martes, 16 de noviembre de 2021

«Not Wanted» y «Ultraje», de Ida Lupino, su ópera prima y su tercera película.

 

Título original: Not Wanted

Año: 1949

Duración: 91 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Elmer Clifton, Ida Lupino

Guion: Paul Jarrico, Ida Lupino

Música: George Greeley, Leith Stevens

Fotografía: Henry Freulich (B&W)

Reparto: Sally Forrest, Keefe Brasselle, Leo Penn, Dorothy Adams, Rita Lupino, Wheaton Chambers, Audrey Farr, Carole Donne, Ruth Clifford, Ruthelma Stevens, Virginia Mullen, Roger Anderson.

 






Título original: Outrage

Año: 1950

Duración: 75 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Ida Lupino

Guion: Collier Young, Malvin Wald, Ida Lupino

Música: Paul Sawtell

Fotografía: Archie Stout (B&W)

Reparto: Mala Powers, Tod Andrews, Robert Clarke, Raymond Bond, Lillian Hamilton, Rita Lupino, Hal March, Kenneth Patterson, Jerry Paris, Angela Clarke, Roy Engel, Lovyss Bradley, Hamilton Camp, William Challee, Tristram Coffin, Jerry Hausner, Bernie Marcus, Joyce McCluskey, Albert Mellen, John Morgan, Vic Perrin, John Pelletti, Beatrice Warde, Ida Lupino, Kenner G. Kemp, Jimmie Horan.

 

        

Dos dramas sociales en un cine sobre mujeres jóvenes contemplados desde la sensibilidad de una mujer en la realización: la intensidad y el dolor lancinante de sentimientos devastadores.


    La misma personalidad que Ida Lupino demostró tener en los magníficos papeles que interpretó a lo largo de su carrera la demostró, más acusada si cabe, cuando, un poco por azar y un mucho por inclinación, hubo de ponerse detrás de la cámara para sustituir a Elmer Clifton, tras sufrir este una hemorragia cerebral a los pocos días del inicio del rodaje. Si de sí misma, con excelente humor, decía que era «la Bette David de los pobres», pasada a la dirección decidió, supongo que tras rodar El autoestopista, que ella era «la Don Siegel de los pobres». Antes, dirigió con pulso firme y gusto exquisito su forzada ópera prima, Not wanted, la dramática historia de una madre soltera, y Ultraje, una película valiente y novedosa, en aquellos años, sobre la violación de una joven que queda traumatizada  y huye para recomponer su vida lejos de su casa.

         Ida Lupino, a quien la Filmoteca de Cataluña dedicó no hace mucho un merecido ciclo, dirigió solo siete películas, antes de dedicarse exclusivamente a la dirección de capítulos de series en televisión. Supongo que «levantar» una producción fílmica ha de ser un esfuerzo titánico, cuando no tienes detrás un Estado que subvencione determinados proyectos. Ello puede explicar que una directora tan capaz y combativa no siguiera una carrera tan prometedora como la que auguraba su primer largo. Not wanted esta llena de secuencias y planos prodigiosos que ponen de relieve la calidad intrínseca de Lupino para la dirección. Si Ultraje se abre en sus comienzos con una secuencia de persecución en la noche por unos escenarios desiertos más propia de un thriller que de un drama social como el de la violación, Not wanted acaba con unos travelines excepcionales, dramáticos y emocionantes que son un precedente inequívoco, cuando el amante persigue a su amada a través de un puente cubierto, de la famosa escena de la persecución de Jeanne Moreau más de una década después en Jules et Jim, de Truffaut.

         La historia de una joven seducida por un pianista que, cumplida la seducción de la joven ingenua, no quiere saber nada, tiempo después, de ella, porque él nunca alimentó la fantasía de un futuro compartido, lleva a la protagonista a buscar un trabajo que, finalmente, encuentra en una gasolinera, gracias al acompañante con quien, harta de las recriminaciones de sus padres, coincide en el tren en el que se marcha de casa en pos del músico, que ya se busca la vida en otra ciudad. Cuando llega y advierte que el músico ni la echa de menos ni la necesita, su mundo se derrumba y acepta ese trabajo que le permite estar con el joven acompañante que se lo ha facilitado, y de quien se va enamorando, sin que la cojera del joven sea un impedimento para ello. La escena de la feria, por ejemplo, que es la de la declaración y propuesta de matrimonio del joven es modélica. Como acaba con un desmayo profundo que alerta al joven, es avisado el doctor, quien certifica que la joven va a ser madre. A partir de ahí, de nuevo otra huido en silencio a otra ciudad para emplearse y tratar de salir adelante, aunque, finalmente, admite que sin ayuda ella no podrá salir adelante. Es admitida en una institución que ayuda a las jóvenes embarazadas a dar a luz para, posteriormente, entregar, si lo desean, el hijo en adopción a parejas que no pueden tener hijos. En su primera aparición como protagonista en la pantalla, Sally Forrest crea un personaje ingenuo, emotivo y apasionado que vive sus experiencias con una intensidad que conecta directamente con la fibra sensible de los espectadores. Poco a poco vamos entrando en ella y compartiendo esos vaivenes que van del dramatismo extremo a la esperanza y a la desesperación, sin abstenernos de un leve roce con la locura que consigue estremecernos. Aún no lo he dicho, pero la película se estructura como un larguísimo flash back que viaja desde el momento en que ella es detenida por, aparentemente, intentar secuestrar a un bebé que llora en un carrito que hay sin custodia en la calle, porque la madre sale enseguida de una tienda donde hace un recado, hasta el presente en que el juez ha de decidir si queda libre sin cargos o ha de ser juzgada por intento de secuestro. La capacidad de Lupino para expresar a través de la joven actriz el complejo mundo de reacciones que supone una maternidad no deseada, pero maternidad al fin y al cabo, es un auténtico descubrimiento y la sitúa muy alto en la nómina de directores que abordan problemáticas sociales punzantes, como EliaKazan, MartinRitt, Robert Rossen, Nicholas Ray, Samuel Fuller,  Billy Wilder  y tantos otros. El privilegio del espectador es la inmediata comunión que percibe entre la mirada que describe la peripecia de la protagonista y la experiencia que esta vive, lo cual refuerza el mensaje de un modo espectacular.

         Si la maternidad no deseada es una situación complicada para la mujer, ser víctima de una violación se lleva ya la palma de las desgracias. Es lo que le ocurre a la protagonista de Ultraje, una situación muy sobrecargada dramáticamente con la que es difícil lidiar, si no imposible, cuando una se siente el centro de una atención morbosa que le hace la vida imposible. Del mismo modo que en Not Wanted la protagonista se va de casa, también en Ultraje la protagonista hace lo mismo, impulsada por la necesidad de «desaparecer» de un entorno que ella vive como una hostilidad constante. De hecho, ni siquiera la inminente boda con su novio es capa de retenerla. Se mete en el Greyhound y se aleja hasta que, con un esguince de tobillo, cae rendida en un talud de la carretera donde será rescatada por un apuesto hombre que, posteriormente, sabremos que es un sacerdote que ejerce de líder comunitario y cuya ambigüedad respecto de la protagonista alimenta un posible enamoramiento sobre cuyo alcance nada me es permitido decir. Lo importante de la película es la vivencia interior de la protagonista tras haber sufrido una violación e intentar recuperar la vida normal, algo que le parece imposible, porque tiene la sensación de ser objeto de la compasión y la morbosidad de cuantos la rodean, de ahí que no lo dude a la hora de buscarse la vida en otra ciudad donde no la conozca nadie ni la asocie a tan terrible recuerdo. Que se vuelve una mujer desconfiada y huidiza es un hecho justificable, y de ahí la dificultad del líder religioso para ir venciendo esa desconfianza de la mujer, de quien lo ignora todo. En aquellos años, pocas películas tan valientes como esta de Ida Lupino para abordar un tema sobre el que el silencio de Hollywood era absoluto, paradójicamente, porque para la vida de los estudios y de las estrellas esa situación hasta podría considerarse frecuente. Los abusos sexuales y el mundo del cine tienen una historia paralela que llega hasta nuestros días, como demostró con creces el caso Weinstein, entre otros.  El cambio de escenario, de la mediana ciudad a una comunidad rural, sirve también para marcar unas diferencias en el trato y en la bondad de las gentes que, sin buscar una reedición del contencioso clásico campo-ciudad, son una muestra inequívoca del saludable efecto sobre las personas de la proximidad de la naturaleza. Nos puede parecer exagerado el temor de la protagonista, pero visto su conflicto desde los ojos de otra mujer, la película gana en intensidad y en capacidad de empatía. Haber sufrido una violación pone en juego resortes íntimos de una naturaleza que exigen compartir el mismo sexo para calibrarlos en su exacta medida, y de ahí la finura psicológica con que se nos retrata a la protagonista, incapaz de abrirse y de ceder a la espontaneidad de la confianza en los demás. De hecho, ese trauma que opera en ella desde el momento en que se produce la consumación del delito condiciona el devenir de su aventura lejos de su ciudad y explica suficientemente los hechos que se producen en el desenlace y que la sentarán a ella en el banquillo de los acusados, pero ese tramo me impone un silencio que guardo gustosamente, al tiempo que invito a los espectadores a descubrir, si no lo han hecho ya, a una de las directoras que fueron precursoras desde una maestría indiscutible.

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