La primera obra que alcanzó las 1000 representaciones seguidas
en Broadway y que Ford convirtió en una comedia, muy de su mundo, con ribetes
melodramáticos…
Título original: Lightnin'
Año: 1925
Duración: 104 min.
País: Estados Unidos
Dirección: John Ford
Guion: Frank Bacon, Frances Marion, Winchell Smith
Música: (Película muda)
Fotografía: Joseph H. August (B&W)
Reparto: Jay Hunt, Wallace MacDonald, Richard Travers,
J. Farrell MacDonald, Otis Harlan, Edythe Chapman, Madge Bellamy, Ethel
Clayton, Brandon Hurst, James A. Marcus.
¡Pero
de dónde habrán sacado en FilmAffinity que esta película se tituló en español Don
Pancho! Me he negado tajantemente a encabezar esta crítica con semejante título,
del que abominaré siempre. Relámpago, sería, en todo caso, la traducción
adecuada para definir un personaje que, por antítesis, en vez de dinámico es
totalmente estático y, además, borrachín, un personaje que junto con su amigo
de afición espirituosa prefiguran los muy dramáticos de la tristísima Tobacco
Road, una de las películas más desoladoras que me ha sido dado ver jamás.
No
hace mucho escribí en este Ojo la
crítica de una película, Malos tiempos en El Royale, de Drew Goddard, en
la que aparecía un hotel dividido por la frontera entre California y Nevada.
Era el trasunto de un hotel que existió en la realidad, construido en 1926 y
que fue bautizado como Calneva (De California y Nevada), establecimiento que
acabó siendo regentado por Sinatra y su Rat Pack, y donde Marilyn atentó
contra su vida una semana antes de suicidarse con éxito. ¿Salió esa aventura hostelera
del éxito de la comedia de idéntico título que esta película y que triunfó en
Broadway y luego fue llevada al cine por John Ford en 1925?
El
caso es que esta película gira en torno
a un hotel, llamada Calivada (de California y Nevada, igualmente) al que iban
personas que se querían divorciar rápidamente y tenían que acreditar una
estancia de seis meses en Nevada para poder hacerlo, aunque, frente a las
amistades, podían «acreditar» que residían en California y evitar, así,
especulaciones gratuitas y/o difamatorias, como sucede con una actriz que llega
al hotel con esa intención y que deslumbra al juez de la localidad que habrá de
juzgar sobre su divorcio. La obra teatral tuvo un éxito espectacular, y fue
adaptada al cine por Ford, pero también por Henry King, en 1930, con Will Rogers,
que también trabajó para Ford, por cierto. De ahí mi curiosidad por que, justo
un año después, se hiciera realidad el hotel de la ficción, que forma parte de
la historia de las celebridades en Usamérica y que inspiró la película Malos
tiempos en el Royale.
La historia
es bien sencilla, y Ford se entretiene en contarla con una morosidad que contribuye
a un perfecto retrato de los personajes, los cuales se ven inmersos en una trama
de estafa en la que unos supuestos inversores quieren comprarle el hotel a la
propietaria, quien, con el consentimiento de su hija adoptiva, está dispuesta a
venderlo, para disfrutar de una bien ganada jubilación, después de haber
trabajado duramente en él toda su vida, sin contar, prácticamente, con la ayuda
del borrachín de su marido, quien siempre, eso sí, la ha querido y, salvo dejar
la bebida, ha hecho lo que ella ha querido. Un joven abogado que corteja a la
hija adoptiva está al tanto de la falta de fondos de los inversores y de su
intención de comprar el hotel para revenderlo a la compañía del ferrocarril,
porque, por esa frontera entre dos estados que es el hotel ha de tenderse, en
el futuro, una línea férrea. ¿Qué lo detiene todo? Que la propietaria del hotel
no lo puede vender si su marido no firma el contrato de compraventa. Y por aquí
nos vamos acercando al conflicto, porque, ante su actitud, ella decide pedirle
el divorcio, instigada por los compradores, de manera que la mujer se sienta
libre para poder vender, sin depender del marido. A su vez, el joven
pretendiente de la hija es perseguido por un sheriff cuya orden de detención solo
es válida en Nevada, pero no en California, lo cual dará pie, como no es difícil
imaginar, a unas divertidas secuencias de «saltos» de frontera, llenas del sano
humor que Ford despliega, sobre todo, en las aventuras alcohólicas del padre y
un amigo suyo.
El
desenlace tiene lugar en la vista del juicio para decretar o no el divorcio de
los protagonistas. Son muchos los pequeños detalles que tiene la película y que
han contribuido al humor popular con que Ford afronta ciertos personajes
populares, e incluso mascotas incluidas, porque el perro de la casa tiene un
importante papel que jugar en el desenlace de la historia, por ejemplo.
Bien,
ahí queda esa curiosa relación entre el hotel de la ficción que algunos
emprendedores quisieron, sin duda, convertir en realidad, ¡y a fe que lo
consiguieron!.
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