jueves, 18 de junio de 2020

«Lightnin’» de John Ford, una comedia bien curiosa…



La primera obra que alcanzó las 1000 representaciones seguidas en Broadway y que Ford convirtió en una comedia, muy de su mundo, con ribetes melodramáticos…

Título original:  Lightnin'
Año: 1925
Duración: 104 min.
País:  Estados Unidos
Dirección: John Ford
Guion: Frank Bacon, Frances Marion, Winchell Smith
Música: (Película muda)
Fotografía: Joseph H. August (B&W)
Reparto: Jay Hunt, Wallace MacDonald, Richard Travers, J. Farrell MacDonald, Otis Harlan, Edythe Chapman, Madge Bellamy, Ethel Clayton, Brandon Hurst, James A. Marcus.

¡Pero de dónde habrán sacado en FilmAffinity que esta película se tituló en español Don Pancho! Me he negado tajantemente a encabezar esta crítica con semejante título, del que abominaré siempre. Relámpago, sería, en todo caso, la traducción adecuada para definir un personaje que, por antítesis, en vez de dinámico es totalmente estático y, además, borrachín, un personaje que junto con su amigo de afición espirituosa prefiguran los muy dramáticos de la tristísima Tobacco Road, una de las películas más desoladoras que me ha sido dado ver jamás.
No hace mucho  escribí en este Ojo la crítica de una película, Malos tiempos en El Royale, de Drew Goddard, en la que aparecía un hotel dividido por la frontera entre California y Nevada. Era el trasunto de un hotel que existió en la realidad, construido en 1926 y que fue bautizado como Calneva (De California y Nevada), establecimiento que acabó siendo regentado por Sinatra y su Rat Pack, y donde Marilyn atentó contra su vida una semana antes de suicidarse con éxito. ¿Salió esa aventura hostelera del éxito de la comedia de idéntico título que esta película y que triunfó en Broadway y luego fue llevada al cine por John Ford en 1925?
El caso es que esta película  gira en torno a un hotel, llamada Calivada (de California y Nevada, igualmente) al que iban personas que se querían divorciar rápidamente y tenían que acreditar una estancia de seis meses en Nevada para poder hacerlo, aunque, frente a las amistades, podían «acreditar» que residían en California y evitar, así, especulaciones gratuitas y/o difamatorias, como sucede con una actriz que llega al hotel con esa intención y que deslumbra al juez de la localidad que habrá de juzgar sobre su divorcio. La obra teatral tuvo un éxito espectacular, y fue adaptada al cine por Ford, pero también por Henry King, en 1930, con Will Rogers, que también trabajó para Ford, por cierto. De ahí mi curiosidad por que, justo un año después, se hiciera realidad el hotel de la ficción, que forma parte de la historia de las celebridades en Usamérica y que inspiró la película Malos tiempos en el Royale.
La historia es bien sencilla, y Ford se entretiene en contarla con una morosidad que contribuye a un perfecto retrato de los personajes, los cuales se ven inmersos en una trama de estafa en la que unos supuestos inversores quieren comprarle el hotel a la propietaria, quien, con el consentimiento de su hija adoptiva, está dispuesta a venderlo, para disfrutar de una bien ganada jubilación, después de haber trabajado duramente en él toda su vida, sin contar, prácticamente, con la ayuda del borrachín de su marido, quien siempre, eso sí, la ha querido y, salvo dejar la bebida, ha hecho lo que ella ha querido. Un joven abogado que corteja a la hija adoptiva está al tanto de la falta de fondos de los inversores y de su intención de comprar el hotel para revenderlo a la compañía del ferrocarril, porque, por esa frontera entre dos estados que es el hotel ha de tenderse, en el futuro, una línea férrea. ¿Qué lo detiene todo? Que la propietaria del hotel no lo puede vender si su marido no firma el contrato de compraventa. Y por aquí nos vamos acercando al conflicto, porque, ante su actitud, ella decide pedirle el divorcio, instigada por los compradores, de manera que la mujer se sienta libre para poder vender, sin depender del marido. A su vez, el joven pretendiente de la hija es perseguido por un sheriff cuya orden de detención solo es válida en Nevada, pero no en California, lo cual dará pie, como no es difícil imaginar, a unas divertidas secuencias de «saltos» de frontera, llenas del sano humor que Ford despliega, sobre todo, en las aventuras alcohólicas del padre y un amigo suyo.
El desenlace tiene lugar en la vista del juicio para decretar o no el divorcio de los protagonistas. Son muchos los pequeños detalles que tiene la película y que han contribuido al humor popular con que Ford afronta ciertos personajes populares, e incluso mascotas incluidas, porque el perro de la casa tiene un importante papel que jugar en el desenlace de la historia, por ejemplo.
Bien, ahí queda esa curiosa relación entre el hotel de la ficción que algunos emprendedores quisieron, sin duda, convertir en realidad, ¡y a fe que lo consiguieron!.


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