jueves, 25 de septiembre de 2025

«Border» y «Holy Spider», de Ali Abbasi, de prometedora carrera.

Título original: Gräns

Año: 2018

Duración: 101 min.

País:  Suecia

Dirección: Ali Abbasi

Guion: Ali Abbasi, Isabella Eklöf. Novela: John Ajvide Lindqvist

Reparto: Eva Melander; Eero Milonoff; Viktor Åkerblom; Jörgen Thorsson; Ann Petrén; Sten Ljunggren;

Kjell Wilhelmsen; Rakel Wärmländer; Andreas Kundler; Matti Boustedt; Tomas Åhnstrand; Josefin Neldén; Henrik Johansson; Ibrahim Faal; Åsa Janson; Donald Högberg; Krister Kern; Robert Enckell; Elisabeth Göransson; Aksel Dis; Asli Dis; Hugo Ljunggren.

Música: Christoffer Berg, Martin Dirkov

Fotografía: Nadim Carlsen.

 

 




Título original: Holy Spider

Año: 2022

Duración: 117 min.

País: Dinamarca

Dirección: Ali Abbasi

Guion: Ali Abbasi, Afshin Kamran Bahrami. Historia: Jonas Wagner. Biografía sobre: Saeed Hanaei

Reparto: Amir-Ebrahimi; Mehdi Bajestani; Arash Ashtiani; Forouzan Jamshidnejad; Mesbah Taleb; Alice Rahimi; Sara Fazilat; Sina Parvaneh; Nima Akbarpour; Firouz Agheli,

Música: Martin Dirkov

Fotografía: Nadim Carlsen.

 

 

Una emocionante narración sobre la diferencia y la anatomía de un asesino en serie profundamente religioso.

 

 

         

          Si una película me gusta, como sucedió con El aprendiz, suelo recordar el nombre de quien la ha dirigido por si en mi azaroso camino crítico vuelvo a tropezarme con algo suyo. No me extrañó que en los Oscar despreciaran una película que ya el imperio trumpista se había encargado de impedir que se exhibiese en los cines usamericanos, así de veraz era el retrato que Abbasi trazó de un presidente que representa el triunfo de la televisión basura sobre un abonado caldo de cultivo como la corrupción política. Otra película sobre Trump, en realidad sobre su primera victoria presidencial,  Los misóginos, de  Onur Tukel, parece que tampoco tuvo la difusión y el éxito que merecía. Son las temidas circunstancias del «cine político», parece que jamás a gusto de todos… La producción canadiense, sueca, irlandesa y usamericana de la película identifica a Abassi como un director internacional, pues ha rodado bajo bandera sueca, danesa, usamericana y canadiense, algo que, poco a poco, va desdibujando esa entelequia del «cine nacional» de cada país, por más que siga subsistiendo una industria potente en cada uno de ellos que atiende a un publico específico, pero cada vez menos, porque son pocos los directores que no intentan darle una dimensión universal incluso a las historias más locales, algo con lo que todos salimos ganando.

          La carrera de Abassi sigue una línea ascendente que, al estilo de la de Pablo Larraín, lo llevará a convertirse en un director de muy reconocido prestigio, estoy convencido de ello. Aquí voy a prestar atención a se segundo y tercer largometrajes, que no tienen nada que ver entre sí, como tampoco estos con El aprendiz, aunque la calidad formal y temática de todas están en un mismo nivel.

          A través de un relato corto de John Ajvide Lindqvist, escritor también de aquel éxito cinematográfico que supuso Déjame entrar, de Tomas Alfredson, la historia sigue la vida compleja y turbulenta de dos seres fronterizos entre lo humano y lo bestial, uno de ellos, en apariencia una mujer, que trabaja como inspectora de aduanas, y el otro, un ser combativo que reivindica su condición frente al enemigo humano. La historia nos haba vagamente de ciertos experimentos médicos y de seres que nacen con la carencia de algún cromosoma que los aparta de la «normalidad» humana para acabar convirtiéndose en lo mas parecido a seres inquietantes que, compartiendo rasgos humanos, tienen una morfología acorde con otra especie. Los protagonistas, sometidos a un prodigio de maquillaje,  Eva Melander y Eero Milonoff, van a cruzar sus destinos, lo que va a cambiar la vida de Tina, si bien la inquisición sobre quién sea ella y quiénes fueron sus padres, va a formar parte del hilo narrativo, porque a quien ha llamado «papá», y a quien visita en una residencia de ancianos, resulta ser su padre adoptivo, lo que la deja en la temida orfandad de quien, desde niña, se sabe no tanto «diferente» como «extraña», algo que tiene que ver con su propia sexualidad, pero me adelanto y estoy a punto de caer en revelaciones a las que ha de asistir, virginalmente, el espectador. Tina ocupa su puesto porque tiene la extraña habilidad de oler el miedo de la gente y el peligro a ser descubiertos de quienes tienen algo que ocultar. La escena en que «huele» en una cámara la existencia de una tarjeta llena de material pornográfico de pederastas con bebés, un descubrimiento que conduce a una investigación sobre una red bien establecida, esa escena es extraordinaria, porque el sospechoso quita la tarjeta de la cámara e intenta tragársela…

          Tina vive con un criador de perros peligrosos. Estos no hacen distingos con la mujer de su amo, a juzgar por esa violenta escena en que el perro se escapa del amo y se lanza por el pasillo contra ella, quien se salva cerrando la puerta de golpe ante las fauces de la bestia canina. La necesidad de ella, después de cumplir su jornada laboral, de dar un paseo descalza por el bosque, pues viven ambos en una cabaña relativamente aislada del mundo, nos indica claramente que hay una conexión entre ella y la naturaleza que va más allá de lo que solemos entender por darse un «baño de bosque», el ahora tan de moda Shinrin-Yoku japonés.

          Cuando su destino se cruza con el de Vore, a raíz de haber olido ella que era sospechoso y haberlo registrado sin hallar nada, vamos a asistir al inicio de una relación «especial», de «especie», sí, porque ella lo sorprenden en los alrededores del motel donde se hospeda buscando lombrices en los árboles que se lleva a la boca como un manjar exquisito. Del asco inicial que ella siente a la curiosidad que la lleva a probar el supuesto «manjar» va a mediar una sospecha que se irá fortaleciendo a lo largo de la historia, hasta escuchar de labios de Vore una realidad que cuestiona toda su vida: ellos son trolls, no humanos, aunque compartan con estos la vida, si bien siempre como seres marginados y ante los que se experimenta una repugnancia a veces indisimulable. Por abreviar, Vore es invitado por Tina a instalarse, de alquiler, en una cabaña de su propiedad, algo que, sin complacerle a su pareja, tampoco parece alarmarlo mucho. Para abrir boca, y teniendo en cuenta la considerable envergadura de Vore, cuando ambos llegan a la casa de Tina y ven la jaula donde ladran endemoniados los perros peligrosos, Vore se acerca a ella y emite un gruñido de tal magnitud y agresividad que los perros meten la cola entre las iernas y se humillan ante un rival que, por su intimidación, diríase que puede acabar con ellos de un zarpazo. Como preámbulo de hacia dónde progresará la historia se ha de reconocer que impacta. Que luego la relación de Tina y Vore se convierta en una previsible historia de amor entre semejantes, se intuye; pero que esa historia no rehúya la compleja sexualidad de ambos trolls nos va a dejar imágenes aún más impactantes que la del gruñido amedrentador.

          En el curso de la historia, consolidado ya el acercamiento a Vore, Tina toma dos decisiones, echar a su compañero de casa y exigir de su padre una explicación, tras de todo lo que Vore le ha informado, para acabar sentada en un cementerio con lápidas sin nombres donde, supuestamente, yacen las cobayas del poco explicado ensayo genético. Si algún pero pudiera ponérsele a la película es que, después de haber sufrido la epidemia de covid, el argumento no haya ido más por ese lado de la investigación genética, hacia el que estamos, en general, muy sensibilizados. La orfandad de Tina va acompañada de una última revelación: e nombre que le pusieron sus padres: Reva, muy próximo fonéticamente al de Vore.

          La historia de los troll, y más específicamente la de Reva, se cruza constantemente con la línea de investigación de la red de pederastas que trafica con pornografía infantil que no excluye a los bebés, pero como Vore es un troll activista contra la especie humana, se abre un enfrentamiento de perspectivas entre ambos enamorados a partir del «cambiazo» que sufren los vecinos de Tina que acaban de tener un hijo: desaparece su hijo y en su lugar colocan un bebé troll. Y en ese momento, Reva y Vore van a enfrentarse desde la perspectiva del militante y la de a defensora del orden humano en el que Reva es tratada como un ser extraño al que se respeta, pero al que se teme.

          La película tiene una progresión fantástica (y también por el lado genérico…) y la reconciliación de Reva con su naturaleza nos depara imágenes en el bosque y en el agua del lago muy logradas. Recordemos que Reva significa, literalmente, «agua que fluye». Contemplar a los dos trolls en el bosque, o estrechamente abrazados bajo una mesa al sentir un terror ancestral frente a una tormenta, son momentos cinematográficamente impagables. Parece mentira, pero ambos protagonistas consiguen que empaticemos con ellos profundamente, por eso aceptamos que la vieja lucha entre el bien y el mal es algo que va más allá de la especie humana.

          Mi sorpresa está en relación directa con mi admiración, porque, obviamente, no es una película de discursos, sino de reacciones, de miradas, de muchos silencios y de gestos medidos, que no excluyen los particulares modos de relación salvaje entre los trolls. Conseguir tan asombrosa naturalidad con un tema fantástico no está al alcance de cualquier director, de ahí lo muy estimable del trabajo de Abbasi.

          «La araña sagrada», que sería la traducción literal de Holy Spider, se refiere a un asesino en serie que va ejecutando prostitutas en la ciudad santa de Mashhad —si bien la película, por razones obvias, se rodó en Jordania…—, ansioso por liberar los alrededores de la mezquita del imán Reza de la impureza que significa la prostitución. Los asesinatos se suceden, también la inseguridad de las mujeres, y, desde la capital, Teherán, envían a una periodista para que informe in situ de dichos asesinatos. La periodista, que devendrá la protagonista de la trama, junto con el asesino, se convierte en el vehículo idóneo para denunciar la marginación de la mujer y su desvalimiento en un mundo de hombres que, a todos los niveles, pueden disponer de su vida y de su hacienda, como quien dice. El único que salva el decoro es el periodista local a quien el asesino comunica, tras cada asesinato, dónde está el cadáver de la mujer, para que la entierren, que es precepto musulmán de obligado cumplimiento.

          La película adopta el código del thriller de psicópatas asesinos en serie y, a pesar de que conocemos enseguida al asesino y lo vemos actuar con total impunidad, digamos que sus éxitos se van produciendo cada vez con mayor dificultad, por lo que el asesino va incrementando su nerviosismo, preludio de la comisión de algún error fatal que acabe condenándolo. Ese «error» no es otro que la intrépida protagonista, muy en su papel de periodista que se involucra en los acontecimientos, en este caso como «presa», para ir más allá del testimonio y asumir un protagonismo que no se compadece con la profesión, dado que es más propio de la acción policial, como hemos visto en muchas otras películas del mismo género.

          El asesino, casado y con tres hijos, aunque su mujer tiene veinte años menos que él, tiene una decidida voluntad religiosa de «hacer limpieza», pero no es menos cierto que suele ir al quiosco para ver si la prensa habla de él, de «la araña sagrada», que es el mote que le han puesto los periodistas. Se trata de un albañil que, en sus horas libres y mediante ardides para quedarse solo en casa y poder ejecutar, y después esconder, a sus víctimas, se pasea en moto por las zonas donde trabajan las prostitutas y, tras enseñarles el reclamo del dinero con que les pagará, las lleva a su casa y las ejecuta.

          Como la policía anda muy desorientada, la periodista decide hacerse pasar por una prostituta para atraerlo a una emboscada, pero, como sucede en los buenos thrillers, pierde contacto con su apoyo y se queda expuesta a la vesania del psicópata. La actriz, Zar Amir-Ebrahimi, a quien vimos en la película que ella misma dirigió, Tatami, interpreta a una mujer que, además de poner de relieve el insufrible machismo del régimen de los sacerdotes, peca de temeraria, porque, por muy desequilibrado que esté el asesino, no deja de tener una fuerza física ante la que ella puede sucumbir.

          Dejo en stand by el desenlace, porque, además del de su aventura, hay otro, aún más escalofriante, pero eso conviene que lo vean los espectadores para sacar sus conclusiones de lo que es un régimen político teocrático y como afecta a la vida de los súbditos de ese régimen religioso.

          La dirección de Abbasi responde fielmente a las exigencias del género y sabe imprimir la huella del suspense e incluso del terror en ciertas escenas poco gratas de ver. Acompaña muchísimo la veracidad extrema de las víctimas, las prostitutas que se ven obligadas a ejercer, así como la de sus familiares. La periodista, entre ellas, es, claramente, una mujer extraña, de una clase superior, con unas habilidades que están a años luz de la vida misera de esas mujeres humildes y explotadas que luchan meramente por sobrevivir. Hay, pues, no poco de crónica social que pone de relieve el atraso social y la pobreza de amplias capas de la población. Con todo, esperen a ver el segundo y temible desenlace, porque ahí sí que el director se empeña en hacernos olvidar toda esperanza…

 

 

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