lunes, 9 de mayo de 2016

A Blake Edwards le gusta el rosa: “Operación Pacífico” (más propiamente “Operación enaguas”)




Operación Pacífico o el humor bélico y “rosa” de Blake Edwards, un reparto de lujo inspirado para un guion perfecto.

Título original: Operation Petticoat
Año: 1959
Duración: 124 min.
País:  Estados Unidos
Director: Blake Edwards
Guión: Stanley Shapiro & Maurice Richlin
Música: David Rose
Fotografía: Russell Harlan
Reparto: Cary Grant, Tony Curtis, Joan O'Brien, Dina Merrill, Gene Evans, Dick Sargent, Virginia Gregg, Robert F. Simon, Robert Gist, Gavin MacLeod, George Dunn, Dick Crockett, Arthur O'Connell.

Que Blake Edwards es uno de los maestros de la comedia usamericana está fuera de toda duda. Todo el mundo recuerda enseguida dos de sus obras cumbres: La pantera rosa y El guateque, en ambas con un Peter Sellers que se convirtió en el pilar sobre el que Edwards construyó algunos de sus ingeniosos artefactos cómicos. Que haya dirigido Días de vino y rosas, un espectacular dramón desgarrador sobre el alcoholismo, lo acredita, además, como un cineasta completísimo en cualquier género. Operación Pacífico, cuyo original transcrito literalmente nos da Operación enaguas, que admite el calambur “en aguas”, es una película soberbiamente construida mediante un flash back a partir de la lectura del cuaderno de bitácora del capitán del submarino que hace éste cuando el alto mando ha decidido enviarlo al desguace. El Tigerfish es un  submarino que, botado en 1940, es casi destrozado por la aviación nipone en 1941 en Filipinas. Su capitán lo repara provisionalmente y se propone llevarlo a unos astilleros donde “dejarlo como nuevo” para poder entrar en combate. Que los dos pilares de una película que casi roza la screwball comedy y, en algunos momentos, hasta la slapstick, pasando por lo mejor del vodevil, sean Cary Grant y Tony Curtis, es una garantía de que la risa está garantizada. Es francamente espectacular la llegada del maniquí Curtis al submarino, llevando los palos de golf como parte de su equipaje, mientras sus tripulantes están engrasados de arriba abajo intentando reflotar la nave. Es literalmente asombroso lo poco que necesita un guionista excelente para sacar tantísimo partido de situaciones como la descrita y como las muchas que se suceden, con gags espléndidos, a lo largo de la película, cuyas brillantes situaciones no decaen en ningún momento. Cuando Curtis, vuelve de una misión en tierra con cinco mujeres pertenecientes al ejército, la situación comienza a complicarse bastante más, y aunque la película acusa la época en que fue rodada y los estereotipos de lo masculino y lo femenino se suceden a una velocidad de vértigo, no hay duda de que el guion de Stanley Shapiro y Maurice Richlin, ambos ganadores del Oscar por esa joya de la comedia que es Confidencias de medianoche, consigue que el espectador se divierta permanentemente. La constante falta de suministros en periodo bélico, que justifica buena parte de la trama, es la responsable de que hayan de utilizar una pintura rosa para darle la manita correspondiente al Tigerfish. Los malentendidos constantes que jalonan la trama, con un Cary Grant tan convincente como un Tony Curtis en su mejor momento, el de Con faldas y a lo loco, son un ingrediente fundamental de la película y un aliciente sobrado para pasar una excelente noche con su visionado. La película se inscribe de lleno en lo que casi puede considerarse un subgénero de la comedia, el de ambiente militar, que ha dado películas memorables, como la presente o como aquella gamberrada divertidísima que fue M.A.S.H. La puesta en escena de la película sabe sacar partido, ciertamente, de un espacio tan reducido como el del submarino, aunque alterna con exteriores que facilitan una alternancia a la claustrofobia de la que los guionistas sacan tan buen partido. Que el envaramiento militar trascendental “a lo West Point!” sea exclusivo de la exclusiva Academia permite una serie de bromas sobre la organización y la disciplina castrense que no ensombrece en ningún momento el discurso patriótico de base, de defensa de la institución, máxime, como ocurre con el tiempo histórico de la trama de la película, si se libra una guerra. Este “submarino rosa” bien puede emparentarse con la “pantera”, y si el guionista Richlin fue el creador del inspector Clouseau, no desmerece de él la creación modélica del “bon vivant” encarnado por Tony Curtis. Estamos, así pues, no ante una obra clásica en el sentido en que podemos referirnos a películas como Con faldas y a lo loco o La fiera de mi niña, pero sí ante una comedia dignísima que cumple eficazmente su propósito, arrancar la sonrisa permanente, ¡durante más de 2 horas -que se pasan volando, digo navegando…-¡, y alguna que otra moderada carcajada. 

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