martes, 18 de junio de 2019

«Los hermanos Sisters», de Jacques Audiard, una mirada europea al western.



El drama familiar, la comunión comunista con la naturaleza, la fiebre del oro  y el crepúsculo de la violencia en un western crepuscular: Los hermanos Sisters o los caminos transversales de un género aún sujeto a reescritura.

Título original: The Sisters Brothers (Les Frères Sisters)
Año: 2018
Duración: 121 min.
País: Francia
Dirección : Jacques Audiard
Guion : Jacques Audiard, Thomas Bidegain (Novela: Patrick Dewitt)
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Benoît Debie
Reparto: Joaquin Phoenix,  John C. Reilly,  Jake Gyllenhaal,  Riz Ahmed,  Allison Tolman, Rebecca Root,  Jóhannes Haukur Jóhannesson,  Ian Reddington,  Philip Rosch, Rutger Hauer,  Carol Kane,  Creed Bratton,  Duncan Lacroix,  Niels Arestrup.

A pesar de que, para mi gusto, la película se ha pasado de oscuridad para la imagen, que desdibuja los contornos de personas y cosas, como si el hecho de filmar un western crepuscular hubiera de tener una correlación por la parte lumínica, lo que, dadas mis cataratas, me producía a veces cierta angustia visual, he salido de la contemplación de la película con la convicción de haber visto un  western de esos que solíamos llamar, si eran de Ford, “legendarios”. Es cierto que Sin perdón, de Eastwood, tiene una estética muy parecida, carencia de iluminación incluida, pero me parece que lo que yo he denominado “mirada europea” al western se aprecia muy bien en esta película de Audiard, que, aun  rindiendo culto a los motivos específicos del género, va más allá y se adentra en unas variantes temáticas que incluye un aspecto tan y tan europeo como las utopías socialistas, los falansterios de Fourier o la Nueva Icaria de Cabet. Que esa aventura socialista se mezcle, además, con la fiebre del oro, acaba dándole a la película una dimensión que un western esquemático no suele tener. Si pensamos en su película Un profeta, de ambiente carcelario, otro género bien definido en la Historia del cine, advertimos que en ella hay una suerte de código del western trasladado al género carcelario, de ahí que no nos sorprenda ahora, en buena ley, que Audiard se haya desempeñado tan bien en el género, rodado, como cabía esperar, en inglés y con actores norteamericanos básicamente. La obra responde al empeño personal del actor John C. Reilly -magistral en Un dios salvaje, de Polanski-, quien compró los derechos de la novela y ha producido esta adaptación brillante a la que le costará ir haciéndose con el público, poco propenso últimamente a las delicatessen psicológicas en las que se recrea el autor a través de dos pistoleros a sueldo que han de buscar a un químico que ha descubierto lo que parece ser la piedra filosofal para el negocio de la búsqueda de oro en los ríos auríferos. La película se abre con una emboscada en plena noche, y en la que solo percibimos las detonaciones y los destellos luminosos de la balacera que les permite a ambos hermanos realizar uno de sus salvajes trabajos. El concepto que suele emplearse para este tipo de películas en las que la acción deriva hacia la primacía de los conflictos psicológicos sobre la acción pura y dura, como los tiroteos, persecuciones, etc., es «intimismo», y, en este caso, afecta a dos parejas, por un lado a los paradójicos hermanos Sisters, dos sujetos diametralmente opuestos: delicado y cortés, uno; salvaje y descarnado, el otro, aunque ambos sean asesinos profesionales conscientes de su fama de tales, de la que se vanaglorian en algún momento en que resuelven, gracias a ella y al amedrentamiento subsiguiente, algún enfrentamiento. La otra pareja es la del “perseguidor” del químico, también a sueldo del mismo patrón que el de los hermanos pistoleros, razón por la cual hay un nexo entre él y los Sisters, y el propio químico. Los miembros de esta pareja son un enamorado del periodismo y un socialista utópico que busca crear en Usamérica el primer falansterio usamericano siguiendo las doctrinas de Fourier, eminente socialista utópico. Para crear ese sueño, para hacerlo realidad frente a la chata cotidianidad en la que se mueven, el químico ha descubierto un método de búsqueda de oro en el agua que permite, por contraste, identificar enseguida las pepitas de oro que brillan en el lecho del río, un efecto fílmico impresionante en el marco de unos sucesos terroríficos con los que contrasta inmediatamente y que por él mismo vale ya el disfrute de ver toda la película. Esas secuencias son una maravilla, no solo por los efectos conseguidos, sino porque advertimos a qué conduce la típica avaricia que rompe el saco, y se trata de unas circunstancia atroz, muy del gusto, no obstante, de Audiard, muy amigo de incluir siempre en sus películas una violencia desgarradora que afecta a los personajes, después. De hecho, la película se abre con ese tiroteo, al que le seguirán otros, todos ellos muy conseguidos. Pero también hay momentos espectaculares como la estancia en el burdel donde tiene lugar una de las escenas más líricas de la película, de una delicadeza que contrasta con la rudeza de los pistoleros y la agresividad de las relaciones a lo largo de la historia. Esa delicadeza solo es comparable a la evolución de la relación entre el seguidor de los pasos del químico, tras del que andan los hermanos, quienes, a su vez, acabarán siendo seguidos por otros hombres de su jefe, ante la sospecha de haber sido traicionado, lo que motivará un deseo de venganza contra él que sirve de motivo dinámico de la narración, aunque los sucesos que tienen lugar hasta entonces, llevan la película por derroteros que nos colman de interés por la evolución de la trama. Con decir que la acción llega hasta San Francisco y que los rudos hermanos Sisters se hospedan en un refinado hotel, después de haber llegado con sus caballos junto a la orilla del mar, como un eco del romance cuya existencia seguro que Audiard desconoce: el  Romance del Conde Arnaldos, uno de los más bellos de nuestro Romancero, auténtica joya de la literatura universal. En esa cadena de seguidores en la que unos y otros se tienden asechanzas de continuo, el espectador nunca tiene claro, sin embargo, de qué lado se decantarán los personajes, y ni siquiera si entre los hermanos estallará la violencia y se enfrentarán entre ellos -pues tan distintos se reconocen el uno del otro- o si entre el frustrado periodista y el químico se forjará una alianza ideológica y una comunión de intereses comunistas. La historia, así pues, progresa de un modo imprevisible casi hasta el final, cuando la cara paradójica de la derrota e convierte en una victoria, y no  explico más para no chafársela a los espectadores futuros que, a duras penas, lograrán verla en una pantalla, como el cine de verdad exige, a juzgar por la rapidez con que va desapareciendo de las pantallas. Hay una exaltación constante de la naturaleza y de la vida en libertad que entronca directamente con lo mejor de la tradición del western. ¡Nada como ser un jinete que atraviesa el espacio majestuoso de una naturaleza bellísima y dispone de un arma con la que defender su integridad física y su libertad de movimientos! De hecho, una de las escenas más conmovedoras de la película es la muerte del caballo del protagonista… Del lado del anecdotario, pero también como signo de la cercana extinción de un way of life profundamente usamericano cae el descubrimiento del cepillo de dientes y de la pasta dentífrica, así como las comodidades de aseo de un hotel lujoso, por ejemplo. Sobre las interpretaciones cabe decir que son el eje fundamental sobre el que se asienta la película, porque no solo Reilly está espléndido, sino que su violento hermano, Joaquin Phoenix,  le da el contrapunto idóneo para forjar una “unidad familiar” indestructible pero sujeta a crisis; del mismo modo que  Jake Gyllenhaal y  Riz Ahmed construyen una pareja intelectual fantástica, casi el revés de la de los pistoleros. A pesar de esa suerte de penumbra constante en la que se ha rodado la película, la puesta en escena, el vestuario y una banda sonora muy sugerente contribuyen a dotar a Los hermanos Sisters de una poderosa personalidad , lo que la convierte en una innovadora y espléndida revisitación del género.

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