Una divertida y terrorífica crónica de la friquilandia televisiva nocturna.
Título original: Late Night with the Devil
Año: 2023
Duración: 93 min.
País: Australia
Dirección: Cameron Cairnes,
Colin Cairnes
Guion: Cameron Cairnes,
Colin Cairnes
Reparto: David Dastmalchian; Laura Gordon; Ian Bliss; Fayssal Bazzi; Ingrid
Torelli; Rhys Auteri; Georgina Haig; Josh Quong Tart; Christopher Kirby.
Música: Glenn Richards
Fotografía: Matthew Temple.
Hace mucho tiempo,
cuando aparecieron las televisiones privadas, después de muchísimos años de
disfrutar de los dos canales, VHF y UHF, de una televisión pública con una
calidad que no ha vuelto a tener, nos inundaron con lo que se dio en llamar «telebasura»,
una de cuyas muestras, al margen de las inefables «mamachicho», fueron los
programas trasnochadores y un punto entre gamberros, subidos de tono y mucho de
vueltas, que acapararon no poca audiencia y dio pista, o cancha, a personajes de
todo tipo, algunos de los cuales aún surfean en las cadenas, como Florentino Fernández
o Boris Izaguirre, entre otros, si bien la mayoría de los de relleno, los más extremados,
o yacen en el olvido o han desaparecido, como el padre Apeles o La Veneno, por ejemplo. Esta noche cruzamos
el Mississippi fue el primero y luego le sucedió Crónicas Marcianas,
el primero presentado por Pepe Navarro y el segundo por Javier Sardà. Acaso la
proximidad del cambio de siglo influyera en esa suerte de milenarismo
apocalíptico que caracterizaba sus contenidos, donde todo lo zafio superlativo tenía
cabida.
La película de
los hermanos Cairnes se nos presenta como la recuperación de una grabación original
de un late night del año 77, Late Night with the Devil, a cuyo
desarrollo demoniaco podemos asistir casi de forma privilegiada, porque los
intento de su presentador por remontar los niveles de audiencia, después de
haber luchado en vano contra el show de Johnny Carson, lo llevan a diseñar una noche de Halloween en
la que se asegura que van a entrevistar al mismísimo diablo en persona. La
grabación alterna el riguroso directo, en color, y los intermedios
publicitarios en blanco y negro, que sirven de crónica no vista de cuanto está
sucediendo en las pantallas de los espectadores y en la audiencia en directo
del estudio donde se graba el programa. El mismo modelo, en parte, es el que pueden
ver ahora, los espectadores que tengan bemoles para ello, en el programa del
tal Broncano, o el «bienpagao», porque la escenografía es la misma, con los músicos
en directo y con diálogos cómicos entre el director de la orquesta y el
presentador del programa.
Lo primero que
se ha de decir es que como película de época, la producción es intachable, y no
dejan ningún extremo al azar, ni vestuario, ni maquillaje ni peinados, ni
formas de hablar o prototipos que van a acaparar el desarrollo del programa, en
el que ni siquiera falta una retrospectiva de una intervención de la mujer
enferma del presentador para conseguir remontar esa audiencia: una escena
amoroso-compasiva capaz de emocionar al más pintado, si no se intuyera la
maldad de origen de la retransmisión. Los primeros y magníficos compases de la película
nos van a resumir en muy poco tiempo el nacimiento y la evolución del programa y
el presentador, de quien no nos ha de pasar desapercibida su membresía en un
club solo reservado a hombres ricos e influyentes cuyos rituales levantan toda
clase de rumores.
El ritmo del
programa no decae en ningún momento, y en él vamos a asistir a la intervención
de una niña poseída que nos va a remitir enseguida a la famosa película El
exorcista, de William Friedkin, y a la de un supuesto mago o ilusionista que
combate, desde sus trucos espectaculares, la supuesta verdad de lo paranormal y
sus muchos excesos. Que a la niña la acompañe una profesora universitaria especializada,
psicológicamente, en esos fenómenos, trata de elevar la altura intelectual del
show que no tardaremos en presenciar, y que incluye algunas escenas magníficamente
realizadas y muy impactantes, sobre todo la conseguida por el ilusionista que
nos hace ver un cuerpo, el del director musical, lleno de gusanos que se
desparraman por el escenario cuando este se abre el vientre en dos como las
orillas del mar Rojo…
Sin recordarlo
yo de otros roles secundarios en películas que he visto, esta película, que él
coproduce, le concede a David Dastmalchian la oportunidad de hacer un
protagonista en el que encaja a las mil maravillas y cuya sobresaliente
interpretación consigue elevar mucho el nivel de calidad de la misma, porque los
hermanos Cairnes han dosificado con mucho mimo la mezcla de comedia y cine de
terror clásico, aunque los efectos especiales no aparenten nada del otro mundo…,
excepto en lo que tienen de poderes maléficos del infierno, por supuesto.
Quienes la vean, no tardarán, cuando lleguen al desenlace, en darse cuenta de
por qué es una de las películas favoritas de Stephen King, el creador de Carrie.
Y recuerdo que una recomendación suya, de King, favoreció la vida comercial de
la excelente película de Caye Casas, La mesita del comedor.
La vertiente «de
época» de la película, a medio siglo de la actualidad de los supuestos hechos,
es uno de los puntos fuertes de la obra, y aunque parece que nos habla de
ciertas credulidades que pudieran haber quedado superadas por el paso del
tiempo, si algo tiene de atractivo el film es que resulta absolutamente
moderno, porque esa sed de friquilerias que alimenta un programa como el
de Jack Elroy, Night Owls, en 1971, una fecha próxima a los asesinatos
con ritual satánico de la Familia Manson, es la misma que alimenta tantísima
telebasura como aquellos que la consumen ven cada día.
No puedo
desvelar el desarrollo de esa noche demoniaca, pero sí cabe decir que cumple
todas las expectativas catastróficas que puedan imaginarse, con un derroche de
ritmo y sorpresa que no se detiene en ningún momento. El enfoque documental del
caso supera en imaginación y bien hacer lo que de terror propiamente dicho
tiene la película, elementos accesorios que, sin embargo, no defraudarán al
aficionado a ese género. La biografía de un fracasado en los media, en un género
ínfimo televisivo, como el de los late nigth transgresores que no
escandalizan a nadie, tiene muchísimo más interés.
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