectarlos.

          Está claro que el sistema aleatorio de selección de candidatos a un interrogatorio de «tercer grado» como el que sufre la pareja protagonista parece tener una sólida base de datos detrás, porque en el drama psicológico, con fuertes dosis de suspense en que se convierte la indagación, se va descubriendo el pasado de él que su pareja actual ignora, lo que, interrogatorio tras interrogatorio, va a dar un vuelco notable a la historia entre ambos: los silencios, las ignorancias, los olvidos, las personas del pasado de él que aparecen sospechosamente en las «confidencias» intencionadas de los agentes, todo se orquesta para que pasen del amor total y la máxima confianza a un principio de sospecha que va creciendo a medida que pasan los minutos.

          La habilidad suprema de los guionistas ha significado un gran triunfo: en la más anodina de las situaciones: pasar el control de pasaportes, vamos a asistir, con la frialdad descarnada de unos funcionarios que hurgan hasta en la ropa interior de los sospechosos, a la narración de una relación amorosa que los funcionarios manosean, pero no distorsionan; usan, pero no inventan; lanzan como ariete, pero no esconden la mano… Y en ese juego terrible en que se desnuda su intimidad —y de poco valen los amagos de protesta de Elena ante lo obvio: los agentes están invadiendo su intimidad y pasándose todas las líneas rojas de sus derechos inalienables como ciudadanos inocentes hasta que se demuestre lo contrario; en ese juego, decía, hay que destacar el poder absoluto que ejercen los funcionarios, en cuya decisión está admitirlos o rechazarlos, ¡y a fe que ambos, Laura Gómez y Ben Temple, dan el papel de una manera ultraconvincente! Lo que sucede, no obstante, es eso: que la pareja está en la famosa «tierra de nadie», algo que ya exploró Spielberg en su película La terminal, y sus «verdugos» tienen una habilidad psicológica endiablada para sacar a los protagonistas no solo de sus casillas, sino incluso para enfrentarlos a raíz de supuestas confesiones que el otro y la otra no han podido oír. En cierto modo, la película tiene un cierto componente de película de terror, porque la opresión del espacio, de la luz, de la reiteración indagatoria son elementos que minan las defensas de los personajes, sobre todo de Diego, aunque ambos sepan cómo salir del paso de las malignas insinuaciones y las fundadas sospechas con que pretenden acorralar a una pareja que, obviamente, ya no volverá a ser la misma tras ese interrogatorio.

          No revelo nada si aplaudo un final excelente, pero es justo reconocerlo. Del mismo modo que queda clara la denuncia sesgada del gobierno usamericano contra los orígenes hispanoamericanos de los candidatos a entrar en el país, y especialmente si provienen de países en crisis, como Venezuela.

Como ópera prima que es, queda claro el enorme potencial de estos autores, porque nada en la película resulta ni forzado ni artificial, sino que, para deleite de los espectadores, vemos la vida misma transcurriendo ante nuestros ojos curiosos y agradecidos.

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