«Tira a mamá del tren», de Danny DeVito, una ópera prima de altura.
Título original: Throw Momma From the Train
Año: 1987
Duración: 88 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Danny DeVito
Guion: Stu Silver
Reparto: Billy Crystal; Danny DeVito; Kim Greist; Anne Ramsey; Kate
Mulgrew; Bruce Kirby; Annie Ross; Oprah Winfrey; Rob Reiner; Branford Marsalis;
Joey DePinto; Raye Birk; Olivia Brown; Philip Perlman; Stu Silver; J. Alan
Thomas; Randall Miller; Andre Rosey Brown; Tony Ciccone; William Ray Watson; Larry
McCormick; Peter Brocco; Hettie Lynne Hurtes; Karen J. Westerfield; Stanley L.
Gonsales.
Música: David Newman
Fotografía: Barry Sonnenfeld.
Estrenarse a
lo grande en el cine usamericano, fuera del cauce de las películas independientes,
no es tarea fácil y puede echar para atrás cualquier loable intento de abrirse
camino en una industria tan competitiva. Danny DeVito no solo lo consiguió,
sino que logro atraer a su proyecto a un elenco de actores y actrices que
elevaron la categoría de la empresa a obra muy lograda, lo que se reflejó en la
espléndida taquilla que consiguió, aunque, y aquí viene la cruz, anduvieron muy
divididas las opiniones críticas sobre su calidad. Supongo que sus películas posteriores,
todas ellas de un nivel excelente, debió dejar las cosas en su sitio: La
guerra de los Rose, Hoffa y Matilda.
Es cierto que
la película comienza con una situación muy tópica, el escritor que no alcanza
el éxito y a quien su mujer se lo roba, apropiándose de sus ideas y de un
manuscrito, tras divorciarse de él. Ese escritor sobrevive gracias a una
actividad docente, profesor de creación literaria, que da pie a situaciones de
enorme comicidad y cierta tensión que, en este caso, da pie al desarrollo de la
historia.
Billy Cristal
es el desesperado profesor y escritor, Larry, que se sube por las paredes y
arde en deseos (se dice así, ¿no?) de acabar con su ex, la impostora que se
pasea por los medios y firma ejemplares en colas quilométricas. A su clase
asiste un estudiante muy singular, Danny DeVito, Owen, con muy pocas luces,
pero con una interesante idea que le planteará a su profesor, una vez que haya
podido captar su atención el tiempo suficiente para que este lo considere.
Inspirado en la película Extraños en
un tren, de Hitchcock, Owen, quien vive con una madre tiránica que lo
maltrata psicológicamente, concibe la idea de reproducir ese gentlemen’s
agreement de la película con su profesor de escritura creativa, dada la «necesidad»
que este siente de vengarse de su ex. Ahí el alumno aventaja al profesor,
porque, de repente, se cambian las tornas, a tenor de lo bien planeado que
tiene Owen ese intercambio asesino.
La descripción
de la vida cotidiana de Owen es un argumento de enorme peso para que al
deficiente proyecto de escritor se le haya ocurrido copiar la idea de la película
de Hitchcock, a la que se rinde tributo en esta, proyectando un fragmento. La
madre, la señora Lift, interpretada por
Anne Ramsey, le valió a la actriz una nominación al Oscar, lo cual da a
entender el virtuosismo con que interpretó a la madre más soez, violenta,
malhablada y desagradable de la historia reciente del cine. Pues sí, está
descrita desde una perspectiva del género de terror, y se hace uno cargo
enseguida de que sobrevivir, como lo hace Owen, junto a un ser castrador,
vengativo y miserable necesita buscar una solución urgente, ¡cual sea! Vale
decir que solo por la interpretación de Ramsey merece la pena ver la película;
pero esta nos regala muchas otras situaciones en las que podemos pasarlo
francamente bien, pues se ha derrochado cierto ingenio en el guion para
complicar las dos historias de los asesinatos que han de cumplir el profesor sin
inspiración y el alumno con afán de liberación.
Me ha
recordado la película de Martín Cuenca, El autor, con dos
interpretaciones de mucho mérito, la de Javier Gutiérrez, un escritor sin
inspiración, celoso de los exitosos bestsellers de su ex, y Antonio de la Torre,
como profesor, con un monólogo excepcional que le debió de haber valido un
Goya, desde luego. No sé si en su día se estableció alguna conexión entre esta película
y la de DeVito, pero haberlas, haylas.
A pesar del
retorcimiento cómico de las escenas para acabar con ambas figuras odiadas, la
ex y la madre, la película atiende a otros desarrollos y tiene un último tercio
de película excelente, porque la solución buscada para el desenlace me parece
muy imaginativa, divertida y eficaz, dado el terrible planteamiento del que
parte la historia. Reconozco que no la vi en su momento, ¡aquel ahora lejano
1987!, porque me pareció un simple entretenimiento comercial, ¡y con tantas
obras clásicas pendientes, me tenía prohibida la frivolidad…! Con total
serenidad, y con muchísimas menos obras maestras pendientes…, he de confesar
que he pasado una escasa hora y media fantástica, porque, con el magnífico
sabor que me dejó esa joya que rodó DeVito, Matilda, me senté ante esta
hipérbole con la intuición de que aquella maestría de Matilda por fuerza habría
de manifestare en esta, y así ha sido. Coinciden ambas en la descripción
extrema de dos familias disfuncionales y vulgares hasta la exasperación, los
padres de la incomprendida Matilda y la madre de Owen, y ahí se bordan la
interpretación y, sobre todo, la puesta en escena.
Nadie espere
una comedia maestra, a la altura de las de Billy Wilder, por supuesto, pero hay
un tono de crítica social muy mordaz en esta película que explora, contra la
actual corrección política, sentimientos destructivos hacia vínculos de
naturaleza casi sagrada, como en el caso de la relación maternofilial de Owen y
su madre. El afán de venganza de Larry cae más del lado de los celos profesionales
que del fracaso sentimental, porque el gran fracaso de Larry no es su
matrimonio fallido, sino su nula inspiración para continuar la «gran» novela
que lo saque del anonimato.
A nadie van a
defraudar las secuencias del tren, porque forman parte del modelo que inspira
la historia, y atentos a su particular desarrollo, porque acaba como menos se
espera. Y ahí lo dejo. Que la disfruten, que no todo el cine ha de tener espíritu
trascendental. Y de la cotidianidad también emergen reflexiones de no poco calado
psicológico.
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