viernes, 28 de marzo de 2025

«La leyenda de Barney Thomson», de Robert Carlyle, una ópera prima prometedora.

 

Entre los clásicos de la Ealing, el cine «étnico» scottish y los hermanos Coen…, una divertida comedia de humor negro… 

Título original:  The Legend of Barney Thomson

Año: 2015

Duración: 90 min.

País: Reino Unido

Dirección: Robert Carlyle

Guion: Richard Cowan, Colin McLaren

Reparto: Robert Carlyle; Ray Winstone; Emma Thompson; James Cosmo; Ashley Jensen; Samuel Robertson; Martin Compston; Tom Courtenay; Brian Pettifer; Kevin Guthrie; Stephen McCole; Ruari Cannon.

Fotografía: Fabian Wagner.

 

          El arranque de esta película, con un personaje gris marengo… ininteligible, porque toda la película está rodada en el «dialecto» escocés del inglés y, por lo tanto, inaccesible sin los subtítulos que nos orienten, desconcierta al espectador, porque no sabe exactamente, dado el «agonías» insufrible que nos toca como protagonista, si vamos a tener que abandonarlo a su suerte o algo va a pasar para mantenernos en la *espectaduría…, dado que el arranque nos remite enseguida, por la situación, una barbería, a la película de los Coen El hombre que nunca estuvo allí. No tardan en aparecer los restos de cadáveres que alguien de forma anónima envía por correo a la policía: un asesino en serie que va a convertirse no solo en un quebradero de cabeza para los dos agentes encargados de investigar los crímenes, sino en una lucha de sexos dentro de la policía que va a dar lugar a un enfrentamiento a cara de perro entre la sustituta y el veterano inspector machista que se resiste a seguir las directrices de su nueva jefa y pretende seguir sus propias intuiciones.

          La complicada situación del barbero al que rehúyen los clientes por su trato áspero y nada comunicativo va a ser el motor paralelo de la doble historia que vamos a seguir: una, evidente, la conocemos, la muerte accidental del dueño de la barbería que, al resbalar y caer sobre el protagonista, muere a causa de que se clava las tijeras que este tiene en las manos y que no puede evitar apartarlas del cuerpo del jefe en su caída. La decisión en estos casos, porque si no, no hay película, es sacar de noche el cadáver del infortunado y deshacerse de él, aunque, y eso forma parte de este tipo de comedias negras, no es tan fácil como parece desprenderse de un pesado cadáver, sobre todo cuando el tonto de la localidad te ha ayudado a meterlo en e maletero y ha visto que no es un bulto pesado, sino un cadáver, lo que te ha ayudado a guardar en el maletero del coche; la otra, es la de los restos de los cadáveres que va coleccionando la policía, sin tener la más mínima pista y de la que no sabemos absolutamente nada.

          Ambas acaban cruzándose cuando al jefe de la barbería sele suma un segundo cadáver de un rival laboral de Barney, ante quien se desmorona y confiesa que el jefe ha muerto accidentalmente, lo que provoca un alterado entre ellos y la preceptiva muerte accidental del colega, que se suma al jefe en lo que paree superponerse con el asesino en serie al que busca la policía, aunque no parece que ambas historias estén relacionadas. La policía interroga a Barney y este añade a sus problemas el de haberse convertido en sospechoso para los investigadores, aunque la jefa de los agentes desdeña esa pista que pasa por Barney.

          Y luego está la madre del protagonista, una vieja adicta al juego, al alcohol, a las carreras de galgos y a un grupo de amigas tan deterioradas como ella, una madre que tiene dominado a su hijo, a quien considera absolutamente idiota, y a quien siempre quiere sacarle dinero. La composición de la vieja seora adicta a todas las degradaciones es un monumento a la interpretación ejecutado por una Emma Thompson casi irreconocible y, por supuesto, más ininteligible que su propio hijo, escocés de pura cepa, aunque ella es también, aun nacida en Londres, hija de la actriz escocesa Phyllida Law. La relación de dependencia del uno respecto de la otra es el fundamento de la naturaleza apocada del hombre, quien creció bajo el autoritarismo y el desdén de la madre hasta convertirse en un ser amargado, sin iniciativa y con mínimos recursos.

          El planteamiento de la película, sin embargo, va a progresar, gracias a un guion muy sólido, hacia un cul-de-sac para el protagonista, acosado por sus propias necesidades de deshacerse de los cadáveres y por el estrechamiento del cerco policial en torno a él, ignorando las órdenes de la jefe policial que le ha arrebatado el puesto al veterano inspector. Un descubrimiento inesperado, y que no puedo revelar, complica la trama extraordinariamente y le otorga una perspectiva negrísima, complicando aún más la situación del protagonista, quien, además, siente la amenaza permanente del tonto que lo chantajea para que le compre cosas y lo invite so pena de revelar lo que sabe.

          Aunque haya habido ciertos momentos en que la mortecina personalidad del barbero amenace con contagiar de su marmoreidad a la trama, esta remonta y se dirige hacia un final que sorprende por su imaginativo desenlace, pie del definitivo que devuelve a la historia el tono de amable comedia que nos permite ver incluso la negritud de lo narrado con una sonrisa en los labios.

          Decía al comienzo que hay algo de las comedias de la Ealing en esta película, una cierta herencia del tono y el estilo de El quinteto de la muerte, de ese excelente director que fue Alexander Mackendrick, a quien debemos un peliculón como Chantaje en Broadway, con dos actores en estado de gracia: Burt Lancaster y Tony Curtis; pero el enfoque moderno de las películas de crímenes, con esa crudeza en los detalles, como los restos humanos que le llegan a la policía, en la estela, aunque a mucha distancia, obviamente, de Seven, de David Fincher, conceden a esta ópera prima de Carlyle suficiente crédito para esperar su segunda incursión en la dirección.

         

         

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