Título original: Not Wanted
Año: 1949
Duración: 91 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Elmer Clifton,
Ida Lupino
Guion: Paul Jarrico, Ida
Lupino
Música: George Greeley, Leith Stevens
Fotografía: Henry Freulich
(B&W)
Reparto: Sally Forrest, Keefe Brasselle, Leo Penn, Dorothy Adams, Rita
Lupino, Wheaton Chambers, Audrey Farr, Carole Donne, Ruth Clifford, Ruthelma
Stevens, Virginia Mullen, Roger Anderson.
Título original: Outrage
Año: 1950
Duración: 75 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Ida Lupino
Guion: Collier Young, Malvin
Wald, Ida Lupino
Música: Paul Sawtell
Fotografía: Archie Stout
(B&W)
Reparto: Mala Powers, Tod Andrews, Robert Clarke, Raymond Bond, Lillian
Hamilton, Rita Lupino, Hal March, Kenneth Patterson, Jerry Paris, Angela
Clarke, Roy Engel, Lovyss Bradley, Hamilton Camp, William Challee, Tristram
Coffin, Jerry Hausner, Bernie Marcus, Joyce McCluskey, Albert Mellen, John
Morgan, Vic Perrin, John Pelletti, Beatrice Warde, Ida Lupino, Kenner G. Kemp,
Jimmie Horan.
Dos dramas sociales en un cine sobre mujeres jóvenes contemplados desde la sensibilidad de una mujer en la realización: la intensidad y el dolor lancinante de sentimientos devastadores.
La misma personalidad que Ida Lupino
demostró tener en los magníficos papeles que interpretó a lo largo de su
carrera la demostró, más acusada si cabe, cuando, un poco por azar y un mucho
por inclinación, hubo de ponerse detrás de la cámara para sustituir a Elmer
Clifton, tras sufrir este una hemorragia cerebral a los pocos días del inicio
del rodaje. Si de sí misma, con excelente humor, decía que era «la Bette David
de los pobres», pasada a la dirección decidió, supongo que tras rodar El
autoestopista, que ella era «la Don Siegel de los pobres». Antes, dirigió
con pulso firme y gusto exquisito su forzada ópera prima, Not wanted, la
dramática historia de una madre soltera, y Ultraje, una película
valiente y novedosa, en aquellos años, sobre la violación de una joven que
queda traumatizada y huye para recomponer
su vida lejos de su casa.
Ida Lupino, a
quien la Filmoteca de Cataluña dedicó no hace mucho un merecido ciclo, dirigió
solo siete películas, antes de dedicarse exclusivamente a la dirección de capítulos
de series en televisión. Supongo que «levantar» una producción fílmica ha de
ser un esfuerzo titánico, cuando no tienes detrás un Estado que subvencione
determinados proyectos. Ello puede explicar que una directora tan capaz y
combativa no siguiera una carrera tan prometedora como la que auguraba su primer
largo. Not wanted esta llena de secuencias y planos prodigiosos que
ponen de relieve la calidad intrínseca de Lupino para la dirección. Si Ultraje
se abre en sus comienzos con una secuencia de persecución en la noche por unos
escenarios desiertos más propia de un thriller que de un drama social como el
de la violación, Not wanted acaba con unos travelines excepcionales,
dramáticos y emocionantes que son un precedente inequívoco, cuando el amante
persigue a su amada a través de un puente cubierto, de la famosa escena de la
persecución de Jeanne Moreau más de una década después en Jules et Jim,
de Truffaut.
La historia de
una joven seducida por un pianista que, cumplida la seducción de la joven
ingenua, no quiere saber nada, tiempo después, de ella, porque él nunca alimentó la fantasía de un futuro compartido, lleva a la protagonista a buscar un trabajo que, finalmente, encuentra en una gasolinera,
gracias al acompañante con quien, harta de las recriminaciones de sus padres, coincide
en el tren en el que se marcha de casa en pos del músico, que ya se busca la
vida en otra ciudad. Cuando llega y advierte que el músico ni la echa de menos
ni la necesita, su mundo se derrumba y acepta ese trabajo que le permite estar
con el joven acompañante que se lo ha facilitado, y de quien se va enamorando,
sin que la cojera del joven sea un impedimento para ello. La escena de la
feria, por ejemplo, que es la de la declaración y propuesta de matrimonio del
joven es modélica. Como acaba con un desmayo profundo que alerta al joven, es
avisado el doctor, quien certifica que la joven va a ser madre. A partir de ahí,
de nuevo otra huido en silencio a otra ciudad para emplearse y tratar de salir
adelante, aunque, finalmente, admite que sin ayuda ella no podrá salir adelante.
Es admitida en una institución que ayuda a las jóvenes embarazadas a dar a luz para,
posteriormente, entregar, si lo desean, el hijo en adopción a parejas que no
pueden tener hijos. En su primera aparición como protagonista en la pantalla,
Sally Forrest crea un personaje ingenuo, emotivo y apasionado que vive sus
experiencias con una intensidad que conecta directamente con la fibra sensible
de los espectadores. Poco a poco vamos entrando en ella y compartiendo esos
vaivenes que van del dramatismo extremo a la esperanza y a la desesperación,
sin abstenernos de un leve roce con la locura que consigue estremecernos. Aún
no lo he dicho, pero la película se estructura como un larguísimo flash back
que viaja desde el momento en que ella es detenida por, aparentemente, intentar
secuestrar a un bebé que llora en un carrito que hay sin custodia en la calle,
porque la madre sale enseguida de una tienda donde hace un recado, hasta el
presente en que el juez ha de decidir si queda libre sin cargos o ha de ser
juzgada por intento de secuestro. La capacidad de Lupino para expresar a través
de la joven actriz el complejo mundo de reacciones que supone una maternidad no
deseada, pero maternidad al fin y al cabo, es un auténtico descubrimiento y la
sitúa muy alto en la nómina de directores que abordan problemáticas sociales
punzantes, como EliaKazan, MartinRitt, Robert Rossen, Nicholas Ray, Samuel Fuller, Billy Wilder y tantos otros. El privilegio del espectador
es la inmediata comunión que percibe entre la mirada que describe la peripecia
de la protagonista y la experiencia que esta vive, lo cual refuerza el mensaje
de un modo espectacular.
Si la maternidad
no deseada es una situación complicada para la mujer, ser víctima de una violación
se lleva ya la palma de las desgracias. Es lo que le ocurre a la protagonista
de Ultraje, una situación muy sobrecargada dramáticamente con la que es difícil
lidiar, si no imposible, cuando una se siente el centro de una atención morbosa
que le hace la vida imposible. Del mismo modo que en Not Wanted la
protagonista se va de casa, también en Ultraje la protagonista hace lo
mismo, impulsada por la necesidad de «desaparecer» de un entorno que ella vive
como una hostilidad constante. De hecho, ni siquiera la inminente boda con su
novio es capa de retenerla. Se mete en el Greyhound y se aleja hasta que, con
un esguince de tobillo, cae rendida en un talud de la carretera donde será
rescatada por un apuesto hombre que, posteriormente, sabremos que es un sacerdote
que ejerce de líder comunitario y cuya ambigüedad respecto de la protagonista
alimenta un posible enamoramiento sobre cuyo alcance nada me es permitido
decir. Lo importante de la película es la vivencia interior de la protagonista
tras haber sufrido una violación e intentar recuperar la vida normal, algo que
le parece imposible, porque tiene la sensación de ser objeto de la compasión y
la morbosidad de cuantos la rodean, de ahí que no lo dude a la hora de buscarse
la vida en otra ciudad donde no la conozca nadie ni la asocie a tan terrible
recuerdo. Que se vuelve una mujer desconfiada y huidiza es un hecho justificable,
y de ahí la dificultad del líder religioso para ir venciendo esa desconfianza
de la mujer, de quien lo ignora todo. En aquellos años, pocas películas tan
valientes como esta de Ida Lupino para abordar un tema sobre el que el silencio
de Hollywood era absoluto, paradójicamente, porque para la vida de los estudios
y de las estrellas esa situación hasta podría considerarse frecuente. Los abusos
sexuales y el mundo del cine tienen una historia paralela que llega hasta
nuestros días, como demostró con creces el caso Weinstein, entre otros. El cambio de escenario, de la mediana ciudad
a una comunidad rural, sirve también para marcar unas diferencias en el trato y
en la bondad de las gentes que, sin buscar una reedición del contencioso clásico
campo-ciudad, son una muestra inequívoca del saludable efecto sobre las
personas de la proximidad de la naturaleza. Nos puede parecer exagerado el
temor de la protagonista, pero visto su conflicto desde los ojos de otra mujer,
la película gana en intensidad y en capacidad de empatía. Haber sufrido una
violación pone en juego resortes íntimos de una naturaleza que exigen compartir
el mismo sexo para calibrarlos en su exacta medida, y de ahí la finura psicológica
con que se nos retrata a la protagonista, incapaz de abrirse y de ceder a la
espontaneidad de la confianza en los demás. De hecho, ese trauma que opera en
ella desde el momento en que se produce la consumación del delito condiciona el
devenir de su aventura lejos de su ciudad y explica suficientemente los hechos
que se producen en el desenlace y que la sentarán a ella en el banquillo de los
acusados, pero ese tramo me impone un silencio que guardo gustosamente, al
tiempo que invito a los espectadores a descubrir, si no lo han hecho ya, a una
de las directoras que fueron precursoras desde una maestría indiscutible.
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