La friquigozada de una historia de amor tan delirante como seductora…
Título original: Dinner in
America
Año: 2020
Duración: 106 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Adam Rehmeier
Guion: Adam Rehmeier
Reparto: Emily Skeggs: Kyle Gallner; Yancey Fuqua; ; Jennifer Kincer; Hannah
Marks; Ricky Wayne; Lea Thompson; Nick Chinlund; Sean Rogers; Nico Greetham; Lukas
Jacob;
Sidi Henderson; Robert Skrok; Lena Drake; Shelby Alayne Antel; Mary Lynn
Rajskub; Pat Healy; Griffin Gluck.
Música: John Swihart
Fotografía: Jean-Philippe
Bernier.
¡Menudo
sorpresón! La guardé «para ver más tarde»
en la noche de tráileres que, de tanto en tanto, hemos de hacer para dejarnos
guiar por ellos a la hora de seleccionar futuras películas, pues por el título,
salvo películas ya criticadas o premiadas o de autores conocidos, poco en claro
podemos sacar. A mi Conjunta esta le pareció un disparate mayúsculo; yo, más
aventurero, intuí una gamberrada que podría tener su gracia. Nos ha acabado
gustando a los dos, aunque el personaje, un cantante punk transgresor,
insobornable, destructivo y autodestructivo está diseñado para atragantárseles
a los espectadores como se les atraganta a cuantos comensales y no comensales tienen
la desgracia de cruzarse con él. Y sí, Kyle Gallner borda el papel y tiene, en
sus mejores planos, un aire inconfundible al Clark Gable más canalla y seductor…
La historia
tarda en perfilarse, porque los dos primeros personajes que aparecen en un test,
pagado, para comprobar efectos médicos de nuevos medicamentos, salen «tocados»
de la prueba y ella lo invita a comer en casa de sus padres y a dormir en ella.
En el transcurso, pues, de la primera de
las tres «cenas en América», ¡a cual más disparatada y real!, que se nos narran
en la película, la madre de la joven no duda en lanzarse desesperadamente a un
magreo con el joven en la cocina, donde los sorprende su hija. Antes de ser
acorralado por el padre y el hermano, dos fanáticos del fútbol usamericano, el
joven de apariencia y modales transgresores —aún nos queda asistir al encuentro
con la protagonista y la comida en su casa para saber que es la variante punki
de la transgresión social—, el joven rompe con una silla el ventanal del salón
y sale al jardín de la casa, sobre el que rocía un bidón de gasolina para
prenderle fuego a continuación. En ese momento se inicia la huida de la
persecución policial, que burlará cuando la protagonista, en un descanso de su
jornada laboral en una tienda de mascotas, despiste a la policía sobre el
paradero del fugado, con quien puede fácilmente mantener contacto visual, pues
está en el rellano de la escalera posterior de un edificio que da al mismo
callejón donde está la joven.
La entrada en
escena de la joven friqui, a quien no solo los íntimos y los cercanos tienen
por retarded, sino cualquiera que se cruza con ella, le hace dar a la
historia un salto cualitativo impresionante. La unión de ambos es, ya, el súmmum
de las parejas increíbles e inolvidables que nos han pedido desde la pantalla
nuestro voto de confianza en su inverosímil unión. Y no nos defraudan, porque,
por sus pasos contados, entre el desprecio irónico, la compasión infinita y una
sorpresa que no puedo revelar, esa pareja de marginados antisistema deseosos,
por otro lado, de integrarse en él, al menos en el espacio de felicidad que a
todos nos está destinado, seamos como seamos y profesemos la pasión que
profesemos.
Lo mejor de
todo este asunto es que no nos movemos de los típicos suburbia
usamericanos en los que los modelos familiares y sociales, amén de los espacios
públicos, como ese plano magistral de la pareja en una cafetería bajo un mural esplendoroso, se
definen con muy pocos elementos. Todos ellos, en el caso de esta historia, se
relacionan con la asistencia a comidas familiares en las que se describen a la perfección
esos modelos, ¡y no sin un ácido sentido del humor! Me ha venido a la memoria la película de
Milos Forman, Taking off, de la que la actual puede entenderse como
lejana deudora, si bien aquel músico modosito que atraganta al padre de familia
al revelarle sus ingresos anuales, es sustituido aquí por un punki
destructivo que quiere vivir a la contra desde el estrecho lado marginal que lo
empuja incluso a la pobreza, aun siendo de familia adinerada. Porque, bien
avanzada la relación con la joven Patty, encarnada por una prodigiosa Emily
Skegg, sabemos que el joven «disruptivo» es el líder de un grupo punk y que las
tensiones con sus compañeros provienen de una exacerbada rebeldía que lo lleva
a preferir la marginalidad que abrirse paso en un panorama musical en el que,
como en cualquier orden de la vida, solo se abre uno camino a fuerza de cesiones
que, como en el caso de John Q., pueden acabar desacreditando la naturaleza de
su fuerza rebelde.
Poco a poco,
la relación entre los dos jóvenes se irá estrechando, fortaleciéndose mediante
ciertos actos salvajes que parecen, y lo son, una glorificación de la violencia
como lenguaje social en un mundo en el que otras violencias , distintas de la
física, la mental y la económica, se ceban en personas como la protagonista,
quien parece aceptar resignada y sumisamente ese puesto de subordinación y
exclusión social al que la condena su entorno e incluso su propia familia, por
no hablar de su empleador. No es que la pareja se convierta poco menos que unos
Bonnie and Clyde contra la prepotencia de los biempensantes y malactuantes que
pueden llegar incluso al intento de violación, como el caso cómico de los dos
conocidos que se burlan de ella con una crueldad insufrible; pero sí que usan
sus armas para defenderse, y sin perder el agrio sentido del humor que caracteriza
al joven y del que irá aprendiendo la protagonista; pero mejor no me adelanto…
Que la
película es gamberra y malhablada ni que decirlo tengo, pero que también desnuda
el cinismo de lo políticamente correcto y lo socialmente admitido, está fuera
de toda duda. No se pierda de vista la importancia del lado musical de la
película, porque nos va a deparar secuencias de muy intenso nivel emocional y
una canción de las que dejan huella sonora. Confieso que películas como esta me
rejuvenecen mucho.
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