miércoles, 19 de marzo de 2025

«Entrevistas breves con hombres repulsivos», de John Krasinski.

 

Un acercamiento valiente y honesto a la sexualidad masculina a través de David Foster Wallace o una broma finita.

 

 

Título original: Brief Interviews with Hideous Men

Año: 2009

Duración: 80 min.

País:  Estados Unidos

Dirección: John Krasinski

Guion: John Krasinski. Historia: David Foster Wallace

Reparto: Julianne Nicholson; Bobby Cannavale; Josh Charles; Dominic Cooper; Frankie Faison; Will Forte; Timothy Hutton; John Krasinski; Christopher Meloni; Chris Messina; Max Minghella; Lou Taylor Pucci; Ben Shenkman.

Fotografía: John Bailey.

 

          Ya ha pasado suficiente tiempo como para que me acerque a David Foster Wallace, de cuya lectura hui cuando copaba los suplementos literarios. De aquí a poco me adentraré en la selva frondosa de La broma infinita y espero salir con vida de la travesía, algo que contaré, espero, en el Diario de un artista desencajado. De momento, advierto que esta adaptación de uno de sus libros de cuentos no parece contar con el beneplácito de los amigos de FilmAffinity, donde la película no consigue ni el 5 raspado, aunque se trate de un suspenso «alto», 4’9. Yo la he visto exclusivamente por la autoría de Foster Wallace, pues desconocía la obra de Krasinski, aunque me ha llamado la atención el argumento de Un lugar tranquilo, su tercera película, y la veré en breve.

          Cualquier adaptación de un texto al lenguaje cinematográfico es un reto, y si el texto es brillante, tiene todas las papeletas, el intento, de acabar en Fracaso. Siempre pongo el mismo ejemplo: ¿hay película peor que la adaptación que hizo John Huston de un clásico del XX como Bajo el volcán, de Malcom Lowry? En este caso, además, se trata de una colección de cuentos a los que, en la película, se les ha urdido un hilo narrativo en el que las diversas historias se injertan con, a mi juicio, notable éxito, dado el carácter de «obra abierta» que tiene ir añadiendo historias a una investigación «sociológica» sobre los muy diversos patrones sexuales masculinos. La depositaria de esas revelaciones es, además, una mujer que establece diversas relaciones con algunos de ellos, desde un estado impasible que implica un cuestionamiento de sí misma y su propia sexualidad, cuestionada no solo por las relaciones directas, sino por los testimonios.

          El desfile de  los diferentes acercamientos a la sexualidad, fuera y dentro de la relación de pareja se nos ofrece desde una perspectiva tan crítica como mordaz, y con un notabilísimo sentido del humor no exento, en algunos momentos, de planteamientos que ponen en alerta al espectador, porque todo el discurso relativo a la vida posterior a una agresión sexual como un hito que modifica el modo de estar en el mundo del o de la agredida cuesta lo suyo no ya aceptarlo, sino simplemente considerarlo. La brillantez del razonamiento está fuera de duda, pero la tesis es harto difícil de aceptar. Eso le parece a quien ha de juzgarla, una mujer, la misma que levanta acta de todas las narraciones que, sin un ápice de falsedad, desvelan ante ella los extravagantes, maliciosos o inocentes modos de acercarse a la satisfacción de la sexualidad, como la del manco cuyo muñón exhibido es elemento decisivo para suscitar la compasión de sus ligues y, dominando a placer el exhibicionismo más descarado con la más amplia tolerancia hacia el temor y la culpabilidad ajenos, añade conquistas a su larga lista de ellas.

          Solo un relato se aparta del tono general de las historias sexuales, entre las que ocupa un lugar destacado la de la entrevistadora, aunque los testimonios se ofrecen frente a la cámara en plano fijo sin que se delate quién recoge los testimonios, con un músico que le narra la escalofriante historia de un psicópata y la hippie que focalizándose en la compasión fue capaz de sobrevivir a la violación y  abrazar a quien, sin duda alguna, pensaba torturarla y matarla después, y a quien sobrevivió. Ese músico que le recuenta la historia a la investigadora, para perplejidad de esta, quien, tras ese testimonio, cambia el enfoque de su tesis, originariamente cómo el movimiento feminista influye en los hombres, para abrirse al registro franco y sin tapujos de cómo el hombre contempla a la mujer y la sexualidad. El único relato que disuena del conjunto es el del hombre negro que guarda la fijación del padre vestido de arriba debajo de blanco inmaculado que atiende los servicios den un hotel de lujo y sufre la indiferencia de los usuarios blancos, el que doble el turno los sábados para poder sacar adelante a la familia y dar educación a sus hijos. Ese padre, sumiso desde el unto de vista del hijo, a quien hace siglos que no quiere ver. Un relato estremecedor desde el punto de vista del hijo que no soporta cuanto se ha tenido que rebajar su padre, aunque haya sido para proveer a las necesidades del hogar.

          La investigadora se convierte en algo así como una antena que, a lo largo de la película, va captando, incluso en las cafeterías u otros lugares públicos, las reacciones de los hombres hacia las mujeres, como la de los dos amigos y la aventura de uno de ellos en el aeropuerto con una mujer teóricamente abandonada. Pero es la sucesión de historias, como el del amante de la protagonista de Embrujada, con quien tiene sus primeras reacciones eróticas, las que van llenando ese libro amplio de los abordamientos sexuales de los hombres, entre los que llama la atención el del honestísimo que no puede irse a la cama con ninguna mujer si no le cuenta el drama que pesa sobre su conciencia, una secuencia que se repite, palabra por palabra, con hasta cinco mujeres distintas en otros tantos escenarios, en un alarde de cinismo estratégico sin igual.

          La película bien podría considerarse un ejemplo más, algo retorcido, de las tradicionales películas de lucha de sexos, pero la adaptación ha conseguido crear una atmósfera urbana de acercamiento intelectual al fenómeno que puede poner la película en relación con las de Woody Allen o  Noah Baumbach, por poner dos ejemplos de cine urbano en el que se dirimen este tipo de cuestiones relacionadas con el sexo y el amor, o el afecto. Es cierto que no es una película redonda, pero, dada la técnica del plano fijo, depende en buena medida de los actores que narran sus peculiares experiencias, y ahí sí que los y la escogida están plenamente a la altura de lo bueno que podría esperarse de unas historias a medio camino entre la extravagancia, la neurosis y la trascendencia. La protagonista, Julianne Nicholson, se mueve ante la cámara con un magnetismo y una complejidad en cuanto a sus propios deseos y expectativas que consigue darle una vuelta de tuerca al propósito inicial de la película, porque, como dicen dos amigos suyos, en una pseudopretenciosa conversación en casa de ella, de lo que se trata es de saber qué creen que se supone que deben querer… en sus relaciones con los hombres. Y a partir de ese momento se inicia la historia…

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