Entre Allen y Rohmer, una exploración de los destinos
humanos y la desorientación vital…
Título original: Frances Ha
Año: 2012
Duración: 86 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Noah Baumbach
Guion: Noah Baumbach, Greta Gerwig
Fotografía: Sam Levy (B&W)
Reparto: Greta Gerwig, Mickey Sumner, Adam Driver, Michael Esper, Grace
Gummer, Charlotte d'Amboise, Michael Zegen, Patrick Heusinger, Justine Lupe
Título original: The Meyerowitz
Stories
Año: 2017
Duración: 110 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Noah Baumbach
Guion: Noah Baumbach
Música: Randy Newman
Fotografía: Robbie Ryan
Reparto: Adam Sandler, Ben Stiller, Dustin Hoffman, Grace Van Patten,
Elizabeth Marvel, Emma Thompson, Candice Bergen, Adam Driver, Sakina Jaffrey,
Rebecca Miller, Danny Flaherty, Mickey Sumner, David Cromer, Andre Gregory,
Matthew Shear, Annabelle Dexter-Jones, Adam David Thompson, Sigourney Weaver,
Ronald Peet, Hannah Mitchell, Judd Hirsch, Josh Hamilton, Gibson Frasier,
Jordan Carlos, Benjamin Thys, Lyne Renee, Gayle Rankin, Michael Chernus, Cindy
Cheung, Mandy Siegfried, Victor Cruz, Joel Bernstein, Jerry Matz, Carlos Jacott.
Baumbach
es un director «de moda» por su última película Historia de un matrimonio,
sobre el proceso de divorcio de una pareja de artistas a la búsqueda del éxito
individual. Como ya la he criticado en este Ojo, no insistiré sobre lo
que, a mi entender, es una obra fallida, con una sola escena de las de descubrirse ante los intérpretes... Prefiero centrarme en dos películas,
una reciente, coral, y la otra más antigua, aunque Baumbach es, en términos de
Historia del Cine, un autor recentísimo. Su ascendencia autoral está definida
por Woody Allen, de un lado y por la Nouvelle Vague y Eric Rohmer, por
otro. De hecho, uno de sus hijos, ignoro si por esa devoción, se llama Rohmer.
Señalado
el marco “artístico” y centrados en un escenario propio de Allen, Brooklyn, Nueva
York, cualquier espectador ya sabe lo que puede esperar de unas historias
centradas en la clase media alta de profesiones liberales y artísticas. En The
Meyerowitz Stories, Baumbach nos cuenta la historia de un artista importante,
pero no lo suficientemente reconocido, en cuyo domicilio se instala uno de sus
hijos con supuesta vocación artística pero con un inequívoco fracaso social
para mantener su independencia económica respeto del hogar familiar.
El
artista, además de ser una persona que va auténticamente “por libre” sin obedecer ningún convencionalismo social y ser
emocionalmente inestable, también está seriamente enfermo, razón por la cual
los tres hermanos habrán de lidiar con su responsabilidad para con él, mucha
poca o nada, en función de las diferentes vidas que han llevado.
A
pesar de no tener más sustancia que las relaciones familiares que, con motivo
de un homenaje retrospectivo al padre, se someterán a una crisis de identidad,
la película parece una película de acción, a juzgar por la cantidad de
travelines que la salpican, porque el artista está constantemente en marcha, ni
se sabe hacia dónde, pero sí que a un buen ritmo. Hoffman cumple las
expectativas con total fiabilidad, y el resto del reparto, a pesar del marcado
tono que tiene la película de haberse rodado sobre improvisaciones, levanta la
verosimilitud de esta familia de frustrados que consigue crear un mínimo de
interés hacia los entresijos de la big family que es (el padre ha tenido
cinco matrimonios…).
Es la
primera vez, creo recordar, que soy capaz de seguir una película en la que aparece
Adam Sandler y con un protagonismo tan marcado, aunque enseguida las réplicas
de Ben Stiller y de Hoffman suavizan, para el poco aficionado, la presencia de
Sandler. Recordemos que el hijo, Sandler, necesita un trasplante de cadera de
forma urgente, o sea que se suma a la inestable condición física del padre, y todo
ello para recaer, como un fardo, en el hijo “no artista” de la familia que
acude al rescate familiar como el Banco Central Europeo lo hizo al rescate de
España en la última crisis.
Como el
argumento gira en torno a las pequeñas cosas que forman la historia de una
familia, no destaco nada, para que los espectadores se sumerjan en la vida de
los “artistas” cuya saga alargará en el
tiempo la hija del hijo (Sandler) del escultor, Eliza (GraceVan Patten) quien
se dedica a las películas pornográficas antisistema. No son pocos los guiños
permanentes a la «vacuidad» y el fracaso de un buen número de los personajes,
pero todo transcurre con el tono amable de las comedias de Allen y a nadie
asusta nunca nada de la que cualquiera se proponga hacer en la vida. Otra cosa
es que estemos ante una colección de almas sufrientes con muy poco recorrido vital,
pero eso hay que verlo.
En la línea de como he cerrado la critica de la familia
Meyerowitz, Frances Ha[lladay] es una película que explora, casi sin
piedad alguna, el fracaso existencial de una joven que a sus casi 30 años ha de
reinventarse a través del recorte de sus ambiciones y el reconocimiento de su
realidad, dejando de lado la pretensión común de, años después de haber
abandonado la universidad, estar en camino de convertirse en alguien destacado,
en este caso en el mundo de la danza, que es el escogido por la protagonista
para tratar de «sacar cabeza» en un mundo competitivo hasta la extenuación y en
el que solo los mejores, y con no poca ayuda de la suerte, llegan al
estrellato.
La película,
rodada en un blanco y negro extraordinario, con una banda sonora perfecta,
tiene un defecto: la actriz principal, eje de la película, Greta Gerwig,
excelente directora de Lady Bird y en menor medida de la última versión
de Mujercitas, representa tan extraordinariamente bien la impotencia del
personaje, su incapacidad para destacar y su personalidad anodina y nada
interesante que el espectador realmente «sufre» con ella, un o tras otro, todos
los tropiezos vitales que la llevan a ir reduciendo el horizonte de sus
expectativas personales para realizar sus «anhelos de juventud».
Con
ciertos tintes biográficos, Sacramento, donde viven sus padres, escenario de la
«rebelde sin causa» Lady Bird, simboliza el regreso al punto cero, el fracaso
absoluto, porque en Usamérica salir para el College significa iniciar la vida
independiente, y «volver» acaba de los padres, sin expectativa de llevar esa
vida independiente, se considera un fracaso. Los padres le dejan claro, por
supuesto, que ellos no pueden mantenerla y, por lo tanto, ha de volver a la «jungla»
neoyorquina donde intentar «establecerse».
La
película se abre con ese modo entre superficial, frívolo y anticonvencional que
se gastan los jóvenes que comparten piso y que van cambiando de residencia en
función de los intereses de los colegas con quienes conviven, los amoríos o los
cambios de estatus profesional. Frances Ha es, también, la historia de dos
amigas que se distancian porque la propia vida de cada cual las lleva por
distintos caminos y que van reencontrándose a lo largo de la historia de la
protagonista, cuya soledad radical tiene tanto que ver con su radical
inseguridad y la mínima confianza que tiene en sí misma, acomplejada siempre
ante el éxito de los demás, pero, eso también se advierte, sin la disciplina
para «forjarse a sí misma». En vez de una road movie, bien podríamos
decir que Baumbach ha dirigido una room movie, porque el principal objetivo
de la protagonista es tener «una habitación propia» en el mundo, es decir, un
proyecto vital. Todo ello, además, se simboliza en el título de la película, un
juego conceptual metafórico que cierra brillantemente una película en la que se
sufre mucho, porque la mediocridad, si bien representada, suscita dolor y
compasión en el espectador. Flaubert concibió Bouvard y Pécuchet como
una obra «divertida», pero emana una tristeza de ella muy difícil de ser
vencida por la risa circunstancial. Así pues, y a pesar de que el humor quiere
colarse en la película, la triste historia de la joven, ¡tan transparentemente
interpretada por Greta Gerwig, además!, domina las reacciones de este espectador,
al menos.
Como
deudora de la Nouvelle Vague -la protagonista incluso llega a realizar un viaje
a París, dentro de la estrategia del «darse pisto» que en modo alguna la
satisface-, la película tiene muy hermosos exteriores de la ciudad de Nueva
York, y, como propina, para sus seguidoras, Adam Driver tiene un papel hasta
cierto punto relevante, de joven recién salido de Stranger than Paradise,
de Jarmusch, muy distinto, físicamente, del que ha dominado la atención de las
espectadoras con Paterson, del propio Jarmusch e Historia de un
matrimonio, del director que nos ocupa.
A
pesar del sufrimiento que supone ver durante hora y media cómo todo le va mal a
un personaje incapaz de reconocer su propias limitaciones, un ser sencillo y
emocionalmente fiel que recibe desplantes y desaires de quienes lo rodean, hay
algo del viejo espíritu alternativo de Cassavetes en esta película, el de Sombras,
de su debut en 1959. El contenido, ese diálogo permanente sobre las pequeñas
cosas del vivir cotidiano es ya, sin embargo, herencia absolutamente francesa.
Es decir, formalmente sus raíces son usamericanas y el contenido diegético de
la historia de ascendencia europea. Sin ser una película redonda, es un camino
que Baumbach, a juzgar por la otra película aquí criticada, decidió no seguir
explorando. Digamos que su «musa» le tomó el relevo con la magnífica Lady
Bird.
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