Extraña y efectiva mezcla de tragedia chespiriana con
trasfondo musical. Noche de pesadilla
o cómo el mal urde sus tretas sobre el frágil tapiz de las parejas interraciales
en los años 60.
Título original: All Night
Long
Año: 1962
Duración: 91 min.
País: Reino Unido
Dirección: Basil Dearden
Guion: Nel King, Paul Jarrico
Música: Philip Green
Fotografía: Edward Scaif
Reparto: Patrick McGoohan, Keith Michell, Betsy Blair,
Paul Harris, Marti Stevens,
Richard Attenborough, Bernard
Braden, Harry Town, María Velasco.
Curiosa y claustrofóbica
película rodada por Basil Dearden en un espacio único en el que un rico
aficionado al jazz ha preparado una fiesta sorpresa para celebrar el primer
aniversario de la boda de dos estrellas del jazz, la cantante Delia Lane y el
pianista Aurelius Rex. La primera, interpretada por la cantante Marti Stevens;
el segundo, por el actor Paul Harris. La presencia de la música en la fiesta es
constante y está ejecutada por primerísimas figuras del jazz del momento: el elegante
pianista Dave Brubeck, el saxo alto John Dankworth, autor de importantes bandas sonoras, el contrabajista
Charlie Mingus, el trompetista Bert Courtley, el trombonista Keith Christie y
el guitarrista Ray Dempsey, entre otros. Con esa fondo musical continua, el
alma de la fiesta, un impecable Richard Attenborough va y viene ejerciendo de
anfitrión e involuntario animador del intento de un músico por conseguir que la
esposa de Rex, que se ha retirado de los escenarios para acompañar a su marido
en sus guras, vuelva a ellos, lo que le permitiría lograr un ventajoso
contrato. ¿Y de qué manera puede conseguir ese objetivo mercantil? Exacto, malquistando
al músico rival para hacerle creer que la buena amistad entre el director
musical de su grupo y s mujer va más allá de los límites de la amistad para
caer en el adulterio. El ser sin escrúpulos capaz de esa sucia jugada no es
otro que un extraordinario Patrick McGoohan, uno de los grandes villanos del
cine, por su especial mirada ávida y traicionera, y su capacidad para fingir
extrema lealtad siendo el más deleznable de los traidores. Keith Mitchell, que cede al ofrecimiento de
fumarse un porro con el traidor, de modo que este pueda acusarlo después de
haber recaído en la drogadicción, representa a la perfección la otra parte del supuesto
triángulo amoroso que el malquistador se esfuerza toda la noche en urdir para
conseguir su propósito comercial, aunque el resultado sea justo el contrario al
perseguido. Aunque rodada en un set único, dividido en varios espacios
independientes, como la sala donde se planifica la traición, Basil Dearden
logra un ritmo de realización que consigue “esponjar” la narración y evitar l
claustrofobia del reducido lugar. A ello contribuye no poco el hecho de rodar
en plano-secuencia con la todopoderosa presencia de los músicos en el plano con
su poderosa banda sonora. La alternancia entre las secuencias musicales y el
plan descabellado del batería que quiere envenenar la relación entre los
esposos, felices ambos en su primer aniversario, es un factor dinamizador de la
narración de primera magnitud. Un malvado que ya ha destrozado su matrimonio
con una Betsy Blair que no duda, llegado el momento, en denunciar la vileza y
las mentiras de su propio marido, al que, sin embargo, aún sigue queriendo. Lo
interesante de la película es que todo sucede, junto a los compases del
cool-jazz, en una suerte de tono menor. La tragedia se va gestando poco a poco,
y ahí radica, si acaso, el único pero que puedo ponerle a la película: que el
nerviosismo del antagonista, su ansiedad y su temor explícito no salten a la
vista al resto de personajes como sí les salta a los espectadores, que corren el
riesgo de acusar esa diferencia de percepción y entenderla como una falta de
verosimilitud. Claro está que los espectadores sabemos los motivos del música
traidor -entre los cuales no es imposible descartar que esté también enamorado
de la cantante- y no los personajes, pero hay comportamientos y comportamientos,
y McGoohan exagera algunos e tal modo que por fuerza ha de resultar sospechoso
a quienes luego se dejan convencer por sus artimañas. La película bien puede
ser considerada una rareza, e ignoro si, en su día, se estrenó en España, pero
puedo asegurar que, a poco que se sea aficionado al jazz, la película satisfará
totalmente las expectativas de quienes se acerquen a ella. Basil Dearden es muy
cuidadoso con las interpretaciones, y aquí lo demuestra con creces. Y de ahí el
magnífico reparto, en el que hasta los propios músicos, haciendo de sí mismos,
parecen consumados actores. Insisto, no es una película musical y, sin embargo,
la música es, podríamos decir, el nervio central de la trama y una maravillosa
presencia que satisface los paladares musicales más exigentes. Se trata de algo
así como una magnífica jam session...
En fin, aquí la dejo reseñada para levantar acta de su existencia y llamar la
atención de los aficionados al doble género: la música y la tragedia.
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