lunes, 22 de octubre de 2018

«Undertow», de William Castle, un maestro artesano.



Un off off Big Hits del cine negro usamericano de manual, más la primera aparición de Roc (sic) Hudson en los títulos de crédito.

Título original: Undertow
Año: 1949
Duración: 71 min.
País: Estados Unidos
Dirección: William Castle
Guion: Arthur T. Horman, Lee Loeb (Historia: Arthur T. Horman)
Música: Milton Schwarzwald
Fotografía: Irving Glassberg, Clifford Stine (B&W)
Reparto: Scott Brady,  John Russell,  Dorothy Hart,  Peggy Dow,  Bruce Bennett,  Gregg Martell, Robert Anderson,  Dan Ferniel,  Rock Hudson,  Charles Sherlock. Roc Hudson.

Explorar la época del cine negro de los 40 y 50, cuando se producían en serie thrillers para abastecer un mercado en permanente expansión depara sorpresas como esta Undertow, “Resaca”, en la que la primera sorpresa nos la dan los títulos de crédito cuando vemos aparecer en el reparto a un catalanizado Roc Hudson. Uno se pregunta si será o no será el gran mito de la pantalla, pero lo cierto es que sale en tan breve aparición que apenas le da tiempo al espectador a identificarlo. Suerte que puede uno luego pasar la película con el cursos sobre las imágenes hasta detectar el momento exacto en que sale, dice dos frases y desaparece…, minuto 54’46, momento que el propio Hudson debió de contemplar en el cine decenas de veces, como suelen hacer los actores en sus comienzos. La película comienza con el afán de redención de un exconvicto que pretende instalarse como gerente de un motel con varios alojamientos en la montaña, lo cual le financia su padre con sus ahorros. En el ínterin de volar a Chicago, donde le espera su prometida, hija de un mafioso, conoce a una maestra en una sala de jugo en Reno, con quien coincide después en el vuelo. Desde ese comienzo, la cámara nos muestra ya unos excelentes planos de Reno, así como el ambiente de una sala de juegos, algo muy popular, alejado de la sofisticación que supondría Las Vegas muy poco tiempo después, a partir de 1950. La captación de la vida callejera es algo que observaremos, después, en Chicago, y añaden a la película una excelente puesta en escena para secuencias como el seguimiento del que es objeto el protagonista, una vez que le han preparado una encerrona para hacerle aparecer culpable de la muerte de un mafioso con quien tuvo algo que ver cuando fue condenado. William CAstle, que es el director favorito de Robert Zemeckis y de John Waters, lo cual nos indica claramente, sobre todo por este último, que adoraban en William Castle al rey de las performances ingeniosas con que intentaba explotar comercialmente sus películas de serie B. Castle es bien conocido entre los cinéfilos por haber tenido la intuición de comprar los derechos de adaptación cinematográfica de La semilla del diablo, y aunque él se ofreció a los estudios para dirigirla, acabó aceptando el papel de Productor. Buena parte de sus películas pertenecen al género del terror y he leído que Hitchcock se decidió a rodar Psicosis cuando advirtió el éxito de esas películas de Castle y de las de Roger Corman, otro maestro del terror. Undertow, sin embargo, no es ningún experimento, sino una incursión ultracanónica en un género, el del thriller, que Castle respeta escrupulosamente y en el que consigue, no solo unas secuencias magníficas de exteriores en Chicago, con planos generales en los que los personajes entran como parte de la vida de la ciudad, antes de llegar a planos más cortos en los que se dilucida un interesante juego de traiciones que, y eso es un grave defecto de la película, los espectadores intuyen desde que la novia del protagonista, hija del acaudalado mafioso cuya muerte le quieren endosar al exconvicto, cuelga el teléfono después de hablar con el y exhibe un gesto de frialdad hipersospechoso. El duelo entre la femme fatale, Dorothy Hart (la Jane de Lex Barker) y la esposa ideal, Peggy Dow, quien debuta en la pantalla, se resuelve cinematográficamente a favor de la primera, por su poderosa presencia, y, moralmente, a favor de la segunda, pues será la maestra quien acoja al perseguido por la Justicia y contribuirá a que pueda demostrar su inocencia, un cometido lleno de alternativas, avances y retrocesos que mantienen en vilo a los espectadores durante el corto metraje de la película, porque la cinta no se pierde en divagaciones: va al grano y el ritmo eficacísimo que imprime el director acaba otorgándole a la película algo más que los galones meritorios de la serie B “de culto”… Una de las escenas, en la que el fiel empleado negro del mafioso asesinado persigue a uno de los involucrados en su asesinato a través de un pasillo en el garaje subterráneo, a pesar de llevar tres balas en el cuerpo, es verdaderamente escalofriante, sobre todo por la elipsis final, cuando, habiéndose metido en un callejón sin salida, el mafioso es absorbido por la negrura del último rincón en la que ingresa el malherido y fiel criado para darle al mafioso su merecido… El nivel medio del reparto es excelente, tanto el policía amigo de la infancia, como cualquiera que aparezca, en labores de secundario, para imprimirle a la película una veracidad que el genero exige, sobre todo en el campo de los malvados, donde la novia traidora destaca con luz propia. Hay incluso una cierta elegancia en el vestuario y en la búsqueda de exteriores que realzan muchas escenas. Porque a Castle no le falta gusto  para el encuadre o para ciertas tomas nocturnas tan propias del género, con sus juegos de sombras expresionistas. Sí, es una película como muchas otras que forman parte de una producción tan extensa que casi exige una investigación de muchos años para establecer la nómina definitiva de todo lo mucho bueno que se rodó en ese género negro, y que ha permitido, con pequeñas aportaciones de todos, películas maravillosas que han pasado a la historia del cine, como Laura, El halcón maltés, Sed de mal, Perdición y un largo etc.

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