domingo, 21 de noviembre de 2021

«Mr. Jones», de Agnieszka Holland, autora de «Europa, Europa»…

Un retrato fidedigno de la hambruna ucraniana (Holodomor en ucraniano), considerada parte del genocidio de Stalin, y descubierta para el mundo de la prensa libre por un periodista gales, Gareth Jones.

 

Título original: Mr. Jones

Año: 2019

Duración: 114 min.

País:  Polonia

Dirección: Agnieszka Holland

Guion: Andrea Serdaru Barbul

Música: Antoni Lazarkiewicz

Fotografía: Tomasz Naumiuk

Reparto: James Norton, Vanessa Kirby, Peter Sarsgaard, Joseph Mawle, Kenneth Cranham, Michalina Olszanska, Beata Pozniak, Celyn Jones, Richard Elfyn, Krzysztof Pieczynski, Edward Wolstenholme, Christopher Bloswick, Oleh Drach, Patricia Volny, Julian Lewis Jones, Billy Holland.

 

         Si Europa, Europa nos dejó clavados en la butaca por la inteligencia con que su autora exploró un caso singular de impostura durante la época nazi para sobrevivir, desde la condición de judío, a aquella barbarie racista, la presente película, Mr. Jones, vuelve a escoger un régimen dictatorial y genocida para contarnos la historia de un periodista de los que ya no se estilan, desgraciadamente, en nuestros días, que descubrió, arriesgando su propia vida para ello, la hambruna que asoló Ucrania y que dejó un saldo de entre millón y medio y cuatro millones de víctimas, aunque otras fuentes lo elevan hasta los doce millones. El planteamiento narrativo e ideológico es tan simple como la propia brutalidad de los hechos, porque esa hambruna se produjo cuando se iniciaron, por vía expeditiva, las colectivizaciones agrarias: se va a contrastar el lujo y la opulencia de las clases dirigentes con la hambruna sufrida por el pueblo. A ese respecto, ninguna secuencia tan elocuente como la del tren, cuando el periodista galés viaja a Ucrania en compañía de un alto cargo del Partido y se le ocurre abrir una puerta de otro vagón del tren y descubre, con horror, un mundo en blanco y negro frente al lujo luminoso del otro vagón, y en ese vagón grisáceo una naranja, luminosa como un sol en el ocaso, es mirada por los viajeros como el bien más preciado sobre la Tierra. Gareth Jones fue un periodista cuya madre había vivido en Hughesovka , ciudad fundada por el industrial galés John Hughes, como institutriz de sus hijos, ciudad que fue rebautizada como Stalino en la época del dictador. Su madre quiso que aprendiera el ruso, y gracias a ese conocimiento se desplaza a Moscú con la intención de entrevistar a Stalin, para renovar el éxito periodístico que había tenido, meses atrás, cuando se coló de rondón en el avión que llevó a Hitler a Frankfurt tras ser nombrado canciller y ofrecer la primera entrevista del canciller. En Moscú se cruza con un renombrado escritor al servicio de la propaganda del Partido hacia Occidente, Walter Duranty —encarnado a la perfección por Peter Sargsgaard—, cuyas crónicas en el New York Times le valieron un Pulitzer, si bien el diario ha reconocido que su negación de la hambruna en Ucrania fue una de las peores manchas en el historial del diario, y aunque hubo llamamientos para que le retiraran el Pulitzer a Duranty, tal cosa aún no ha sucedido. Ya veremos si esta película lo logra…

         Jones inicia, pues, su viaje, como un testigo «dirigido» por el Partido, pero tan pronto como logra escaparse de ese férreo control y decide descender en la actual Donetsk, pero en aquellos días Stalino —ahí hay un fallo de documentación, y la referencia parece estar pensada más en términos de identificar el lugar para los espectadores actuales que en los de ser fieles a los datos: se conoce a la ciudad por su nombre de Donetsk desde 1961, que fue rebautizada por Nikita Jrushchov—, comienza un viaje al centro del horror que, en un paisaje nevado y espectral, va a ir en un in crescendo difícilmente soportable. Ser conscientes de que todos esos sucesos eran sistemáticamente negados por Stalin y su camarilla, y por acomodados «compañeros de viaje» como Duranty, constituye un contraste que deja al espectador al borde del colapso. Que el periodista sea conocedor de primera mano del canibalismo con que se intentaba sobrevivir a la hambruna nos deja estupefactos. Con anterioridad, en ese paisaje, hemos asistido, sobrecogidos, al desfile tenebroso de la carreta de la muerte que va recogiendo los cadáveres en la nieve, y me ahorro otro horror en esa misma secuencia porque almas muy sensibles serían incapaces ya de sentarse a ver esta película-documento que, sin embargo, me parece de necesaria visión. Sobre todo tras haber comprobado la banalidad con que dirigentes actualmente en el gobierno siguen glorificando un régimen criminal como el de la URSS que, ¡afortunadamente!, ha sido condenado en estricta igualdad de condiciones con el régimen nazi por las autoridades europeas; pero se ve que Spain is different, ¡aún!

         La peripecia del periodista por ese paisaje devastado es difícil de soportar, y la directora no se recrea excesivamente en él, pero sí es cierto que nos ofrece una visión muy próxima, íntima, de cómo Jones, por amor a la veracidad de los hechos y a su responsabilidad como periodista, se expone a perecer en el intento. Como se le cerraron las puertas del periodismo y de la política —después de su entrevista con Hitler había llegado a ser asesor para asuntos exteriores de quien fuera años antes Prime Minister, David Lloyd George,  Jones consiguió publicar su reportaje en las páginas de los diarios de Randolph Hearst, lo que suscitó una controversia en la que Duranty, desde su poderosa situación, logró salir airoso y convencer a los poderosos poco menos de que Jones había escrito un reportaje sensacionalista y mentiroso. Infatigable en su labor de periodista apegado al terreno de los acontecimientos, y tras serle prohibida la entrada en la URSS, Jones se interesó por los conflictos en Oriente y acabó siendo asesinado a instancias del régimen soviético, al decir de todas las fuentes.

         Reservo para el final un detalle estructural de la película que podría equivocar a los espectadores, porque cuando Jones habla de volver a donde vivieron sus padres, en Ucrania, la película nos ofrece un contrapunto con la redacción, en Inglaterra, de una novela que denunciaría de una vez por todas el totalitarismo soviético: Animal Farm, y su autor, George Orwell, aparece físicamente en la película porque comparte editorial con Jones y el editor reúne a ambos. Conviene decir, no obstante que ya en aquellos años de incipiente denuncia del régimen asesino soviético, aún se suscita en algunos intelectuales la «duda» de si semejante denuncia no deja sin esperanza al proletariado de Occidente para cambiar el ominoso sistema de explotación capitalista, que en Inglaterra conocen a la perfección desde los inicios de la Revolución Industrial.

         En todo caso, la película es honesta e impactante, y conviene no solo verla, sino difundirla, para ver si de una vez por todas, se instala en la conciencia social de nuestro país que la URSS y la ideología que la creó son flagrantes aberraciones en el camino de la justicia social.

 

 

 

 

 

 

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