Dani de la Torre se estrena con un
ejercicio de medida acción, desbordada emoción y espectacular puesta en escena:
El desconocido o de cómo el poder
visual disimula los defectos de guion.
Título original: El desconocido
Año: 2015
Duración: 91 min.
País: España
Director: Dani de la Torre
Guion: Alberto Marini
Música: Manuel Riveiro
Fotografía: Josu Inchaustegui
Reparto: Luis Tosar, Javier
Gutiérrez, Goya Toledo, Elvira Mínguez, Fernando Cayo, Paula del Río, Marco Ruiz,
Luis Zahera, Ricardo de
Barreiro, María Mera, Mateo González, Antonio Mourelos.
Yo venía hoy a este Ojo a
dejar constancia de una de esas películas de “terror” que me gusta ver de vez
en cuando para oxigenarme tras la sofocación stendhaliana de las obras
exquisitas, Refugio macabro, de Roy Ward Baker, pero ayer por la noche se me
cruzó El desconocido, de Dani de la
Torre y, contra mis sólidos hábitos, fui capaz de ver, en tiempo real, con las
insufribles pausas publicitarias estratégicamente colocadas, la película,
anunciada como “El peliculón”. Una hipérbole excesiva, desde el punto de vista
de este cineaficionado, pero he de reconocer que la ópera prima de De la Torre
me ha complacido enormemente, sobre todo porque no son precisamente películas
de este tipo a las que soy más aficionado, si bien no me cuesta reconocer sus
virtudes técnicas y el oficio cinematográfico que requiere mantener la tensión
a lo largo de todo el metraje, un tour de
force que, salvo algunas caídas lógicas de tensión y algunas incoherencias
de guion, consigue un resultado óptimo gracias, sobre todo a una planificación
milimétrica de la aventura, al uso extraordinariamente eficaz de la ciudad de
La Coruña como parte de una estupendísima puesta en escena y, finalmente, por
unas interpretaciones en las que, salvo roles algo forzados, como el de Elvira
Mínguez o el poco afortunado de Javier Gutiérrez, descansa el peso de la
película. En este sentido, los tres protagonistas, el directivo de banca,
Tosar, y sus dos hijos, una hija adolescente y un hijo pequeño, logran dominar
de tal manera la situación que el espectador se traga gustosamente el anzuelo
de la desesperada situación mortal en que se hallan y aprieta, con ellos, el
culo contra el asiento del sofá a lo largo de toda la película. Son recurrentes,
en nuestro país, las críticas a las “imitaciones” del cine usamericano en
producciones como la presente y, más allá de valorar en sí la película, se
valora en qué medida se ajusta o deja de ajustar esos modelos. Que los modelos
existen es innegable, pero de lo que se trata es de si la aclimatación de los
mismos nos ofrece un “simulacro” o una obra interesante y personal, en la
medida en que pueda hablarse de cine “personal” para películas de acción de
este tipo, tan ajustadas a patrones genéricos. La película de De la Torre
cumple con todos los requisitos que exige el género y crea una atmósfera
angustiosa que atrapa al espectador en un crescendo sabiamente dosificado,
aunque, insisto, ciertos aspectos del guion, por muy Ingeniero de Minas que sea
el antagonista, ofrecen serios reparos en punto a la inverosimilitud de algunos
de ellos. Que en este tipo de películas haya ciertas “trampas” narrativas forma
parte del género al que pertenecen, y, efectuado el balance final, lo que
cuenta es si seguimos sin resuello el hilo de la acción o no, y, sobre todo, si
deseamos que el protagonista se salve o no. En este caso, en el de una venganza
por los abusos de la banca en la colocación de “preferentes”, lo cierto es que
las simpatías del espectador se van hacia el malvado, Javier Gutiérrez, un
hombre desesperado por haber perdido a su mujer, que se suicidó tras haber sido
desahuciados, después de perder sus ahorros mediante la estafa que realizó el
protagonista, Tosar, pero el aire físico de Fernando Rey, como malvado de
French Connection, al que remite su caracterizacion, no ayuda a consolidar su
relato, que hace aguas rápidamente. Con todo, la parte más interesante de la
película, desde el punto de vista cinematográfico, no está en la historia en
sí, aunque forme parte de los deleznables abusos políticos y sociales que hemos
sufrido, sino en la aventura de ese coche a través de una ciudad hermosa sobre
cualquier ponderación como La Coruña y en la habilidad de De la Torre para
moverse con un ritmo exacto entre los interiores del coche y los exteriores de
la ciudad. El mantenimiento de la acción a través del diálogo entre el vengador
y el banquero es un acierto, y ahí el uso de los registros coloquiales y la
interpretación oral se llevan la palma de la eficacia. No insisto más en
detalles de la película, porque quien quiera verla, y yo recomiendo hacerlo,
seguro que se llevará una sorpresa tan grata como la que me he llevado yo. Sí
quiero recordar, en todo caso, esa escena hitchcokiana del final, con un plano
cenital que abarca el crucero que acaba de llegar al muelle, el descenso de los
viajeros y la incrustación del coche-bomba entre ellos, con el protagonista y
el antagonista dispuestos a afrontar el desenlace. La luz de la película, una
luz fría y metálica, consigue unos
colores poco saturados que acentúan el acabado de una película a la que espero
seguirán otras muestras del buen hacer de tan experto debutante.
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