Título original: The Matinee
Idol
Año: 1928
Duración; 60 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Frank Capra
Guion: Robert Lord, Ernest
Pagano, Elmer Harris, Peter Milne
Reparto: Bessie Love; Johnnie Walker; Ernest Hilliard; Lionel Bewlmore;
David Mir.
Fotografía: Philip Tannura
(B&W)
Título original: The Younger Generation
Año: 1929
Duración: 75 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Frank Capra
Guion: Howard J. Green,
Sonya Levien. Obra: Fannie Hurst
Reparto: Jean Hersholt; Lina
Basquette; Ricardo Cortez; Rex Lease; Rosa Rosanova; Syd Crossley; Martha
Franklin; Julia Swayne Gordon; Bernard Siegel.
Música: Mischa Bakaleinikoff
Fotografía: Ted Tetzlaff
(B&W)
Título original: Rain or
Shine
Año: 1930
Duración: 86 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Frank Capra
Guion: Jo Swerling, Dorothy Howell. Obra:
James Gleason, Maurice Marks
Reparto: Joe Cook: Louise Fazenda; Joan Peers; William Collier Jr.; Tom
Howard; Clarence Muse; Alan Roscoe; Nella Walker; Edward Martindel; Nora Lane; Tyrell
Davis; Dave Chasen; Adolph Milar.
Fotografía: Joseph Walker
(B&W).
Una comedia, un melodrama y una alocada comedia «marxista» (o casi) en los inicios de un potente cineasta: Frank Capra.
No es pasión de cinéfilo, este afán mío de ver los inicios de
la carrera de los grandes cineastas, como Hitchcock o Ford o ahora Capra, algo
menor que los dos anteriores, pero siempre interesante. En esta ocasión se da
la circunstancia, además, de que la cronología coincide con el tránsito del
mudo al sonoro, de tal manera que La nueva generación es una película en
la que se mezclan intertítulos y escenas sonoras, una mezcla que llama
poderosamente la atención.
La primera, El ídolo de las
matinales, se creía perdida y ha sido hallada no hace mucho en una filmoteca
francesa. Casi podría hablarse de un medio metraje, pues no llega siquiera a la
hora, pero da tiempo suficiente para contar una historia muy bien desarrollada.
Un ídolo de los llamados blackface, un cantante blanco que imita, merced
al maquillaje, a un negro, como Al Jolson en El cantor de jazz,, se toma
un fin de semana de relajación, para huir del acoso de sus muchas admiradoras y
acaba en un pequeño pueblecito, donde el coche en que viajan se les ha
estropeado y en donde actúa una compañía de teatro ambulante con una obra
dramática en la que acaban de despedir a un actor cuyo cometido es, antes de
morir, recibir el beso de la protagonista. En la cola para ser contratados está el mecánico del
taller a quien el actor va a ver para pedir que le arreglen el coche. La hija
del dueño de la compañía y primera actriz, repasa a los candidatos, pero solo
se queda con el actor, a quien no conoce. Este, como sabe que sus acompañantes
han entrado a ver la obra, se presta al juego, seducido por los encantos de la
joven actriz. La obra resulta ser un despropósito de principio a fin, con equivocaciones
y detalles que provocan las risas de los amigos del actor, quienes enseguida
ven que para el show musical que proyectan, esta obra podría ser un intermedio
cómico de primera magnitud, por más que, para la compañía Bolívar, sea una
auténtica tragedia ambientada en la Guerra de Secesión. Contratados para actuar
en Broadway, siempre que actúe toda la compañía, razón por la que la actriz ha
de pedirle al actor famoso a quien había despedido que vuelva a formar parte
del elenco, comienza la fase de los equívocos, porque el protagonista ha de
simultanear los dos papeles: el de blackface famoso que encandila a la
joven Bolívar y el de torpe miembro de la compañía. Por esos derroteros, con
algunas escenas realmente inspiradas, la historia continúa hasta que las
despiadadas risas de los espectadores acaban convenciendo a la compañía Bolívar
de que sus nobles esfuerzos dramáticos son el hazmerreír del público, lo cual
implica la aparición de Blackface, disfrazado como tal, para sustituir a
desaparecido actor. Cuando la actriz sale del teatro, avergonzada, se le une el
protagonista bajo la lluvia, que poco a poco irá destiñéndole la cara para
aparecer ante la mujer como el causante de la infame burla sufrida por su
compañía, debido a la ingenuidad suya yd e su padre, que no supieron ver el
fondo ominoso de la burla de que eran objeto. Curiosamente, en la última
película muda de Buster Keaton, rodada un año después, en 1929, la trama
incluye una obra de teatro casi calcada de esta Caroline aquí
representada. No he logrado documentar la relación entre ambas, ni si se basan
en la misma obra teatral, se llame Caroline o de otro modo, pero el
desarrollo de las escenas es muy similar y, como aquí pasa, también en la película
de Keaton, El comparsa, acaba convirtiendo un drama sudista en
una comedia escacharrante, consiguiendo los mejores momentos de la última
película muda de Keaton, que, desgraciadamente, no está a la altura de sus
grandes éxitos, salvo por esas escenas de la representación en la que se cuela para
desbaratarlo todo. La pareja protagonista en The Matinee Idol funciona perfectamente
y consiguen sacar adelante una comedia amable que rinde homenaje a los cómicos
errantes, como aquellos que inspiraron a Fernando Fernán Gómez una de sus
mejores películas: Viaje a ninguna parte, o cuando las viejas compañías
teatrales son sustituidas por el cine.
La nueva generación es un melodrama
centrado en una familia judía, algo poco usual en la cinematografía usamericana
de entonces. La película comparte la doble condición de muda y sonora, por lo
que se mezclan escenas con intertítulos y escenas con voz, aunque esta suene
algo engolada y pomposa, exenta de la naturalidad que no tardará en alcanzarse,
una vez se haya hecho la criba de tantísimos actores y actrices como no
superaron el paso del mudo al sonoro. La familia tiene dos hijos, un joven
sabelotodo y emprendedor, protegido por la madre y llevado por ella en
palmitas, y una joven con poca suerte social y enamorada, a su vez, de un
vecino que es músico pero que no logra triunfar, hija que es el ojo derecho de
su padre, con quien le une una relación afectiva muy poderosa. El hijo va
escalando en la sociedad exhibiendo una insensibilidad y falta de escrúpulos
morales que lo llevan a codearse con los miembros de las clases altas de la
ciudad. Merced a una mala jugada para la que contrata al joven músico:
interpretar una canción en la calle delante de una joyería cuyos trabajadores
salen a la puerta para seguirla mientras, en el interior, unos maleantes
aprovechan para desvalijar la joyería. Acusado de complicidad en el robo, el músico
es buscado por la policía. El vecino, el hermano de su novia, se niega a
ayudarlo y él escapa. La novia lo convence para que acepte la pena que le
toque, con la seguridad de que ella la esperará hasta que salga. Se casan antes
de entregarse a la policía y ella queda embarazada. En ese ínterin, los padres
han dio a vivir a la lujosa casa del hijo, una «mansión», lejos del barrio
popular donde el padre era «alguien» y podía relacionarse con otros como ellos.
La película deriva por la humillación que sufren los padres cuando el hijo los
desconoce ante unos invitados de mucho rango, y padres de la mujer con quien
quiere casarse, y el padre decide escaparse de la casa, lleno de vergüenza.
Como el hermano ha roto toda relación con la hermana, ¡casada con un presidiario!,
aunque fuera él el causante de esa condena, el padre, a quien no le llegan las
cartas de su hija, tarda mucho en saber que él y su mujer han sido abuelos. Las
escenas de esa celebración en su viejo barrio, con los vecinos de toda la vida,
a quienes hace mucho que no ve, tienen
todo el aroma de las películas «positivas» de Capra, y contrasta sobremanera
con el drama familiar en que se insertan. El choque social y la deshumanización
del «triunfador» están perfectamente representados por Ricardo Cortez, nacido Jacob
Krantz, pero a quien quisieron convertir en competidor de otros latín lovers.
Fue hermano mayor de Stanley Cortez, cinematografista de películas tan
sobresalientes como La noche del cazador o Corredor sin retorno.
Pasa el circo es una obra
realmente inclasificable, porque es la adaptación de un musical de Broadway pero
en el que solo se oye una canción y de modo muy circunstancial. Lo protagonizan
quienes triunfaron en el teatro, Joe Cook y Dave Chasen, ambos en la onda inequívoca
de los Hermanos Marx, que debutaron en el cine un año antes, con Los cuatro
cocos, de Joseph Santley y Robert Florey. Cook representa el mánager de un
circo legado por un empresario ya fallecido a su hija, aunque está a las puertas
de desaparecer porque no puede hacer frente a las nóminas de la compañía. Dos
miembros de ella, el domador y otro, pretenden que el circo se hunda para «rescatarlo»
ellos y hacerse con la propiedad del mismo. El enamorado de la propietaria le
promete que en su localidad natal encontrará apoyo económico para poder seguir
con el circo, pero las cosas no saldrán como las imaginan. Vale decir que el encargado,
que ha prometido al padre de la heredera que no desamparará a su hija y que la
ayudará siempre, está enamorado de ella, pero esta lo está del joven de rica
familia a quien se la presenta en una cena que acaba resultando un fracaso. En
los altibajos constantes de la historia tiene todo que ver el mánager locuaz y
embaucador, capaz de convencer a un socio para que invierta en el circo sin
otro trabajo que cobrar los réditos. Ese pánfilo inversor tiene un relevante
papel cómico que destaca la función grouchiana del mánager, secundado por una
copia casi calcada de Harpo Marx, tan relativamente mudo como él y con una
mímica que se compenetra a la perfección con el mánager. No se pida un
desarrollo lógico, excepto el de la pretendida apropiación del domador, porque
toda la película está construida sobre los gags del dúo protagonista. Cook,
además, fue un completísimo actor de vodevil que deja su impronta de
primerísima estrella del teatro de variedades en esta película. El final, del
que no quiero dar detalles, es apoteósico, y está rodado con un verismo que
mete el peligro en el cuerpo del espectador. La película tiene poco que ver con
el universo de Capra, pero precisamente por eso aumenta su valor de rareza en
un filmografía tan coherente. Está claro que el protagonista lo condiciona
todo, pero no es menos cierto que Capra logra ir más allá de su actuación y
contarnos una historia de amores y desamores y negocios ambientados en el fabuloso
mundo del circo, de que no están exentas las huelgas de brazos caídos, por supuesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario