jueves, 23 de abril de 2020

«La ley del Hampa», de Josef von Sternberg: Otelo en los bajos fondos…



Primera película de gánsters y ya obra maestra del género, aunque el demonio de los celos puede más que la ambición del beneficio y el poder. 

Título original: Underworld
Año: 1927
Duración: 80 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Josef von Sternberg
Guion: Charles Furthman, Ben Hecht
Música: Película Muda
Fotografía: Bert Glennon (B&W)
Reparto: George Bancroft, Evelyn Brent, Clive Brook, Fred Kohler, Helen Lynch, Larry Semon, Jerry Mandy.

Josef von Sternberg fue un austriaco cuya familia emigró a Usamérica, pero a la que no le acompañó la fortuna que a otros emprendedores, razón por la cual el joven tuvo que ganársela vida de muchas maneras antes de entrar en contacto con una industria auxiliar del cine que, poco a poco, por sus propias luces naturales, le abrió las puertas a más altos menesteres, hasta llegar incluso a la dirección. En 1927 realiza esta película de gánsters en la que, como sucede siempre en su cine, son las relaciones personales entre los protagonistas las que más acaben inter4esándole a él y, por supuesto a los espectadores. Dicen los historiadores que inaugura el género de las películas de gánsters, y es cierto que muchos de sus rasgos aparecerán después en infinidad de películas, pero no es menos cierto que la intensidad dramática con que plantea el trío amoroso que se forma de una manera espontánea bien parece preludiar lo que serían más tarde sus grandes éxitos: El ángel azul, con «su» cescubrimiento, Marlene Dietrich, Marruecos o El embrujo de Shangái, entre otras que son «de dominio común».
Una baza determinante del interés de la película es la creación tan definida de los personajes: el gánster especializado en bancos y joyerías, Bull Weed, George Bancroft, el inolvidable Marshall de La diligencia, de Ford, una eterna carcajada en su boca y una seguridad en sí mismo aplastante, y, con él, su fiel Plumas McCoy, una actriz espléndida, Evelyn Brent, con un recorrido fílmico por debajo de su calidad, y, finalmente, el más complejo de los tres, Rolls Royce Wensell , un Clive Brook exquisito que escribió, produjo y dirigió una fábula wildeana, On approval , que los aficionados al cine inglés, porque la película tiene una fina ironía británica, encontrarán en YouTube.
Un  encuentro fortuito del vagabundo borracho Wensell con el atracador Weed se consolida cuando aquel, que trabaja como mozo de limpieza en un bar frecuentado por los hampones de los bajos fondos, es sujeto de un intento de humillación por parte de un gánster rival de Weed, quien le arroja un billete de diez dólares a la escupidera, aunque el mozo los desprecia, lo que enfurece al matón. El hombre es defendido por Weed y se va con él del local. No sabe por qué, pero el borracho le cae bien y le da dinero para que se adecente y colabore con él. Poco después, el gánster lleva a su novia a un piso que ha sido el refugio del atracador en los momentos difíciles y les abre la puerta poco menos que un elegante y distinguido sir británico que deja impactada a la novia del atracador. El contrato entre los dos hombres incluye que el nuevo colaborador del gánster deje la bebida y vuelva a ejercer su profesión de abogado al servicio de su nuevo patrón.
Mientras Weed da un golpe en una joyería para «sorprender» a Feathers con un collar que había visto pocos días antes, la pareja se queda sola en el piso y se inicia un juego de seducción que va a marcar el resto de la película, porque enseguida advertimos que el trasfondo gansteril no deja de ser un decorado muy elaborado de un triángulo amoroso lleno de cruces de miradas y de sospechas y de tórridas declaraciones de amor y de arrepentimientos y de desaires y, sobre todo, de unos celos descomunales trastornan por completo al gánster que se siente traicionado y que está dispuesto a cualquier cosa para vengarse de quienes le han traicionado aunque le vaya la libertad y posiblemente la vida en ello.
Uno de los puntos culminantes del relato es la fiesta anual de los gánsters de la ciudad en un bar en el que se celebra un baile en el que se elige a la reina del mismo, acto en el que los diferentes jefes se involucran personalmente  mediante la compra de los votos necesarios para que sea elegida su pareja. La fiesta es uno de esos momentos cumbre de la dirección de la película, porque en ella, con una magnífica puesta en escena, con el decorado lleno de confetis, serpentinas, globos, etc., que los protagonistas arrastran al desplazarse entre ellos como si fueran las dunas de una playa, se sustancian dos asuntos trascendentales: la rivalidad de dos «capos» y la elección amorosa de Feathers.
Lo mejor de la película lo vamos a encontrar en una multitud de detalles que, a través de los primeros planos, todos ellos de potente contenido psicológico, sobre todo de las miradas inquisitivas y patológicas de Weed, nos avisan de que la historia ha derivado hacia Otelo y de que una pluma en la cartera de su subordinado, el fino inglés que las mata callando…, actuará como el pañuelo de Yago, y que incluso, más tarde, parecerá otro pañuelo con muy distinto fin pero inequívoca alusión.
En la fiesta, momento central de la película, con unos movimientos de cámara que aprendieron Ophüls y Coppola con mucho esmero, se produce la «encerrona» a Feathers para entregarle  la banda de honor como reina del baile. Se trata de la devolución de «jugarreta» de Weed, quien dejó una prueba incriminatoria de su rival en el atraco a la joyería. Despertado de su borrachera por la pareja de su rival, Weed se tambalea hasta donde sorprende a su rival intentando abusar de Feathers, razón por la que le mata.
Weed que ha seguido el desarrollo del cambio de actitud de Rolls Royce y de Feathers, está, en el juicio que lo condena a muerte, más preocupado por el consuelo que su lugarteniente le ofrece que por la pena que le ha caído. Y aquí voy a tener que suspender la sinopsis de la historia, con un guion ejemplar de Ben Hecht, el autor de un guion que le valió el primer Oscar de la historia de los mismos en 1929 y creador de la obra The front page que dio lugar a películas como Luna nueva, de Hawks o Primera plana, de Wilder. Es cierto que en este último tercio de la película es donde se concentra la acción real de la historia, rodada con un nervio que parece mentira que estemos hablando de la primera película del género, a juzgar por los aciertos que complacerán a los espectadores, a quienes les dejo in albis respecto de cómo se resuelven ambas historias, la del condenado a muerte y la del celoso…
Ojo al metraje, 80 minutos, purita concentración narrativa, pues…






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