Título original: Le Jour se lève
Año: 1939
Duración: 89 min.
País Francia
Dirección: Marcel Carné
Guion: Jacques Viot, Jacques
Prévert
Música: Maurice Jaubert
Fotografía: Curt Courant, Philippe Agostini, André Bac (B&W)
Reparto: Jean Gabin; Jacqueline
Laurent; Arletty; Jules Berry; Arthur Devère;
Bernard Blier; Mady Berry; René Génin.
Título original: The Long Night
Año: 1947
Duración: 97 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Anatole Litvak
Guion: John Wexley. Remake: Jacques Viot
Música: Dimitri Tiomkin
Fotografía: Sol Polito
(B&W)
Reparto:Henry Fonda; Vincent Price; Barbara Bel Geddes; Ann Dvorak; June
Duprez; Howard Freeman; Elisha Cook Jr.; Charles McGraw; Moroni Olsen; Queenie
Smith; David Clarke.
Un claustrofóbico
drama francés y la versión usamericana: dos obras de arte con finales opuestos.
Solo la diferencia que hay en el desenlace
de una ay otra película justifica que en la versión usamericana e Anatole Litvak
figure John Wexley como guionista, porque la similitud entre una y otra
película no se extiende al calco fílmico de planos y secuencias, sino incluso a
los diálogos, porque son escasísimas las diferencias entre ambos filmes, y,
cosa curiosa, ambos son dos obras magistrales, cada uno con su peculiar atmósfera,
porque la acción tiene como protagonistas a personajes de extracción obrera y
solo se distinguen uno y otro film por la impronta de cada uno de los cuatro
actores que llevan el peso de la historia. Son muy diferentes el blanco y negro
de ambas, porque el tamizado de la de Carné consigue una plasticidad lírica que
es sustituida en el de Litvak por un contraste muy marcado, casi expresionista,
que lo acerca más al género del noir, aunque las reglas del género estén
más presentes en la obra de Carné que en la de Litvak, curiosamente.
Tras un inicio
fulgurante en el que un ciego sube por la escalera de un edificio y se oye un
disparo, un hombre rueda escaleras abajo hasta que el ciego tropieza con él. Un
encadenado de flashbacks van a contarnos, a partir de ese momento, cómo
ese hombre tranquilo, optimista, vitalista y enamorado se ha convertido en un
asesino pasional. La trama es sencilla:
una florista va a entregar unas flores a una fábrica y acaba, desorientada, en
la sala donde pulen maquinaria obreros muy protegidos. El encuentro entre el
obrero y la florista va a dar lugar a una coincidencia: ambos son niños
entregados a la inclusa y ambos se llaman igual, François y Françoise /Joe Jo
Ann, a partir de ahí se abre un proceso de amores que progresa con infinita
cautela, porque, al poco de conocerse, ella pretexta una cita, casi con aires
de misterio, que descoloca al joven galán, tanto que acaba siguiéndola porque
imagina, con los celos propios de la situación, que tal vez haya un rival.
¡Y
haylo, en efecto! En la versión de Carné es un domador de perritos que exhibe su
número en locales baratos; en la de Litvak es un mago con un poder de sugestión
muy notable. En ambos casos, su ayudante, una mujer cansada de tan monótono
trabajo y de soportar la compañía del sujeto en cuestión día y noche. Se entiende
en la barra del mostrador del local con el joven obrero y se planta ante su
contratador, todo ello una vez que el joven advierte que su enamorada se relaciona
con el domador/mago, aunque lo ignore todo de esa relación.
Poca diferencia hay entre Ann Dvorak y la
muy controvertida Arletty, porque ambas bordan el papel que les toca; sin
embargo, hay un plano de un desnudo parcial de Arletty en la ducha de su
habitación, algo impensable en la versión usamericana. A mí, particularmente,
Arletty me parece que añade al personaje una dimensión humana algo más compleja
que el de Dvorak, pero, ya digo, ambas están perfectas. La ayudante vive en un
hotel enfrente del edificio donde vive el joven obrero, y ello permite
establecer una interesante perspectiva espacial a la que Carné le saca más jugo
que Litvak, del mismo modo que este saca más partido de la masa que se
arremolina en torno a edificio donde se ha hecho fuerte el «asesino» al que la policía
no puede desalojar, a pesar de todos sus esfuerzos, lo cual lleva a una
resistencia que va generando una corriente de simpatía entre los concentrados
en la pequeña plazuela enfrente del edificio.
La historia se presenta
más verosímil en la versión de Litvak que en la de Carné por la sencilla razón
del reparto: Jules Berry, una vaca sagrada de la actuación en Francia, y aquí
se desenvuelve con excelentes recursos, es demasiado viejo como para «enamorar»
a la pobre huerfanita de barrio que lo oye hablar de sus viajes por el mundo y
una vida de ensueño que alimenta con postales y regalos de bisutería; no sucede
lo mismo en la versión de Litvak con el magnetismo con que el mago Vincent
Price, de seductora voz y maneras aristocráticas logra embaucar a la debutante Barbara
Bel Geddes, a quien luego recordarán los aficionados al cine como la novia de
James Stewart en Vértigo, de Hitchcock, incapaz de competir con Kim Novak,
pero que aquí representa a la perfección la ingenuidad y la credulidad que
requiere el personaje.
Si hubiera de
señalarse una diferencia entre ambas sería la dimensión sentimental, más
exacerbada en la obra original, porque Jean Gabin borda el papel de hombre profundamente
enamorado y respetuoso, con alguna escena imborrable, como cuando ella se
recuesta en los escalones y él se reclina sobre ella… Mientras que el personaje
de Fonda se deja dominar rápidamente por los celos, el de Gabin siempre
aparenta un control sobre la situación, incluso en la despedida de la amante
circunstancial, la asistente del domador. Otra cosa muy distinta es la reacción
al engaño e que ha sido objeto por parte del domador/mago: que es el padre de
la joven huérfana. El joven obrero, que se siente terriblemente engañado por
ambos, el domador/mago y por la huérfana, se deja llevar por el demonio de los
celos, y ese es el detonante de su reacción contra el innoble pervertidor de jóvenes
indefensas ante el asalto a sus encantos de desaprensivos con cierto mundo como
el domador/mago.
De forma
paralela al desarrollo de la historia amorosa y de engaño, la acción policial
va estrechando el cerco sobre el asesino, pero ahí he de detenerme, porque una
y otra película difieren totalmente en el desenlace, y no es muy difícil intuir
en qué sentido, conociendo el cine europeo y el usamericano; pero lo dejo a la
decisión de los espectadores, quienes pueden escoger cualquiera de ellas, dada
su inmensa calidad, aunque yo les recomendaría que las vieran ambas, incluso,
como yo lo he hecho, una detrás de otra. ¿El orden? Aleatoriamente, he empezado
por la usamericana, que es el calco; pero debería haberlo hecho por la de
Carné, que, hasta cierto punto, me parece mejor que su copia.
Antes de ver la
de Carné, no dejaba de admirarme el prodigioso guion de la película, cómo, con
una situación tan mínima, el hombre acorralado en su habitación, habían logrado
sacarle tanto partido a la historia, porque el desarrollo del guion es un
prodigio de concentración dramática. Ni un momento muerto, todo es enérgico dinamismo
narrativo que, con una dosis de lirismo nada despreciable, nos lleva a esos
finales que los espectadores han de ver.
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