Título original: Gräns
Año: 2018
Duración: 101 min.
País: Suecia
Dirección: Ali Abbasi
Guion: Ali Abbasi, Isabella
Eklöf. Novela: John Ajvide Lindqvist
Reparto: Eva Melander; Eero
Milonoff; Viktor Åkerblom; Jörgen Thorsson; Ann Petrén; Sten Ljunggren;
Kjell Wilhelmsen; Rakel
Wärmländer; Andreas Kundler; Matti Boustedt; Tomas Åhnstrand; Josefin Neldén; Henrik
Johansson; Ibrahim Faal; Åsa Janson; Donald Högberg; Krister Kern; Robert
Enckell; Elisabeth Göransson; Aksel Dis; Asli Dis; Hugo Ljunggren.
Música: Christoffer Berg,
Martin Dirkov
Fotografía: Nadim Carlsen.
Título original: Holy Spider
Año: 2022
Duración: 117 min.
País: Dinamarca
Dirección: Ali Abbasi
Guion: Ali Abbasi, Afshin Kamran Bahrami. Historia: Jonas
Wagner. Biografía sobre: Saeed Hanaei
Reparto: Amir-Ebrahimi; Mehdi Bajestani; Arash Ashtiani; Forouzan
Jamshidnejad; Mesbah Taleb; Alice Rahimi; Sara Fazilat; Sina Parvaneh; Nima
Akbarpour; Firouz Agheli,
Música: Martin Dirkov
Fotografía: Nadim Carlsen.
Una
emocionante narración sobre la diferencia y la anatomía de un asesino en serie
profundamente religioso.
Si una
película me gusta, como sucedió con El aprendiz, suelo recordar el
nombre de quien la ha dirigido por si en mi azaroso camino crítico vuelvo a
tropezarme con algo suyo. No me extrañó que en los Oscar despreciaran una
película que ya el imperio trumpista se había encargado de impedir que se
exhibiese en los cines usamericanos, así de veraz era el retrato que Abbasi
trazó de un presidente que representa el triunfo de la televisión basura sobre
un abonado caldo de cultivo como la corrupción política. Otra película sobre
Trump, en realidad sobre su primera victoria presidencial, Los misóginos, de Onur Tukel, parece que tampoco tuvo la
difusión y el éxito que merecía. Son las temidas circunstancias del «cine político»,
parece que jamás a gusto de todos… La producción canadiense, sueca, irlandesa y
usamericana de la película identifica a Abassi como un director internacional,
pues ha rodado bajo bandera sueca, danesa, usamericana y canadiense, algo que,
poco a poco, va desdibujando esa entelequia del «cine nacional» de cada país,
por más que siga subsistiendo una industria potente en cada uno de ellos que
atiende a un publico específico, pero cada vez menos, porque son pocos los
directores que no intentan darle una dimensión universal incluso a las
historias más locales, algo con lo que todos salimos ganando.
La carrera de
Abassi sigue una línea ascendente que, al estilo de la de Pablo Larraín, lo
llevará a convertirse en un director de muy reconocido prestigio, estoy convencido
de ello. Aquí voy a prestar atención a se segundo y tercer largometrajes, que
no tienen nada que ver entre sí, como tampoco estos con El aprendiz, aunque la
calidad formal y temática de todas están en un mismo nivel.
A través de un
relato corto de John Ajvide Lindqvist, escritor también de aquel éxito
cinematográfico que supuso Déjame entrar, de Tomas Alfredson, la
historia sigue la vida compleja y turbulenta de dos seres fronterizos entre lo
humano y lo bestial, uno de ellos, en apariencia una mujer, que trabaja como
inspectora de aduanas, y el otro, un ser combativo que reivindica su condición
frente al enemigo humano. La historia nos haba vagamente de ciertos
experimentos médicos y de seres que nacen con la carencia de algún cromosoma
que los aparta de la «normalidad» humana para acabar convirtiéndose en lo mas
parecido a seres inquietantes que, compartiendo rasgos humanos, tienen una
morfología acorde con otra especie. Los protagonistas, sometidos a un prodigio
de maquillaje, Eva Melander y Eero
Milonoff, van a cruzar sus destinos, lo que va a cambiar la vida de Tina, si
bien la inquisición sobre quién sea ella y quiénes fueron sus padres, va a
formar parte del hilo narrativo, porque a quien ha llamado «papá», y a quien
visita en una residencia de ancianos, resulta ser su padre adoptivo, lo que la
deja en la temida orfandad de quien, desde niña, se sabe no tanto «diferente»
como «extraña», algo que tiene que ver con su propia sexualidad, pero me
adelanto y estoy a punto de caer en revelaciones a las que ha de asistir,
virginalmente, el espectador. Tina ocupa su puesto porque tiene la extraña habilidad
de oler el miedo de la gente y el peligro a ser descubiertos de quienes tienen
algo que ocultar. La escena en que «huele» en una cámara la existencia de una
tarjeta llena de material pornográfico de pederastas con bebés, un
descubrimiento que conduce a una investigación sobre una red bien establecida,
esa escena es extraordinaria, porque el sospechoso quita la tarjeta de la
cámara e intenta tragársela…
Tina vive con
un criador de perros peligrosos. Estos no hacen distingos con la mujer de su
amo, a juzgar por esa violenta escena en que el perro se escapa del amo y se
lanza por el pasillo contra ella, quien se salva cerrando la puerta de golpe
ante las fauces de la bestia canina. La necesidad de ella, después de cumplir
su jornada laboral, de dar un paseo descalza por el bosque, pues viven ambos en
una cabaña relativamente aislada del mundo, nos indica claramente que hay una conexión
entre ella y la naturaleza que va más allá de lo que solemos entender por darse
un «baño de bosque», el ahora tan de moda Shinrin-Yoku japonés.
Cuando su
destino se cruza con el de Vore, a raíz de haber olido ella que era sospechoso
y haberlo registrado sin hallar nada, vamos a asistir al inicio de una relación
«especial», de «especie», sí, porque ella lo sorprenden en los alrededores del
motel donde se hospeda buscando lombrices en los árboles que se lleva a la boca
como un manjar exquisito. Del asco inicial que ella siente a la curiosidad que
la lleva a probar el supuesto «manjar» va a mediar una sospecha que se irá
fortaleciendo a lo largo de la historia, hasta escuchar de labios de Vore una
realidad que cuestiona toda su vida: ellos son trolls, no humanos,
aunque compartan con estos la vida, si bien siempre como seres marginados y
ante los que se experimenta una repugnancia a veces indisimulable. Por
abreviar, Vore es invitado por Tina a instalarse, de alquiler, en una cabaña de
su propiedad, algo que, sin complacerle a su pareja, tampoco parece alarmarlo
mucho. Para abrir boca, y teniendo en cuenta la considerable envergadura de
Vore, cuando ambos llegan a la casa de Tina y ven la jaula donde ladran
endemoniados los perros peligrosos, Vore se acerca a ella y emite un gruñido de
tal magnitud y agresividad que los perros meten la cola entre las iernas y se
humillan ante un rival que, por su intimidación, diríase que puede acabar con
ellos de un zarpazo. Como preámbulo de hacia dónde progresará la historia se ha
de reconocer que impacta. Que luego la relación de Tina y Vore se convierta en
una previsible historia de amor entre semejantes, se intuye; pero que esa
historia no rehúya la compleja sexualidad de ambos trolls nos va a dejar
imágenes aún más impactantes que la del gruñido amedrentador.
En el curso de
la historia, consolidado ya el acercamiento a Vore, Tina toma dos decisiones,
echar a su compañero de casa y exigir de su padre una explicación, tras de todo
lo que Vore le ha informado, para acabar sentada en un cementerio con lápidas
sin nombres donde, supuestamente, yacen las cobayas del poco explicado ensayo
genético. Si algún pero pudiera ponérsele a la película es que, después de
haber sufrido la epidemia de covid, el argumento no haya ido más por ese lado
de la investigación genética, hacia el que estamos, en general, muy
sensibilizados. La orfandad de Tina va acompañada de una última revelación: e
nombre que le pusieron sus padres: Reva, muy próximo fonéticamente al de Vore.
La historia de
los troll, y más específicamente la de Reva, se cruza constantemente con la
línea de investigación de la red de pederastas que trafica con pornografía
infantil que no excluye a los bebés, pero como Vore es un troll activista contra
la especie humana, se abre un enfrentamiento de perspectivas entre ambos
enamorados a partir del «cambiazo» que sufren los vecinos de Tina que acaban de
tener un hijo: desaparece su hijo y en su lugar colocan un bebé troll. Y
en ese momento, Reva y Vore van a enfrentarse desde la perspectiva del
militante y la de a defensora del orden humano en el que Reva es tratada como
un ser extraño al que se respeta, pero al que se teme.
La película tiene
una progresión fantástica (y también por el lado genérico…) y la reconciliación
de Reva con su naturaleza nos depara imágenes en el bosque y en el agua del
lago muy logradas. Recordemos que Reva significa, literalmente, «agua que fluye».
Contemplar a los dos trolls en el bosque, o estrechamente abrazados bajo
una mesa al sentir un terror ancestral frente a una tormenta, son momentos
cinematográficamente impagables. Parece mentira, pero ambos protagonistas
consiguen que empaticemos con ellos profundamente, por eso aceptamos que la
vieja lucha entre el bien y el mal es algo que va más allá de la especie
humana.
Mi sorpresa está
en relación directa con mi admiración, porque, obviamente, no es una película
de discursos, sino de reacciones, de miradas, de muchos silencios y de gestos
medidos, que no excluyen los particulares modos de relación salvaje entre los trolls.
Conseguir tan asombrosa naturalidad con un tema fantástico no está al alcance
de cualquier director, de ahí lo muy estimable del trabajo de Abbasi.
«La araña
sagrada», que sería la traducción literal de Holy Spider, se refiere a
un asesino en serie que va ejecutando prostitutas en la ciudad santa de Mashhad
—si bien la película, por razones obvias, se rodó en Jordania…—, ansioso por
liberar los alrededores de la mezquita del imán Reza de la impureza que
significa la prostitución. Los asesinatos se suceden, también la inseguridad de
las mujeres, y, desde la capital, Teherán, envían a una periodista para que
informe in situ de dichos asesinatos. La periodista, que devendrá la
protagonista de la trama, junto con el asesino, se convierte en el vehículo
idóneo para denunciar la marginación de la mujer y su desvalimiento en un mundo
de hombres que, a todos los niveles, pueden disponer de su vida y de su
hacienda, como quien dice. El único que salva el decoro es el periodista local a
quien el asesino comunica, tras cada asesinato, dónde está el cadáver de la
mujer, para que la entierren, que es precepto musulmán de obligado cumplimiento.
La película adopta
el código del thriller de psicópatas asesinos en serie y, a pesar de que
conocemos enseguida al asesino y lo vemos actuar con total impunidad, digamos
que sus éxitos se van produciendo cada vez con mayor dificultad, por lo que el
asesino va incrementando su nerviosismo, preludio de la comisión de algún error
fatal que acabe condenándolo. Ese «error» no es otro que la intrépida
protagonista, muy en su papel de periodista que se involucra en los
acontecimientos, en este caso como «presa», para ir más allá del testimonio y
asumir un protagonismo que no se compadece con la profesión, dado que es más
propio de la acción policial, como hemos visto en muchas otras películas del
mismo género.
El asesino,
casado y con tres hijos, aunque su mujer tiene veinte años menos que él, tiene
una decidida voluntad religiosa de «hacer limpieza», pero no es menos cierto
que suele ir al quiosco para ver si la prensa habla de él, de «la araña sagrada»,
que es el mote que le han puesto los periodistas. Se trata de un albañil que,
en sus horas libres y mediante ardides para quedarse solo en casa y poder
ejecutar, y después esconder, a sus víctimas, se pasea en moto por las zonas
donde trabajan las prostitutas y, tras enseñarles el reclamo del dinero con que
les pagará, las lleva a su casa y las ejecuta.
Como la
policía anda muy desorientada, la periodista decide hacerse pasar por una
prostituta para atraerlo a una emboscada, pero, como sucede en los buenos
thrillers, pierde contacto con su apoyo y se queda expuesta a la vesania del
psicópata. La actriz, Zar Amir-Ebrahimi, a quien vimos en la película que ella
misma dirigió, Tatami, interpreta a una mujer que, además de poner de relieve
el insufrible machismo del régimen de los sacerdotes, peca de temeraria, porque,
por muy desequilibrado que esté el asesino, no deja de tener una fuerza física ante
la que ella puede sucumbir.
Dejo en stand
by el desenlace, porque, además del de su aventura, hay otro, aún más escalofriante,
pero eso conviene que lo vean los espectadores para sacar sus conclusiones de
lo que es un régimen político teocrático y como afecta a la vida de los
súbditos de ese régimen religioso.
La dirección
de Abbasi responde fielmente a las exigencias del género y sabe imprimir la
huella del suspense e incluso del terror en ciertas escenas poco gratas de ver.
Acompaña muchísimo la veracidad extrema de las víctimas, las prostitutas que se
ven obligadas a ejercer, así como la de sus familiares. La periodista, entre
ellas, es, claramente, una mujer extraña, de una clase superior, con unas
habilidades que están a años luz de la vida misera de esas mujeres humildes y
explotadas que luchan meramente por sobrevivir. Hay, pues, no poco de crónica social
que pone de relieve el atraso social y la pobreza de amplias capas de la
población. Con todo, esperen a ver el segundo y temible desenlace, porque ahí
sí que el director se empeña en hacernos olvidar toda esperanza…
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