Un retrato fidedigno
de la hambruna ucraniana (Holodomor en ucraniano), considerada parte del
genocidio de Stalin, y descubierta para el mundo de la prensa libre por un periodista gales,
Gareth Jones.
Título original: Mr. Jones
Año: 2019
Duración: 114 min.
País: Polonia
Dirección: Agnieszka Holland
Guion: Andrea Serdaru Barbul
Música: Antoni Lazarkiewicz
Fotografía: Tomasz Naumiuk
Reparto: James Norton,
Vanessa Kirby, Peter Sarsgaard, Joseph Mawle, Kenneth Cranham, Michalina
Olszanska, Beata Pozniak, Celyn Jones, Richard Elfyn, Krzysztof Pieczynski,
Edward Wolstenholme, Christopher Bloswick, Oleh Drach, Patricia Volny, Julian
Lewis Jones, Billy Holland.
Si Europa, Europa
nos dejó clavados en la butaca por la inteligencia con que su autora exploró un
caso singular de impostura durante la época nazi para sobrevivir, desde la
condición de judío, a aquella barbarie racista, la presente película, Mr.
Jones, vuelve a escoger un régimen dictatorial y genocida para contarnos la
historia de un periodista de los que ya no se estilan, desgraciadamente, en
nuestros días, que descubrió, arriesgando su propia vida para ello, la hambruna
que asoló Ucrania y que dejó un saldo de entre millón y medio y cuatro millones
de víctimas, aunque otras fuentes lo elevan hasta los doce millones. El
planteamiento narrativo e ideológico es tan simple como la propia brutalidad de
los hechos, porque esa hambruna se produjo cuando se iniciaron, por vía
expeditiva, las colectivizaciones agrarias: se va a contrastar el lujo y la
opulencia de las clases dirigentes con la hambruna sufrida por el pueblo. A ese
respecto, ninguna secuencia tan elocuente como la del tren, cuando el
periodista galés viaja a Ucrania en compañía de un alto cargo del Partido y se
le ocurre abrir una puerta de otro vagón del tren y descubre, con horror, un
mundo en blanco y negro frente al lujo luminoso del otro vagón, y en ese vagón
grisáceo una naranja, luminosa como un sol en el ocaso, es mirada por los
viajeros como el bien más preciado sobre la Tierra. Gareth Jones fue un
periodista cuya madre había vivido en Hughesovka , ciudad fundada por el
industrial galés John Hughes, como institutriz de sus hijos, ciudad que fue rebautizada
como Stalino en la época del dictador. Su madre quiso que aprendiera el ruso, y
gracias a ese conocimiento se desplaza a Moscú con la intención de entrevistar
a Stalin, para renovar el éxito periodístico que había tenido, meses atrás,
cuando se coló de rondón en el avión que llevó a Hitler a Frankfurt tras ser nombrado
canciller y ofrecer la primera entrevista del canciller. En Moscú se cruza con
un renombrado escritor al servicio de la propaganda del Partido hacia
Occidente, Walter Duranty —encarnado a la perfección por Peter Sargsgaard—,
cuyas crónicas en el New York Times le valieron un Pulitzer, si bien el
diario ha reconocido que su negación de la hambruna en Ucrania fue una de las
peores manchas en el historial del diario, y aunque hubo llamamientos para que
le retiraran el Pulitzer a Duranty, tal cosa aún no ha sucedido. Ya veremos si esta película
lo logra…
Jones inicia,
pues, su viaje, como un testigo «dirigido» por el Partido, pero tan pronto como
logra escaparse de ese férreo control y decide descender en la actual Donetsk, pero
en aquellos días Stalino —ahí hay un fallo de documentación, y la referencia
parece estar pensada más en términos de identificar el lugar para los
espectadores actuales que en los de ser fieles a los datos: se conoce a la
ciudad por su nombre de Donetsk desde 1961, que fue rebautizada por Nikita
Jrushchov—, comienza un viaje al centro del horror que, en un paisaje nevado y
espectral, va a ir en un in crescendo difícilmente soportable. Ser conscientes
de que todos esos sucesos eran sistemáticamente negados por Stalin y su
camarilla, y por acomodados «compañeros de viaje» como Duranty, constituye un
contraste que deja al espectador al borde del colapso. Que el periodista sea
conocedor de primera mano del canibalismo con que se intentaba sobrevivir a la
hambruna nos deja estupefactos. Con anterioridad, en ese paisaje, hemos
asistido, sobrecogidos, al desfile tenebroso de la carreta de la muerte que va
recogiendo los cadáveres en la nieve, y me ahorro otro horror en esa misma
secuencia porque almas muy sensibles serían incapaces ya de sentarse a ver esta
película-documento que, sin embargo, me parece de necesaria visión. Sobre todo
tras haber comprobado la banalidad con que dirigentes actualmente en el
gobierno siguen glorificando un régimen criminal como el de la URSS que,
¡afortunadamente!, ha sido condenado en estricta igualdad de condiciones con el
régimen nazi por las autoridades europeas; pero se ve que Spain is different,
¡aún!
La peripecia
del periodista por ese paisaje devastado es difícil de soportar, y la directora
no se recrea excesivamente en él, pero sí es cierto que nos ofrece una visión muy próxima, íntima, de cómo Jones, por amor a la veracidad de los hechos y
a su responsabilidad como periodista, se expone a perecer en el intento. Como
se le cerraron las puertas del periodismo y de la política —después de su
entrevista con Hitler había llegado a ser asesor para asuntos exteriores de quien
fuera años antes Prime Minister, David Lloyd George, Jones consiguió publicar su reportaje en las
páginas de los diarios de Randolph Hearst, lo que suscitó una controversia en
la que Duranty, desde su poderosa situación, logró salir airoso y convencer a
los poderosos poco menos de que Jones había escrito un reportaje
sensacionalista y mentiroso. Infatigable en su labor de periodista apegado al
terreno de los acontecimientos, y tras serle prohibida la entrada en la URSS,
Jones se interesó por los conflictos en Oriente y acabó siendo asesinado a
instancias del régimen soviético, al decir de todas las fuentes.
Reservo para el
final un detalle estructural de la película que podría equivocar a los
espectadores, porque cuando Jones habla de volver a donde vivieron sus padres,
en Ucrania, la película nos ofrece un contrapunto con la redacción, en
Inglaterra, de una novela que denunciaría de una vez por todas el totalitarismo
soviético: Animal Farm, y su autor, George Orwell, aparece físicamente
en la película porque comparte editorial con Jones y el editor reúne a ambos.
Conviene decir, no obstante que ya en aquellos años de incipiente denuncia del
régimen asesino soviético, aún se suscita en algunos intelectuales la «duda» de
si semejante denuncia no deja sin esperanza al proletariado de Occidente para
cambiar el ominoso sistema de explotación capitalista, que en Inglaterra
conocen a la perfección desde los inicios de la Revolución Industrial.
En todo caso,
la película es honesta e impactante, y conviene no solo verla, sino difundirla,
para ver si de una vez por todas, se instala en la conciencia social de nuestro
país que la URSS y la ideología que la creó son flagrantes aberraciones en el
camino de la justicia social.
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