viernes, 25 de octubre de 2024

«Contrabando», de Don Siegel, maestro del cine policiaco.

 

Don Siegel o el arte de la síntesis efectiva en el cine de suspense.

 

 

Título original: The Lineup

Año: 1958

Duración: 86 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Don Siegel

Guion: Stirling Silliphant

Reparto: Eli Wallach: Robert Keith; Richard Jaeckel; Mary LaRoche; William Leslie; Emile Meyer; Marshall Reed; Raymond Bailey; Vaughn Taylor; Cheryl Callaway; Robert Bailey; Warner Anderson.

Música: Mischa Bakaleinikoff

Fotografía: Hal Mohr (B&W).

 

          Con dos oscarizadas bazas ganadoras de partida, el guionista Sitrling Silliphant y el cinematografista Hal Mohr, ¡con qué sabiduría narrativa nos atrapa Don Siegel en esta película a medio camino entre el thriller y el cine policiaco! Si le añadimos la sabiduría narrativa del director, su facilidad para el encuadre impactante, la búsqueda de unos espacios singulares para la puesta en escena y el magnífico desenlace con una trepidante persecución automovilística por las calles de San Francisco, lo tenemos todo para disfrutar de una película que se ve con sumo placer y entregada admiración a quien no usa ni un solo plano de relleno en una historia comprimida y nerviosa en la que destacan los dos maleantes complementarios, el clásico secundario Robert Keith y un actor de la talla de Eli Wallach, de dilatada trayectoria, por más que el público lo recuerde por la trilogía del spaghetti western de Sergio Leone.

          La historia es la adaptación cinematográfica de lo que fue primero un programa de radio y después una serie de TV. Siegel, no obstante, construye un artefacto narrativo en el que el predominio de lo visual en escenarios explotados al máximo por su cámara: un club de marineros, con vestuario y sauna incluidos; un acuario en el que comienza el «secuestro» de una madre y su hija, y una pista de hielo y parque de atracciones en el que, mientras el delincuente Dancer trata de identificar al capo para el que trabajan, un colegio de monjas tiene a sus alumnas revoloteando aquí y allá y también, sí, junto al pistolero cuando, finalmente, tiene el encuentro con el jefe al que nunca nadie ha visto, lo que supone la sentencia de muerte del colaborador, aunque la madre y la hija que aguardan secuestradas en el coche están allí para explicarle al cabecilla de la banda que no le pueden entregar toda la mercancía, heroína escondida en artículos de regalo que entran en el país los viajeros que regresan, sin ser en absoluto conscientes de ello, porque la que iba en la muñeca china de esa niña la empleó esta para empolvar la cara de la muñeca, ante la sorpresa de un desquiciado psicópata que ya está dispuesta a liquidar a ambas, si no llega a convencerlo su socio para llevarlas a la cita de la entrega y para que le expliquen al cabecilla dicha circunstancia, con la esperanza de que el cabecilla las crea y no sospeche que se la han birlado los esbirros.

          Desde que desembarcan los viajeros del buque, tras varios de los cuales ha de recolectar la pareja de delincuentes las bolsas de heroína, un suceso fortuito, la muerte de un taxista que huía con la maleta de uno de los pasajeros, pone a la policía alerta del contrabando de heroína a través de artículos de decoración, que los viajeros pasan ignorando su función de camellos. Los dos detectives de la policía, con la presencia contundente de un clásico secundario como Emile Meyer, organizan la búsqueda de los posibles contactos a quienes «visitarán» los delincuentes, quienes van dejando a su paso un reguero de muertes, dada la facilidad con que Dancer usa la pistola con silenciador para no dejar testigos. Estamos, pues, ante una carrera intensa para evitar más muertes, por un lado, y para reunir las bolsitas de heroína que han de entregar  en un plazo determinado a su contacto, si no quieren sufrir unas consecuencias dramáticas, por otro.

          El recorrido por esos escenarios singulares es una de las grandes bazas de la película. ¡Qué habilidad, la de Siegel, para moverse con tanta soltura en esos escenarios en los que se le da a Wallach la ocasión de lucirse mostrando variadas facetas de su personalidad psicópata, porque tanto se desnuda para meterse en la sauna y cargarse allí al camello involuntario, antes de subir a su habitación para descubrir el alijo, como exhibe un tierno lado solitario y triste ante la mujer a cuyo domicilio han de acompañarla para descubrir que la hija ha usado como polvos para la cara de la muñeca la heroína que estaba dentro de ella. El modo como en la habitación destroza la muñeca para encontrarla y amenaza a la madre y a la hija es antológica, ciertamente. El último espacio singular, una pista de patinaje sobre hielo y, en el mismo recinto, feria con atracciones de muy diversa naturaleza sorprende al espectador, no solo por la propia distribución del espacio, sino por la superposición de un colegio de niñas entreteniéndose en las atracciones y la vigilancia del esbirro para acabar descubriendo al paralítico cabecilla que recoge en persona el alijo en el interior de un elemento decorativo del atractódromo, podríamos neologizar…, y en ese momento, tras sufrir la amenaza de muerte por parte del estirado y lisiado cabecilla, Dancer se revuelve y acaba empujando la silla hacia una barrera que no la frena y le aboca al choque contra la pista de patinaje, lo que nos da un plano cenital del fallecido, en un escorzo de polichinela, impresionante.

          Localizados por la policía, que ha seguido acercándose a ellos tras cada asesinato, logran escapar con el coche, cuyo volante lleva un conductor especializado y futuro excelente actor de reparto, Richard Jaeckel, que incluso llegó a ser nominado al Oscar en esa categoría por la película Casta invencible, de Paul Newman. Teniendo en cuenta el año de la película, 1958, bien puede decirse de esa persecución que es un modelo en su género. De hecho, buena parte de la película transcurre en las calles, sobre todo por parte de la policía, con una estética de Chevrolets llegando o saliendo a y de los sitios con la espectacularidad de su clásico diseño, y con los policías con sombreros inconfundibles y gestos de dinámico compromiso con su búsqueda indesmayable de los contrabandistas dispuestos a inundar el mercado con su letal producto.   

          De hecho, no hay película de acción que se precie que no cuente con una persecución automovilística; pero la de esta película, con un coche que se lanza a la huida por una carretera aun a medio hacer, a cuyo borde llega el coche, y está a punto de precipitarse al vacío, nos deja imágenes de gran efecto, en tomas panorámicas que acentúan el contraste entre la circunstancia y la desesperación de quienes huyen. Pero lo mejor es que la vean, por supuesto, y que disfruten de un autor, Don Siegel, encuadrado por la crítica en el capítulo de los «artesanos», si bien sus películas contienen un «arte» que conviene ir reconociendo para ascenderlo, y no al cadalso…, sino al selecto club de los grandes de todos los tiempos.

1 comentario:

  1. Hay muchas películas excelentes que es dificil localizar entre tantos títulos, a veces en las plataformas pasó largos minutos buscando entrelas sugerencias y los "porque viste tal..." para no encontrar nada. De niño mi padre se apunto a un videoclub, cada día habia que devovler la película y retirar otra y aquello llegó un momento que más parecía una condena que otra cosa... Sin embargo me gusta descubrir estos títulos que reseñas, esta en concreto seguro que me gustará

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