sábado, 25 de abril de 2020

«On approval», de Clive Brook, chispeante comedia wildeana ignorada.



Una wit comedy llena de ingenio, brillantez y con un principio y un final antológicos. Si la hubiera firmado Lubitsch, hoy la aclamaríamos como una joya.

Título: On approval
Año: 1944
Duración: 80 minutos.
País: Inglaterra
Director: Clive Brook
Guion: Clive Brook  (sobre una obra de Frederick Lonsdale)
Música: William Alwyn
Fotografía: C. Friese-Greene
Reparto: [Narrador: E.V.H.Emmett.] Clive Brook, Beatrice Lillie, Googie  Withers y Roland Culver.

Descubrí a Clive Brook  en La ley del hampa, de Sternberg, que acabo de criticar hace poco en este Ojo. Enseguida me llamo la atención el empaque físico a lo Cary Grant, la elegancia del actor de origen inglés, su dicción exquisita y un parecido inusual, en algunas tomas de esa película, con Edward Norton. Leí sobre él y descubrí que, además de sus 103 películas como actor -curiosamente la última fue El último de la lista, de John Huston, también aquí criticada, tras un parón de casi 20 año en su carrera-, Clive Brook había escrito y dirigido una película, esta, On approval. Tuve la suerte de que estuviera en YouTube y he tardado un suspiro en ver de qué era capaz tan exquisito e inteligente actor.
La respuesta no ha podido ser más satisfactoria. On approval es un delicioso juguete cómico, una wit comedy, al estilo de las obras de Oscar Wilde y con un planteamiento muy moderno y crítico, en la línea de maestros de la comedia como Lubitsch o Wilder. Después de una hilarante introducción sobre la evolución de las costumbres sociales y cómo se va definiendo el apresurado, el veloz mundo moderno -la película se abre con unas imágenes de guerra y enseguida la voz en off aclara que no, que no va a ser «otra» película de guerra más (estamos en 1944,  no lo olvidemos)- el narrador fija su atención en unos personajes pertenecientes al viejo mundo que cambiaría radicalmente con la Gran Guerra y nos sitúa ante dos bachelors  arruinados, uno de los cuales, el décimo duque de Bristol es invitado a su propia mansión para una fiesta dada por la anfitriona, una viuda norteamericana que se lo tiene alquilado.
En cuanto los dos bachelors se unen, uno de ellos le comunica al otro que va a tratar de casarse con una viuda rica, amiga de la anfitriona, para solucionar su delicada situación económica. El duque trata de disuadirlo, pero, finalmente, los dos futuros comprometidos acuerdan un original «periodo de prueba»: convivir durante un mes en la casa escocesa de la Viuda, en una pequeña isla a la que hay que llegar con un bote de remos desde el continente, esto es, desde la Gran Bretaña. El atrevimiento de semejante periodo matrimonial llama la atención de la viuda usamericana, quien se alía con el duque para «acompañarlos» en tan «singular» aventura, para contrariedad de los dos «tórtolos», aunque la decepción del aspirante es manifiesta cuando la futura novia le dice que tendrá que retirarse a dormir a la posada que hay al otro lado de la pequeña isla. Al final, aparecen los cuatro en la casa, porque el hostal donde habían reservado habitaciones está lleno y, en consecuencia, han de hospedarse todos en ella, lo cual, dado la «anómala» situación, dos solteros durmiendo bajo el mismo techo que dos viudas, obliga a la ama de llaves a irse de la casa, llevando consigo toda la servidumbre.
A partir de ese momento, la descripción de la idílica vida en común de los cuatro personajes, cada cual con sus flaquezas, se irá complicando, como los típicas comedias de enredo, hasta tal punto que las situaciones se invierten para provocar los celos de los contrarios, lo que da pie a unas situaciones muy graciosas en las que el equívoco constante provoca las sonrisas continuas de los espectadores, dada la especifica idiosincrasia de cada uno de los personajes. Lo novedoso de la situación, respecto de otros planteamientos es que la voz cantante social la llevan las mujeres, cuya posición de dominio económico sobre los hombres bien puede llevarnos a entender la obra como una película particularmente feminista, dada la parodia que se hace constantemente de los viejos «nobles» arruinados, como el décimo duque que no duda en venderse a sí mismo a través del título, a falta de adornos personales de mayor fuste.
Es evidente que estamos ante una película ingeniosa en la que las respuestas rápidas y llenas de ironía, y hasta sarcasmo, son la salsa de la representación. Todos, los cuatro, hombres y mujeres, las reparten por igual, y con la misma eficacia. Es, por lo tanto, sustancial no perder ripio del juego de réplicas y contrarréplicas que se suceden en cada escena y que satisfacen el gusto del paladar más exigente, y ahí Clive Brook, el padre de este proyecto y su verdadero impulsor, tiene una responsabilidad total. Me recuerda otra película única de un actor igualmente único: La noche del cazador, de Charles Laughton, salvando las distancias, y los géneros, por supuesto.
Como dije con anterioridad, la película tiene un prólogo que marca desde el comienzo el fino humor de todo el desarrollo de la historia, pero tiene un final onírico en clave de parodia que es una delicia absoluta. Seguro que los amables lectores de estas críticas me agradecerán que les haya descubierto esta joyita ignorada, perdida en esos anaqueles de YouTube en los que tanta calidad fílmica ignorada aguarda aún, como el arpa de Bécquer, una mano que descubra la música que hay en esos títulos «polvorientos».
A modo de aperitivo, transcribo, gracias IMDB, una muestra del tipo de diálogos que pueden seguirse en la película:
George, 10th Duke of Bristol: She's not crying because I said she was forty-one. She's crying because she is forty-one.
                                               oOo
George: You needn't try to lock your door, Maria. Only the rain will want to come in.
                                                oOo
George: [affectionately] There is only one woman in the world I would ask to be the Duchess of Bristol.
Helen Hale: That's very interesting.
George: If you ask me who she is, I will tell you.
Helen: [lovingly] Who is she George?
George: You, Helen.
Helen: I'm very touched and very flattered.
George: And I am very happy.
[George leans in to give Helen a kiss, when Helen tilts her head at the last minute to avoid it being a kiss on the lips]
George: Ahh.
Helen: Thank you, George. I suppose there's only one woman in this world who'd refuse to be the Duchess of Bristol, and if you ask me who she is...
George: Who is she then?
Helen: Me, George dear.
George: Do I hear correctly?
Helen: You're hearing perfect.
George: You refuse to be the Duchess of Bristol?
Helen: I do.
George: May I ask why?
Helen: Only because you happen to be the Duke.
                                       oOo

George: Did you know her late husband, Arthur Wislack?
Richard: Did I know him? Did I watch him with murder in my heart? Treating that divine creature with cruelty and neglect, and eventually die of drink.
George: He hated drink.
Richard: Then why did he?
George: He chose it as the most agreeable way of being unconscious while waiting his release.
                                            oOo

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