Entre el Cluedo,
la inminente Agatha Christie y el vodevil, una película de intriga
perfectamente sostenida y con un final apoteósico que compite de tú a tú con
las escenas del tsunami de Lo imposible.
Una noche misteriosa o una
interminable galería de sospechosos…
Título original: One Exciting
Night
Año: 1922
Duración: 128 min.
País: Estados Unidos
Dirección: D.W. Griffith
Guion: D.W. Griffith
Música: Película muda
Fotografía: Irving B. Ruby, Hendrik Sartov (B&W)
Reparto: Carol Dempster, Henry Hull,
Porter Strong, Morgan
Wallace, Charles Croker-King, Margaret
Dale, Frank Sheridan, Frank Wunderlee.
He de reconocer que,
subido a la cinta de correr y habiendo palpado el bolsillo del pantalón de
deporte sin encontrar en él los auriculares que me permiten oír las películas o
las diversas músicas, hube de improvisar si no quería quedarme sin mi ración de
entretenimiento que me aliviase el duro ejercicio atlético. “¡Una película muda!”,
me dije. Y, ya puestos, nada mejor que algo de unos de los padres fundadores
del cine, D.W. Griffith. Una noche
misteriosa comienza con el ruego encarecido a la audiencia de que no revelen,
después de haberla visto, quién es el “asesino”, puesto que hay asesinatos,
pero no solo. Recuerda el aviso que se hace al final de La ratonera, de la Christie, que todos los públicos han respetado
escrupulosamente. Lo primero que he de decir es que ni en Filmin ni en IMDB es posible que la hayan
visto completa, porque le asignan 128 minutos en vez de los 143 que tiene. Dado
el metraje, he tenido ocasión de verla en tres tandas, durante tres días de
entrenamientos. En la medida en que es una película tan larga, no extraña que
la acción se remonte al fallecimiento de la madre de la criatura en África tras
el parto y a la adopción forzada, como
propia suya, de dos supuestos amigos de la madre. Un criado negro, sin embargo,
recoge del suelo un camafeo con el retrato de la madre auténtica, el cual “obrará”
en la trama hacia el final, cuando se resuelvan las muchas establecidas en la
película. En esencia, la película, al margen del misterio, es una película de
amor, de chantaje y policiaca que transcurre casi enteramente en una mansión de
tipo gótico llena de trampas, paneles secretos y personajes de baja catadura
moral que han escondido en ella un botín de medio millón de dólares. La
cantidad de malentendidos que se producen en la obra, como que el mayordomo
recoja la caja donde está la saca del dinero cubierta de papeles viejos y la
esconda tras un panel al lado de una pared falsa del salón forman parte de un
crescendo que se multiplica con la aparición de personajes sospechosos que da
la impresión de que aparezcan con las peores intenciones. El planteamiento es
muy clásico y, en él, a los criados negros, sobre todo Romeo, un cobardica
enamorado, les toca el papel de “graciosos” que cumplen a la perfección pero
que, al mismo tiempo, nos evidencian una discriminación racial insoportable,
porque se trata de lo que los usamericanos llaman black-faced, como Al Jolson en El
cantante de Jazz. No es el único, además. Y resulta difícil imaginar la razón de ello, aunque ese
carácter auxiliar en la trama de los graciosos nos habla de un desprecio
evidente hacia los negros en el mundo de los blancos. De todos modos, esos personajes,
encarnados ya por actores negros, como en Lo
que el viento se llevó, por ejemplo, constituyen un “característico” de
muchas tramas, básicamente sureñas. La joven, que sufre horrores por el hecho
de que su madre la desprecie, ¡qué imágenes tan espectaculares cuando la
madre/ladrona intenta acariciarla con no poca reticencia para que acepte un
matrimonio de conveniencia con un hombre demasiado maduro para ella que la
sorprendió robando un carísimo reloj en una reunión de sociedad! La reacción de
casi deliquio de la joven al sentirse amada por primera vez es estupenda. La
aparición de un joven propietario de la mansión cercana en un party al aire libre provoca un flechazo
inmediato entre los jóvenes y, a partir de ahí, ante las suspicacias del maduro
galán que intuye rápidamente que se le puede escapar la presa, comienza una
serie de maquinaciones, por parte de todos los personajes que se centrarán en
la invitación a la velada en casa del protagonista. De hecho, la trama
delictiva del dinero robado es ajena a todos ellos, pro no impide que los
facinerosos que lidiaron sus cuentas a tiros en el piso superior, hagan lo posible
y lo imposible por encontrar el dinero, entrando en la casa subrepticiamente y
enfrentándose, entre ellos y con los visitantes. Como hay, según he dicho,
muchas tramas paralelas, se ha de destacar la capacidad de Griffith para “descolocar”
al espectador, no por darle pistas falsas, sino sencillamente porque los
espectadores no entienden los motivos de determinados “movimientos” e los
personajes. Eso sí, el aura de amenaza constante, la muerte de quien reconoce
al enmascarado armado y la decidida intervención de la policía, con un
inspector irónico y mordaz le añaden, sobre todo en la última hora, una aceleración
a la historia que ha de estar uno muy atento a los rótulos para no perderse
nada de cuanto pasa. La película no se conserva en su mejor estado, y el blanco
y negro tiene algunos deterioros lumínicos que, a veces, dejan demasiado en
sombra partes exteriores del plano, pero en lo que sí me entretuve fue en ir
contando los cambios de plano, de corto a medio y largo, lo que crea un ritmo
que “anima” la función y hace desear enterarse de una vez por todas de quién es
el desaprensivo a quien endosarle el robo del dinero y las dos muertes. En los
últimos minutos de la película, sin embargo, es donde se halla la gran sorpresa
de esta película y la razón por la que no está de más visitarla y recrearse en
una obra comercial pero hecha con una técnica y con un gusto exquisitos: La persecución
del maleante a través de un tornado, con las peligrosas alternativas de los
objetos, ramas y árboles amenazando la integridad física de los personajes,
amen de la inclusión del gracioso Romeo, que pone el contrapunto humorístico de
su susto y su cobardía son arrebatadoramente espectaculares. Teniendo en cuenta
el nivel de los efectos especiales de la época, la veracidad del tornado, las
alternativas del destino aciago de la protagonista, a punto de sucumbir bajo la
caída de un árbol, crean un suspense totalmente hitchcockiano que los espectadores
contemplan arrebatados. Pues sí, la película es larga, nadie lo duda, pero
si correr en la cinta, bien merece un
visionado una tarde de sábado lluvioso…
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