sábado, 6 de septiembre de 2025

«El último ‘late night’», de Cameron y Colin Cairnes, o el terror docuestilizado.

 

Una divertida y terrorífica crónica de la friquilandia televisiva nocturna.

 

Título original: Late Night with the Devil

Año: 2023

Duración: 93 min.

País:  Australia

Dirección: Cameron Cairnes, Colin Cairnes

Guion: Cameron Cairnes, Colin Cairnes

Reparto: David Dastmalchian; Laura Gordon; Ian Bliss; Fayssal Bazzi; Ingrid Torelli; Rhys Auteri; Georgina Haig; Josh Quong Tart; Christopher Kirby.

Música: Glenn Richards

Fotografía: Matthew Temple.

 

          Hace mucho tiempo, cuando aparecieron las televisiones privadas, después de muchísimos años de disfrutar de los dos canales, VHF y UHF, de una televisión pública con una calidad que no ha vuelto a tener, nos inundaron con lo que se dio en llamar «telebasura», una de cuyas muestras, al margen de las inefables «mamachicho», fueron los programas trasnochadores y un punto entre gamberros, subidos de tono y mucho de vueltas, que acapararon no poca audiencia y dio pista, o cancha, a personajes de todo tipo, algunos de los cuales aún surfean en las cadenas, como Florentino Fernández o Boris Izaguirre, entre otros, si bien la mayoría de los de relleno, los más extremados, o yacen en el olvido o han desaparecido, como el padre Apeles o  La Veneno, por ejemplo. Esta noche cruzamos el Mississippi fue el primero y luego le sucedió Crónicas Marcianas, el primero presentado por Pepe Navarro y el segundo por Javier Sardà. Acaso la proximidad del cambio de siglo influyera en esa suerte de milenarismo apocalíptico que caracterizaba sus contenidos, donde todo lo zafio superlativo tenía cabida.

          La película de los hermanos Cairnes se nos presenta como la recuperación de una grabación original de un late night del año 77, Late Night with the Devil, a cuyo desarrollo demoniaco podemos asistir casi de forma privilegiada, porque los intento de su presentador por remontar los niveles de audiencia, después de haber luchado en vano contra el show de Johnny Carson,  lo llevan a diseñar una noche de Halloween en la que se asegura que van a entrevistar al mismísimo diablo en persona. La grabación alterna el riguroso directo, en color, y los intermedios publicitarios en blanco y negro, que sirven de crónica no vista de cuanto está sucediendo en las pantallas de los espectadores y en la audiencia en directo del estudio donde se graba el programa. El mismo modelo, en parte, es el que pueden ver ahora, los espectadores que tengan bemoles para ello, en el programa del tal Broncano, o el «bienpagao», porque la escenografía es la misma, con los músicos en directo y con diálogos cómicos entre el director de la orquesta y el presentador del programa.

          Lo primero que se ha de decir es que como película de época, la producción es intachable, y no dejan ningún extremo al azar, ni vestuario, ni maquillaje ni peinados, ni formas de hablar o prototipos que van a acaparar el desarrollo del programa, en el que ni siquiera falta una retrospectiva de una intervención de la mujer enferma del presentador para conseguir remontar esa audiencia: una escena amoroso-compasiva capaz de emocionar al más pintado, si no se intuyera la maldad de origen de la retransmisión. Los primeros y magníficos compases de la película nos van a resumir en muy poco tiempo el nacimiento y la evolución del programa y el presentador, de quien no nos ha de pasar desapercibida su membresía en un club solo reservado a hombres ricos e influyentes cuyos rituales levantan toda clase de rumores.

          El ritmo del programa no decae en ningún momento, y en él vamos a asistir a la intervención de una niña poseída que nos va a remitir enseguida a la famosa película El exorcista, de William Friedkin, y a la de un supuesto mago o ilusionista que combate, desde sus trucos espectaculares, la supuesta verdad de lo paranormal y sus muchos excesos. Que a la niña la acompañe una profesora universitaria especializada, psicológicamente, en esos fenómenos, trata de elevar la altura intelectual del show que no tardaremos en presenciar, y que incluye algunas escenas magníficamente realizadas y muy impactantes, sobre todo la conseguida por el ilusionista que nos hace ver un cuerpo, el del director musical, lleno de gusanos que se desparraman por el escenario cuando este se abre el vientre en dos como las orillas del mar Rojo…

          Sin recordarlo yo de otros roles secundarios en películas que he visto, esta película, que él coproduce, le concede a David Dastmalchian la oportunidad de hacer un protagonista en el que encaja a las mil maravillas y cuya sobresaliente interpretación consigue elevar mucho el nivel de calidad de la misma, porque los hermanos Cairnes han dosificado con mucho mimo la mezcla de comedia y cine de terror clásico, aunque los efectos especiales no aparenten nada del otro mundo…, excepto en lo que tienen de poderes maléficos del infierno, por supuesto. Quienes la vean, no tardarán, cuando lleguen al desenlace, en darse cuenta de por qué es una de las películas favoritas de Stephen King, el creador de Carrie. Y recuerdo que una recomendación suya, de King, favoreció la vida comercial de la excelente película de Caye Casas, La mesita del comedor.

          La vertiente «de época» de la película, a medio siglo de la actualidad de los supuestos hechos, es uno de los puntos fuertes de la obra, y aunque parece que nos habla de ciertas credulidades que pudieran haber quedado superadas por el paso del tiempo, si algo tiene de atractivo el film es que resulta absolutamente moderno, porque esa sed de friquilerias que alimenta un programa como el de Jack Elroy, Night Owls, en 1971, una fecha próxima a los asesinatos con ritual satánico de la Familia Manson, es la misma que alimenta tantísima telebasura como aquellos que la consumen ven cada día.

          No puedo desvelar el desarrollo de esa noche demoniaca, pero sí cabe decir que cumple todas las expectativas catastróficas que puedan imaginarse, con un derroche de ritmo y sorpresa que no se detiene en ningún momento. El enfoque documental del caso supera en imaginación y bien hacer lo que de terror propiamente dicho tiene la película, elementos accesorios que, sin embargo, no defraudarán al aficionado a ese género. La biografía de un fracasado en los media, en un género ínfimo televisivo, como el de los late nigth transgresores que no escandalizan a nadie, tiene muchísimo más interés.

         

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