La terapia de grupo como innovación en el tratamiento
de las enfermedades mentales: Los guardianes,
una película con música electrizante de Elmer Bernstein.
Título original: The Caretakers
Año: 1963
Duración: 97 min.
País: Estados Unidos
Director: Hall Bartlett
Guión: Henry F. Greenberg,
Hall Bartlett, Jerry Paris (Libro: Dariel Telfer)
Música: Elmer Bernstein
Fotografía: Lucien Ballard (B&W)
Reparto: Robert Stack, Polly
Bergen, Diane McBain, Joan Crawford, Janis Paige, Van Williams, Constance Ford,
Sharon Hugueny, Herbert Marshall, Barbara Barrie, Ellen Corby, Ana María Lynch,
Robert Vaughn, Susan Oliver, Virginia Munshin
No hace mucho me ocupé de una película, Nido de víboras, que describía, en tan
temprana fecha como 1948, la situación infernal de las instituciones
psiquiátricas en Usamérica, en una película impactante por la crudeza del
escenario, de las situaciones humanas límite que se reflejaban en ella y de
cierta insensibilidad respecto de las dolencias mentales. De hecho, la historia
de los trastornos mentales y de los tratamientos empleados en ellos es,
literalmente, una historia de terror, y no hace falta haber leído Historia de la locura en la época clásica
de Foucault para conocer las barbaridades que se han cometido siempre con los
enfermos mentales en los lazaretos donde han sido recluidos como verdaderos
apestados. Los cuidadores es una película sobria y eficaz, con un blanco y negro de
Lucien Ballard, digno del mejor cine negro policiaco -fue nominada para el
Oscar a la mejor fotografía- y una interpretación muy ajustada tanto de los
protagonistas como de las secundarias que
permiten dotar de un realismo total a la trama. La historia gira en
torno a un doctor que propone la terapia de grupo y la desestigmatización del trastorno
mental, algo así como la antipsiquiatría que se pondría de modo a partir, sobre
todo, de finales de los años 60, poco después de esta película, y que proponía
reintegrar, con ciertas condiciones, a los enfermos mentales a la sociedad,
como eje del tratamiento a las internas de la institución mental, si bien ha de
vencer no pocas resistencias, la primera de las cuales es la de la responsable
de las enfermeras, que descree totalmente de tales métodos innovadores. Los cuidadores fue, a título anecdótico,
la primera película que se vio en el vestíbulo del Senado, a requerimiento del
presidente Kennedy, poco antes de intentar aprobar la ley sobre salud mental,
que no recibió ningún voto en contra. Hace poco, en Trumbo, ya vimos cómo la
presencia de Kennedy en el cine para ver y elogiar Espartaco fue determinante a
la hora de iniciar el declive de la influencia social y moral del fascista senador McCarthy en la sociedad
usamericana. He de reconocer que la terapia de grupo no era, ciertamente, en
aquellos años, algo tan normal como ahora lo podemos considerar, de ahí la
enemiga de los otros representantes de la institución, dado que, para
practicarla, se ha de tener una cierta mano izquierda y una confianza enorme en
las posibilidades de mejora o curación de las pacientes. Robert Stack, después
famosísimo en la serie televisiva Elliot
Ness y los intocables, realiza una admirable labor, si bien su atención
preferente hacia una de las enfermas choca, en buena medida, con la dedicación
al resto. De todos modos, se trata de un caso a través del cual, profundizando
en él, puede extrapolarse el beneficio de la terapia. Polly Bergen cumple
exquisitamente su cometido y le da a Stack una réplica más allá de la suya. A
la conjunción de factores que siempre suele producirse para crear una película
excelente, hemos de sumarle la música inquietante y electrizante de Elmer
Bernstein, un poderoso instrumento de desasosiego que se revela eficacísimo
cuando la interna logra escabullirse del control de las enfermeras y acaba en
el pabellón de los hombres, dando pie a unas secuencias de auténtico cine de
terror en las que la música, por sí sola, es capaz de transmitirlo. Me ha
gustado, y a buen seguro que le resultará interesante a cuantos el problema de
las enfermedades mentales les sea un tema cercano o de su interés. El cine,
desde siempre, le ha dedicado una atención preferente, y había escenas de esta película
que recordaban mucho a Alguien voló sobre
el nido del cuco, por ejemplo. Téngase presente, con todo, la fecha de una
y otra, y se advertirá lo adelantada que esta película era para su época,
aunque, dada la excelente escuela del blanco y negro del cine negro de los años
40 y 50, diríase que es anterior al año de su realización, 1963. Dejo para el
final lo que, en orden lineal debería haber aparecido al principio: los magníficos
títulos de crédito de Irving Block sobre pinturas suyas que crean una atmósfera
sombría y próxima al delirio mental que nos mete en situación desde los primeros
compases de la impactante música de Bernstein que los acompaña.
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