El bucle fatal de la vida ideologizada y la ideología
vivida: Le redoutable o el tenaz desvarío
político de un genio del cine: Godard o el ingenuo revolucionario.
Título original: Le redoutable
Año: 2017
Duración: 102 min.
País: Francia
Director: Michel Hazanavicius
Guion: Michel Hazanavicius (Autobiografía: Anne Wiazemsky)
Fotografía: Guillaume Schiffman
Reparto: Louis Garrel, Stacy
Martin, Bérénice Bejo, Grégory Gadebois, Micha Lescot, Louise Legendre, Félix Kysyl,
Arthur Orcier, Marc Fraize, Romain Goupil, Jean-Pierre Mocky, Guido Caprino, Emmanuele Aita, Matteo Martari.
Me niego a utilizar la
traducción española del título de la última película de Hazanavicius, Mal genio, porque no solo la banaliza, sino que, además, la emparenta con aquel Mejor…imposible, de Brooks, con Jack Nicholson, y, finalmente, moraliza con notoria puerilidad, en su doble
lectura, una vida tan poco sujeta a juicios de ese tipo como la de Jean-Luc
Godard. “El formidable” o “El temible”, pues se refiere a un navío de la armada
francesa que participó, por cierto, en la batalla de Trafalgar, como se deduce
de la propia película, en la que se sigue una suerte de crónica radiofónica del
navío que surca los mares haciendo honor a su nombre, y que bien serviría para
resumir lo que fue un decenio de aventura política y cinematográfica del autor,
sería más apropiado. El cine francés lleva una buena racha de pelícu
biográficas, a la que ha de añadirse la presente, que nos han acercado, con muy
buenos resultados cinematográficos, personajes tan singulares como Edith Piaf,
Serge Gainsbourg, Coco Chanel o Yves Saint-Laurent. A ello han contribuido no
solo unos sólidos guiones y unas direcciones que se han apartado del género del
biopic, en busca de una visión más o
menos personal de los biografiados, sino, esencialmente, haber podido contar
con actores y actrices que nos han permitido, por su parecido con los
biografiados, hacernos a la idea de que estábamos viéndolos realmente en la pantalla,
como en el caso extraordinario de la película sobre Gainsbourg, ciertamente.
Louis Garrel, perfectamente caracterizado, se ha metido de lleno en su papel,
por más que, a la hora de interpretar al director, este crítico haya advertido
la excesiva influencia del trabajo de Jean Pierre Leaud y de Woody Allen, a
partes desiguales, los mimbres básicos con los que ha confeccionado su
personaje; como si no hubiera podido acertar con el tono exacto de un recreación
que, también es cierto, se antoja difícil de cifrar en unas maneras que vayan
más allá de las que el autor ha usado. El tono de ligera comedia iconoclasta
también ha contribuido lo suyo a que a muchos espectadores acaso les descoloque
la visión del personaje que se da en la película, ceñida a una crisis de pareja
que se inicia con la participación entusiasta de Godard en la revolución
frustrada del mayo francés del 68. Para no defraudar a los posibles lectores de
esta crítica, me remito a las que hice de las películas que Godard filmó
durante esa época, principalmente La
china y luego Todo va bien,
criticadas conjuntamente aquí,
porque la película de Hazanavicius, basada en dos obras escritas por su mujer y
musa, Anne Wiazemsky, se centra sobre todo en los esfuerzos por propulsar la
carrera internacional de una obra “maoísta” que, sin embargo, no solo fue
rechazada por la embajada China, sino mal aceptada por los supuestos
destinatarios de la misma: la clase trabajadora y los intelectuales con ella
hermanados. No me extraña que Godard “pase” olímpicamente de la película de
Hazanavicius, porque, a mi entender, la dimensión grotesca de unos años
hiperideologizados de la vida de un autor tan inabarcable como Godard, con
tantas películas trascendentales en la Historia del cine, son fácil presa para
la sátira amable, pero no se construye con ellos un análisis del delirio
ideológico que sufrió Godard. He de confesar que cuando vi La china, y lo digo
en la crítica, estaba convencido de que la posición crítica de Godard frente a
lo que narraba pretendía mostrar la debilidad burguesa de unos revolucionarios
de pacotilla que confundían la realidad con la fantasía, encerrados en un piso
de lujo de la familia de la protagonista, Anne Wiazemsky, a quien Godard descubrió en una hermosísima
película de Bresson, Al azar de Baltasar,
cuya crítica puede consultarse aquí,
y no cejó hasta conseguir reemplazar con ella el vacío que le había dejado Anna
Karina. Estamos, pues, ante una historia de amor en la que los miembros de la
pareja se llevan casi 18 años, y uno de ellos, Godard, es un cineasta
consagrado y, como no puede ser de otro modo, permanentemente en crisis. El
retrato del autor no es complaciente con él y lo presenta desde una perspectiva
muy crítica como un ser dominante, autoritario, celoso, egocéntrico y
maleducado, que no son, en principio, cualidades incompatibles con la alta
creación cultural, desde luego. De hecho, lo que se pretende establecer en la
película es la estrecha relación entre la concepción hiperideologizada de
Godard y el escaso fuste de las películas que rodó en esa década convulsa en que
quiso revolucionar el cine y apenas consiguió sino la irrelevancia y hasta el
olvido o el desestimiento de sus antiguos seguidores incondicionales. Con todo,
y desde el punto de vista cinematográfico, es evidente que Godard consigue unos
espectaculares aciertos formales que, a su manera, Hazanavicius emplea él mismo
para el rodaje de la biografía del director suizo, como comprobarán quienes,
después de ver esta película, muy divertida y entretenida, se atrevan a
asomarse a alguna de las que rodó en esa época, como las mencionadas o como la
desconcertante, pero visualmente increíble: Week-end,
de la que hice la crítica a la que lleva el enlace sobre el título. Acabo de
decir, y lo repito. por si se creyera que lo hubiera querido decir un poco
entre dientes, que la película de Hazanavicius es una estupenda comedia con la
que cualquier cinéfilo puede disfrutar bastante, no solo por la honesta aproximación,
en clave irónica, a un icono del cine, sino por el contexto del propio director
y por su propia peripecia biográfica. Hazanavicius busca hacer reír al
espectador y lo consigue, y con recursos muy variados, desde el gag visual al
chiste verbal, pasando por la descripción psicológica del personaje, de su
obsesión revolucionaria y de sus contradicciones pequeñoburguesas. De hecho, el
propio Godard rechazó toda su producción de aquellos años como un auténtico
desvarío, aunque en muchas de las películas de aquella época pueda hallar el
cinéfilo secuencias inolvidables, como el travelín a lo largo de la carretera
en Week-end o el discurso del gerente
de la empresa tomada en Todo va bien. Si Godard salió de su emparejamiento con Anna
Karina tras un intento de suicidio, en esta película comprobamos que usaba ese
recurso tras cada ruptura amorosa, pues lo repitió cuando comenzaba a
deteriorarse su relación con Anne -de Anna a Anne, por cierto…-, aunque
convivió con ella doce años, el doble que con Karina. Posteriormente, y tras un
accidente de motocicleta en el que casi pierde la vida, Godard se unió a la
tercera Anne d su vida, Anne-Marie Miéville, con quien sigue emparejado en la
actualidad y con quien “regresó” al cine, tras su etapa revolucionaria, con
aquella polémica película que fue Yo te
saludo, María. Para los no
adictos al personaje, la película es posible que los aleje de él
definitivamente, aunque harían bien en no dejar de ver alguna de sus grandes
obras: Al final de la escapada, El desprecio o Alphaville. Y para los cinéfilos es muy probable que andemos con
las opiniones muy divididas. Yo no puedo dejar de reconocer que me lo he pasado
estupendamente en la película, sobre todo contemplándola desde nuestro contexto
actual de la Republica catalana imaginaria declarada en un golpe patético
contra el estado democrático español, y con unas escenas escacharrantes del
mayo francés que tan cerca están de nuestro 15 de marzo y del actual Podemos
caótico. No podemos llegar a conclusiones sobre el autor o su poderosa obra
cinematográfica, pero como visión iconoclasta de lo que para algunos es un auténtico
mito vivo, cumple perfectamente su función. Ojalá la película contribuya a la
difusión y revisión de su cine.
No puedo opinar de esta película por razones obvias, pero sí advertir a Juan Pérez que hay una joyita en estos días en cartelera. En cuerpo y alma, pelicula húngara, oso de oro en Berlín y candidata por su pais al óscar. Dentro de unos días viajo a Hungría, así que me ha servido de adelanto enigmático.
ResponderEliminarHe ido a leer algo sobre ella y no pinta mal, desde luego. Tenía previsto ir a ver la de Coixet, que parece un "remake" de otra muy parecida a la suya, de la época del antimacarthismo, pero a lo mejor cambio de opinión. Como no voy solo, tengo que negociar muy duramente qué escogemos...
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