martes, 23 de septiembre de 2025

Primera publicación de «El ojo cosmológico: El cine visto por Juan Poz».

 

Cien películas de las que acaso no hayas oído hablar y que no deberías dejar de ver…

 

          Tras más de mil seiscientas críticas, me ha parecido oportuno reunir en un volumen estas cien críticas de películas poco o nada conocidas, a juzgar por la sorpresa de algunos amigos cuando les hablaba de ellas. No son, per se, películas para cinéfilos, sino para cualquier buen aficionado al cine, deseoso de disfrutar de parte de las innumerables obras de arte que el Séptimo guarda en el amplio seno de su vasta producción, ¡en poco más de cien años de existencia!

          El volumen ha aparecido en Amazon, en edición digital. En breve aparecerá, también en el mismo formato, la versión en inglés, y dentro de una semana, aproximadamente, estará disponible, igualmente a través de Amazon, la versión impresa.

Este es el vínculo para la adquisición del libro:

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 Como en las salas de cine, ofrezco el Avance del libro para quienes estén interesados en descubrir nuevas experiencias cinematográficas. 

 

Avance

 

          Estas Cien películas…, me apresuro a aclararlo, no pretenden constituir una encubierta, reducida e imposible Historia del Cine, algo obvio si simplemente se lee el índice de películas y se advierten las clamorosas ausencias de películas indiscutibles en esa Historia que otros han ensayado con tanta pericia como Mark Cousins en su magnífica La historia del cine: una odisea, y con cuya selección implícita no solo tan de acuerdo estoy, sino que varias de sus obras destacadas coinciden con algunas de las aquí seleccionadas.

          Abrí la bitácora El ojo cosmológico. El cine visto por Juan Poz como una vía de expresión para que tantas horas de disfrute no se consumieran en la intransitividad de mis visionados. Deseé compartir con otros aficionados mi placer, a veces mis desencuentros, y siempre el mismo fervor irrenunciable a un arte, el Séptimo, que me sedujo desde mi más temprana edad, y contra el que la televisión (entró en mi casa familiar en 1962, a mis nueve años de edad) no pudo competir en ningún momento.

          El cine Las Palmeras, coloquialmente «El palacio de las pipas», fue para mí, durante mi infancia un templo en cuyo destartalado recinto se me aparecieron dioses inextinguibles y viví prodigios que en ningún otro espacio fui capaz de hallar. Allí se gestó la más duradera de mis relaciones con el Arte, junto con la música, y en dura competencia con la literatura y la filosofía cuando descubrí estas a los quince años.

          Como soy de naturaleza intelectual y artística sumamente inquieta, (¡El diletantismo hecho persona!), nada me gusta más que salirme de los caminos trillados de los cánones y experimentar con propuestas que, sin ser necesariamente transgresoras, no han gozado del beneplácito de la crítica reconocida o, simplemente, el tiempo ha caído sobre ellas como un alud inmisericorde y necesitan que alguien excave en la mina,  las rescate y las dé de nuevo a conocer, dado el ostracismo a que las nuevas generaciones han condenado al esplendoroso cine mudo de los orígenes del Séptimo Arte, condena que se ha extendido, incomprensiblemente, a todo cine en blanco y negro, incluso sonoro.

          Esta selección arbitraria responde, pues, a un criterio exclusivamente apoyado en lo intransferible de mi propio gusto. A lo largo de las más de mil seiscientas críticas que he escrito en mi Ojo cosmológico se me han ido quedando en la memoria ciertas obras que, a mi modesto entender, deberían ser más conocidas, o simplemente conocidas, si, como defiendo, se trata de obras casi ocultas en una producción artística que cuenta sus ejemplares por millones, y en la que es usual que las novedades macropublicitadas arrinconen obras que, como a veces sucede en las salas, o no llegan o duran menos de una semana, por la insufrible dictadura de las novedades que se devoran unas a otras. El ojo cosmológico nació, en consecuencia, como un remanso de paz donde huir de esas luchas de lo último con lo ultimísimo para poder dedicar mi atención a lo imperecedero, a lo eterno. Y aquí hallará el lector y espectador habitual propuestas que a buen seguro habrá de agradecerme, porque ninguna deuda de tan placentera satisfacción como la que nos descubre maravillas ocultas en el estresante consumo de las novedades.

          Mi Ojo cosmológico se llama así en homenaje al francotirador intelectual que fue durante toda su fecunda vida Henry Miller. En su libro así titulado, El ojo cosmológico,  Miller da por muerto el cine y por difunto al hombre contemporáneo, y considera que tras La sangre de un poeta, de Cocteau y La edad de oro, de Buñuel y Dalí, poco o nada le queda al cine por decir. Mi bitácora es un recordatorio de su genio y de las carencias de cualquier juicio apocalíptico. Es cierto que el cine está en constante mutación, y que hasta entra dentro de lo posible y razonable (¡pero no deseable!) que desaparezcan las antiguas salas de exhibición, grandes y pequeñas, sustituidas por las inmensas pantallas familiares que hacen realidad la perversa idea del «cine en casa».

          Con todo, el título de mi bitácora se refiere no tanto al cine cuanto a la pintura (y recuerdo que la mía la preside una reproducción de un cuadro de Mariano Fortuny…), y ese Ojo se lo adjudica Miller al pintor vanguardista amigo suyo Hans Reichel. Del mismo modo que defiende Miller que «en todas las artes la cima se alcanza solo cuando el artista desborda los límites del arte que utiliza», aventura la idea de que los cuadros de Reichel no nacen del ojo real que observa la realidad, sino del cosmológico que la crea desde las entrañas del autor. He aquí, pues, una hermosa paradoja: las imágenes que proyecta el foco de luz sobre la pantalla (un lienzo es también, a su manera, una pantalla…) solo son posibles si han sido alumbradas en «la noche absoluta» de las entrañas del artista, «en el oscuro dolor agazapado en el espinazo» donde «se disuelve la sustancia de las cosas hasta que solo brilla su esencia. Los objetos de su amor, mientras ascienden a la luz para disponerse en sus telas, se desposan en extrañas y místicas uniones que son indisolubles».

          En esta selección de películas, los lectores y espectadores hallaran prácticamente «de todo», aunque ese «todo» ha sido seleccionado al azar, sin cuota por géneros ni de ningún otro tipo. Así pues, desde películas de terror hasta westerns, pasando por melodramas, tragedias, cine histórico, documentales, thrillers, etc., salvo, y ahora que escribo este Avance reparo en ello, una muestra de un género del que soy ferviente admirador: el musical; así pues, decía, los futuros espectadores tienen a su disposición una colección de títulos tan variados como atractivos. Ya es tarde para remediar lo del musical, pero si hubiera, andando el tiempo, una segunda selección de otras Cien… repararía este imperdonable olvido.

          Insisto, aunque cronológicamente esta selección cubra desde 1919 hasta 2023, no ha de ser considerado como una mínima y encubierta Historia del cine, sino como lo que es: una selección de películas de las que acaso no haya oído hablar y que ya estará deseando comenzar a ver…

 

 

2 comentarios:

  1. Tu capacidad de trabajo es increíble. Un nuevo y suculento libro sobre tus delicatessen cinematográficas que hemos ido conociendo por El ojo cosmológico. Iremos por el libro. Muchas gracias por iluminarnos con tus análisis a menudo certeros y atinados. Espero que hayas indicado en el libro dónde se pueden encontrar las películas, en qué plataformas, digo. A veces me encuentro con dificultades para localizarlas a partir de tus críticas. Y algunas de ellas deben de proceder de dvd's que vas comprando, creo. Felicidades por este nuevo reto cosmológico.

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  2. Una vez oi que una película y una novela tienen tanta distancia entre si como una canción y un poema. Se nota que eres escritor por como usas las palabras, y la manera en que tus frases nos van guiando por una senda que cobra sentido al terminar de recorrerla. Es un lugar común decir que el escritos es un pintor que usa palabras en vez de pigmentos... pero no me gusta esa imagen, te veo como un arquitecto que construye con ladrillos una obra que se yergue. Durante años he sido gran admirador de Julián Marías, en mi blog se puede encontrar diversos comentarios al respecto. Me recuerdas mucho porque el como tú, habláis de cine y lo hacéis trascendiéndolo sin traicionarlo. Gracias

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