Comedia de enredo que se enreda en la testosterona: Sucedió en el tren o “antes enamorada
que mujer”, una comedia al servicio del varón casi indomable.
Título original: Without
Reservations
Año: 1946
Duración: 107 min.
País: Estados Unidos
Director: Mervyn LeRoy
Guion: Andrew Solt (Novela:
Jane Allen, Mae Livingston)
Música: Roy Webb
Fotografía: Milton R. Krasner (B&W)
Reparto: Claudette
Colbert, John Wayne, Anne Triola,
Don DeFore, Phil Brown, Frank
Puglia, Thurston Hall, Dona Drake,
Charles Arnt, Louella Parsons,
Raymond Burr.
Quizás las películas de Mervyn
Le Roy sean mucho más conocidas que él mismo, uno de esos casos en los que el “producto”
eclipsa al productor. Todo el mundo ha visto (o debería haberlo hecho) Quo vadis, y es probable que algunos
menos recuerden que Niebla en el pasado,
una de las películas más emocionantes que haya visto nunca, sobre un caso de
amnesia profunda, también es suya, a pesar de la hierática y esfíngica
interpretación de un Ronald Colman que a duras penas da el papel. Acabo de ver Treinta segundos sobre Tokyo, además de
la presente y he escogido la comedia para echarle mi ojeada crítica porque, a
pesar de tener la primera un guion de Dalton Trumbo, el exceso de patriotismo propagandístico
de la cinta bélica se me ha atragantado, si bien reconozco que la película se
sigue con interés y las escenas de acción son formidables, pero también anda
por el medio Van Johnson, y eso sí que es, francamente, too much for this eyes… En el caso de Sucedió en el tren es el machismo implícito, o la tibia burla del
feminismo, lo que amenaza con arruinar la función, aunque la historia sabe
sortear ese peligro y permite un visionado, si no entregado, ni cómplice, al
menos entretenido. No se trata de una película de gags, aunque algunos
excelentes haya, sino de enredo, un enredo que se mantiene hasta casi el
desenlace, por más que, en el momento en el que el malentendido se deshace se
inicia el lento camino hacia el desenlace. La historia, en resumen, es
sencilla. Una escritora ha triunfado con un libro en el que se destacan los
valores de la mujer fuerte e independiente que triunfa en sana competencia con
el mundo de los varones. La novela va a ser llevada al cine y se piensa en Cary
Grant y en Lana Turner para los papeles principales. Perdido Grant por una
cuestión de contrato, la autora coincide en un viaje en tren con dos aviadores
que van camino de incorporarse a su destino. Uno de ellos es John Wayne, y con
eso ya anticipo, para el buen entendedor, la mayor parte del guion. El otro es
Don Defore, que juega el rol del criado gracioso de las comedias barrocas. La
autora se empeña en que su compañero de viaje se convierta en la estrella que
sustituya a Grant y, a partir de ahí, supeditará su viaje a no perder de vista
a sus dos “alegres compañeros”, quienes incluso llegarán a comentar,
discrepando seriamente de las tesis del libro, la novela de la autora, un libro
que desprecian porque suponen la antítesis del machismo dominante que ellos dos
representan. Y ya tenemos montada la típica guerra de sexos que ha sido filón
inagotable de la imaginación hollywoodiense. Claude Colbert, ocho años mayor
que Wayne en la película, da el papel de mujer intelectualmente potente y
emocionalmente débil que contrasta con la reciedumbre honesta del antagonista
Wayne, a quien desagrada como una traición imperdonable la representación
impostora en la que les han hecho participar, a él y a su compañero. Esa
complicación en la trama servirá para alargar la película desde el desengaño
hasta el desenlace, cuyo sentido supongo que se intuye tan fácilmente como qué
tesis acabará triunfando al final. La película, ya digo, en la medida en que es
una comedia de enredo, tiene un toque alocado, sin llegar a la screwball comedy, que permite una entretenida
sucesión de situaciones, alguna de ellas disparatada, como la visita a la casa
de los mejicanos o graciosas como el enredo con la camarera que aspira a
convertirse en actriz en Hollywood. Un cameo de Cary Grant haciendo de sí
mismo, así como la presencia de Louella Parsons, también interpretándose a sí
misma, otorgan un encanto especial a la ambientación de la historia en el
ambiente del mundo del cine al final de la película. Sí, es cierto que ambos personajes,
al final, se retractan de sus sólidas posiciones machista y feminista, porque
ambos acaban cediendo, pero no conviene cerrar los ojos ante lo que queda por medio:
una voladura controlada en clave de ridículo -así lo indica la escena del club
de lectura (solo mujeres) que va a recibirla de forma entusiasta en el hotel
donde se hospeda- del discurso feminista. Con todo, insisto, la película es una
comedia eficaz que se ve con agrado y en la que se aprecia la eficacia
narrativa del director, lo que no excluye algunos momentos líricos de notable
intensidad al comienzo del romance entre el aviador y la escritora.
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