Recreación de la Administración británica de Palestina y la emergencia del futuro Estado Israelí a través de un intenso melodrama.
Título original: Shoshana
Año: 2023
Duración: 119 min.
País: Reino Unido
Dirección: Michael Winterbottom
Guion: Michael Winterbottom, Laurence Coriat, Paul Viragh
Reparto: Harry Melling; Irina Starshenbaum; Douglas Booth; Aury Elby; Ian
Hart; Gina Bramhill; Lee Comley; Matthew T. Reynolds; Tim Daish; Aaron Vodovoz;
Matthew Thomas-Robinson; Yotam Ishay; Rony Herman; Stephen O'Leary; Ariel Nil
Levy; Gianmarco Vettori; Yarden Lavi; Samuel Kay; Idan Yechieli; Aliosha
Massine; Alla Krasovitzkaya; Elene Mushkaeva; Andrea Quartulli; Doron Kochavi; Ofer
Seker.
Música: David Holmes
Fotografía: Giles Nuttgens.
Michael Winterbottom
es un director poliédrico, o multigenérico, capaz de hacer Código 46, Nueve
canciones o El viaje (y sus diversas secuelas), por eso no extraña
verlo atreverse con un melodrama, con más de drama que de música, con el
trasfondo, destacadísimo en la historia, del periodo final de la dominación
británica en Palestina, de donde se fueron por voluntad propia tras haberse
hecho cargo de la administración de ese territorio por encargo de la Sociedad
de Naciones, tras la Primera Guerra Mundial. De hecho, en los acuerdos que
llevaron a esa administración, figura la intención de crear un «Hogar judío»
que amparara a la entonces una minoría (el 11%) en un territorio de mayoría
árabe. De hecho, el primer Alto Comisionado fue el judío inglés Herbert Samuel
(primero de su condición en la Administración inglesa, por cierto).
La película de
Bottom aborda los últimos momentos de aquella Administración, odiada por igual
por árabes y judíos, quienes no dudaron en cometer atentados terroristas contra
ella y también entre ambas comunidades cuando los árabes comprobaron que la
inmigración judía a Palestina amenazaba con modificar el reparto de tierras y
poder en un territorio no por semidesértico menos codiciado. Los ingleses se
opusieron a la llegada de barcos repletos de inmigrantes judíos, pues eran
partidarios de estrechar lazos con los árabes para luchar contra la amenaza
nazi, por más que el Muftí de Jerusalén, huido a Europa, se declarara aliado de
los alemanes y reclutara a musulmanes bosnios y albano-kosovares para las Wafen
SS. Es decir, que la situación se describe gráficamente como el «avispero»
que he llevado al título de la crítica.
En ese
contexto histórico, el enamoramiento entre un policía británico y una redactora
de un diario judío moderado, Shoshana, una mujer liberal y sin prejuicios,
enemiga del grupo judío terrorista que pone bombas en mercados árabes y que,
finalmente, fue responsable del atentado contra el Hotel Rey David, en 1946; esa
mujer, digo, va a ser algo así como el hilo conductor de un análisis de la
situación histórica que, por sintética que sea, y lo es mucho, da a entender la
dimensión del conflicto que se avecinaba en cuanto Gran Bretaña decidiera
renunciar al mandato de la Sociedad de Naciones y, tras la Segunda Guerra Mundial,
pasarle el conflicto —o la clásica patata caliente…— a la ONU recién nacida,
quien dictó el establecimiento de los dos estados en Palestina, lo cual, como
es bien sabido, fue el pistoletazo de salida para el intento de exterminio
judío por parte de una coalición de países árabes, lo cual inició una contienda
cuyo dramatismo aún perdura en nuestros días, pero con un salto cualitativo de
odio, muertes y destrucción cuya solución diplomática ni siquiera se atisba,
tras tantos años de «devoción» por el terrorismo en ambas partes.
Al margen de
la extraña relación amorosa entre la periodista y el policía, con dos
intérpretes de mucho mérito, Irina Starshenbaum y Douglas Booth, cuyo
distanciamiento se producirá en función de los acontecimientos políticos y su
poderosa influencia en los comportamientos privados de las personas, la
película traza una radiografía bastante lúcida de lo que supuso el terrorismo
en los orígenes de la fundación del Estado de Israel, y de cómo la Administración
Británica hubo e combatir, no siempre dentro de la más estricta legalidad,
contra los dos terrorismos que la asediaban: el judío y el árabe, aunque este
tenga menos presencia en la historia, frente a lo mucho que se combate al
primero.
En términos
cinematográficos e históricos, la película nos ofrece una visión de la vida en
Tel Aviv (emplazada donde la bíblica Jaffa) en los años 30 y 40 como la de una
ciudad cosmopolita y moderna en la que conviven las distintas religiones, pero se
advierte que lo hacen sobre un polvorín que estallará algún día, sin saber
quiénes serán los herederos de sus ruinas o los potenciadores de su
crecimiento. Y en ese escenario se mueven los personajes opuestos que centran
el interés de la narración. El policía inglés simpatiza, obviamente, con la
causa judía, y, de hecho, Shoshana es militante de la organización moderada Haganá,
que ayudaron a los británicos a detener a los terroristas del Leji y del
Irgún. Lo que ni unos ni otros grupos judíos podían olvidar, sin
embargo, era la destrucción, por parte de los aliados de Inglaterra contra los
nazis, los soviéticos, del barco Struma lleno de judíos que se dirigían
a Palestina, y en cuyo hundimiento murieron ochocientas personas…
Resulta «instructivo»
el visionado de la película, porque no hay muchas que traten el conflicto
árabe-israelí en aquellos primeros tiempos de la Administración británica,
porque Lawrence de Arabia ignora la realidad de los judíos en Palestina y se centra
en los intentos del espionaje británico para conseguir el apoyo de los árabes
frente a la amenaza nazi, y de ahí los esfuerzos británicos por impedir la llegada
de inmigrantes judíos a Palestina.
El final de la
película, con una paradoja sangrante, nos deja más que perplejos y nos empuja a
una relectura histórica del conflicto para salir del maniqueísmo que domina los
posicionamientos políticos en nuestros días, tan sectarios como desinformados.
Al final, probablemente, no nos quede otra que reconocer que lo imposible, el adynaton,
políticamente, sí existe, y está y
seguirá causando innumerables muertes. Una película hermosa y triste.
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