Los fundamentos de la narrativa
cinematográfica en una historia de estafadores y policías: Mensaje de otro mundo, de Herbert I Leeds, o el entretenimiento garantizado
de la profesionalidad de la serie B.
Título original: Bunco Squad
Año: 1950
Duración: 67 min.
País: Estados Unidos
Director: Herbert I. Leeds
Guion: George Callahan
(Novela: Reginald Taviner)
Música: Paul Sawtell
Fotografía: Henry Freulich (B&W)
Reparto: Robert Sterling, Joan Dixon,
Ricardo Cortez, Douglas
Fowley, Elisabeth Risdon, Marguerite
Churchill, John Kellogg, Bernadene Hayes, Robert Bice,
Vivien Oakland, Dante, Kathleen
Ellis, Jewel Rose, Cecil Weston.
A medio camino entre el cine negro y el cine policíaco,
y con el esquematismo propio de los telefilmes, Mensaje de otro mundo es una película de serie B que nos ofrece un
ejemplo elocuente y admirable de la elegante eficacia narrativa cinematográfica
y de la maestría en la puesta en escena. Que conste que no he descubierto una
obra singular perdida en los estantes de saldos de los videoclubes, pero esta
película me parece un ejemplo cimero de un tipo de cine de entretenimiento con
unos estándares de calidad que garantizan lo primero a partir de los segundos.
La historia es tan sencilla como planos son los retratos de los protagonistas y
tópicas las situaciones, pero los tres ingredientes de la película tienen
suficiente entidad como para asistir a la proyección de la misma con una
complacencia que valora los ecos del gran cine que se aprecian en ella. La historia
gira en torno a la proliferación de estafadores en Los Ángeles que utilizan el
recurso del espiritismo y las correspondientes sesiones con la médium de turno
para seducir a ancianas millonarias con el nítido objetivo de lograr quedarse con
sus fortunas, y de ahí surge el título, Bunco squad, en la que Bunco significa estafador en argot, lo que le confiere, a la película, desde el título, algo así como un descenso real, no ficticio, a las verdaderas tramas del delito. La historia está contada desde el punto de vista de la policía
con una voz en off que se ciñe a los acontecimientos y los describe como si de
un documental divulgador de la benéfica acción policial se tratase. La trama
está perfectamente ligada y ante la maldad sin escrúpulos del jefe de la banda,
un encantador don Juan que ataca su objetivo a través de la secretaria de la
vieja millonaria, sucede todo no de un modo vertiginoso, pero sí indesmayable, ciñéndose
la narración única y exclusivamente al desarrollo del caso concreto que aborda la
película. La dosificación entre exteriores losangelinos e interiores de estudio
muy conseguidos, como la casa del mago retirado que ayuda a la policía a luchar
contra los “impostores” que tanto daño hacen a los profesionales del
ilusionismo, en una lucha que recuerda vagamente la de Houdini contra los
espiritistas, o, personalizándolo, Houdini contra Conan Doyle, si así se
prefiere, le da una animación a la película y un ritmo capaces de seducir a los
espectadores que se sumen al visionado de esta cinta. La persecución en coche por
una de las colinas de Los Ángeles está rodada con notable maestría, y no
desmerece de las que hemos visto en las películas de Hitchcock, por ejemplo.
Los intérpretes, todos ellos desconocidos para el gran público extranjero
-ignoro, allí en Usamérica, qué estatus estelar tendrían- se ajustan a las mil
maravillas a los planos papeles que han de representar, y lo hacen con tanta
eficacia que hasta consiguen haceros creer que la película no merece la
infamante clasificación como película B. La novia del policía, una actriz de
series de televisión, la bellísima Joan Dixon, que alcanzará su cénit interpretativo en La emboscada, de Harold Daniels, jugará un papel en la trama al hacerse pasar por una
médium que intenta, mediante un contacto “singular” con el más allá, a través
del cual consiguen una carta auténtica del hijo de la buena señora, contribuir
a que esta no acabe firmando el testamento en el que hace legatarios de sus
bienes al grupo de delincuentes que ha urdido la trama para desvalijarla. Los
planos inmediatos, en leve contrapicado, consiguen una cercanía casi física de
los espectadores, y la solvencia con que el joven inspector va resolviendo el
caso -y dejando de acudir a importantes citas con su novia- , contribuye a ese
encanto algo ingenuo de una película literalmente “sin complicaciones”, esto
es, que no pretende, más allá de lograr una verosimilitud total de la acción,
descubrir facetas insólitas de la psique humana, complejos artificios delictivos o lacras
sociales tremebundas. Es destacable, por ejemplo, la estupenda escena en la que
uno de los delincuentes va a ver a la nueva médium que pone en peligro su
negocio para amedrentarla y, en la oscuridad absoluta de la sala, con la única fuente de luz de la bola de cristal mágica, el matón recibe una lección gracias a las dos
figuras totalmente vestidas de negro -el mago y un policía- contra las que
lucha como si lo hiciera contra sombras que, más allá de toda comprensión
humana, lo vapuleasen habiendo venido del más allá para defender a la médium,
¡encantadora! Quiero, en conclusión, rendir homenaje a esa escuela de cine que nos
ha legado un cine comercial tan digno
que nos permite entender las altísimas exigencias de una industria en la que se
han filmado auténtica joyas de la cinematografía universal. El mismo Herbert I. Leeds, por ejemplo, cultivó un cine
detectivesco, las aventuras de Michael Shayne, que en todo son equivalentes a
la excelente novela negra, la reina del
quiosco, de la que salieron argumentos excepcionales que alimentaron las más
exigentes películas de Hollywood. Recordemos una serie de películas,
aparentemente menores pero que a mí me encantaron en su momento, las aventuras
de The thin man, protagonizadas por
un exquisito y divertido William Powell y una eficacísima Myrna Loy, que fueron
adaptaciones de obras de Dashiell Hammett, por ejemplo, un ejemplo de comedia
detectivesca llena de glamour y encanto que tuvo un éxito extraordinario en su
momento y que aún hoy se dejan ver con algo más que agrado.
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