lunes, 2 de septiembre de 2024

«La mesita del comedor», de Caye Casas, de King al cielo del humor macabro…

 

Una joya del humor negro, una comedia como pocas en nuestro panorama fílmico.

 

Título original: La mesita del comedor

Año: 2022

Duración: 88 min.

País: España

Dirección: Caye Casas

Guion; Caye Casas, Cristina Borobia

Reparto: David Pareja; Estefanía de los Santos; Josep Maria Riera; Claudia Riera; Eduardo Antuña; Itziar Castro; Gala Flores; Cristina Dilla; Paco Benjumea; Clàudia Font; Emilio Gavira.

Música: Esther Méndez

Fotografía: Alberto Morago.

 

          Es injusto que parte de la notoriedad de esta película provenga de la «recomendación» del novelista Stephen King, quien, a buen seguro, habrá contribuido a que muchos prestemos atención a una película que, sin ella, quizás nos hubiera pasado desapercibida como una más de un género que tiene sus incondicionales y sus eventuales. A mí me movió la curiosidad de que la película hubiera llegado a conocimiento de King y me dije que le echaría un vistazo para ver si merecía la pena acabar de verla o no. Si estoy aquí, al mando de esta crítica, ya se puede deducir que me quedé enganchado a la pantalla para seguir la terrible mínima acción de una historia cuyos valores van bastante más allá del suceso truculentísimo alrededor del cual gira. Es probable que a muchos ese incidente se les haya indigestado, y no me extraña, porque en cuanto en el horror se ceba en los niños, en este caso en un bebé, a todos se nos abren las carnes. Eso sí, quienes venimos de la afición a los romances truculentos en los que no es algo infrecuente que los niños que delatan los adulterios de las madres les sean servidos a los padres en forma de asado para la cena, tomamos el hecho narrativo como lo que es y nos fijamos en otros aspectos de mucho relieve, porque la decidida voluntad costumbrista de la película, que la inscribe en una tendencia que ha dado verdaderas joyas en nuestro cine español, nos regala una película llena de detalles, en la puesta en escena, impagables, así como con unas interpretaciones naturalistas que bordean la perfección.

          Muy buenas películas hay que se construyen sobre una anécdota mínima. En este caso, la compra de una mesita de comedor que es capricho del padre de familia, a pesar de que el vendedor reconoce al final que es un pegote considerable, pero que, con todo, es un mueble que «les cambiará la vida». El matrimonio no se lleva especialmente bien, pero tampoco están a matar. Las maneras secas y despegadas del trato nos meten de lleno en un universo de zafiedad y mal gusto  que se va a ir extendiendo a cuanto los rodea: cuadros, muebles, objetos de decoración, menú de la cena a la que han invitado al hermano de él y su mujer. Que el niño se llame Cayetano, dicho con especial orgullo por la madre, que mantiene la línea paternal del nombre, algo muy frecuente en ciertas familias, como el propio director, ha de incluirse en esa suerte de juego humorístico macabro en el que el director parece ajustar cuentas consigo mismo, quien suspende el «tano» en su nombre artístico. El hombre, mientras su mujer va al súper para comprar para la cena, deja al marido con el niño, mientras este está montando la mesita del comedor, a la que, por cierto, le falta un tornillo que estabiliza el cristal «irrompible» que la cubre. No adelanto el cómo, pero, tras los insufribles llantos del niño, que no ceden a pesar de los arrullos paternos, sucede lo que sucede, y ya se  me entiende: el cristal de la mesa ha saltado hecho pedazos y el hombre está absolutamente ensangrentado, mientras que la criatura…

          Antes del suceso, hemos tenido la oportunidad de asistir a un diálogo entre la vecinita del piso superior, que bebe los vientos por el padre de Cayetano, y a quien intenta hacer chantaje emocional, y, en el súper, otro entre la madre de Cayetano y una vecina recién separada de su marido, un dúo extraordinario entre Estefanía de los Santos e Itziar Castro, rebosante de mediocridad popular y expresividad emocional bastardeada por los media. No se esconde en ningún momento el retrato de cierta sensibilidad popular que parece un homenaje directo a lo cutre, y que entronca con el cine de otros directores recientes como Álex de la Iglesia, el propio Almodóvar y, algo más lejos, con el de José Luis Cuerda, en cuya secuela de Amanece que no es poco también actúa Estefanía de los Santos: Tiempo después.

          La acción dramática, como suele suceder en estos casos, va a ir adquiriendo un ritmo creciente que nos llevará a un desenlace explosivo en el que no falta detalle ni escabroso ni popular, y que constituye una suerte de liberación de la tensión en que hemos vivido durante toda la película, porque mantener la «normalidad» de una reunión familiar con el cadáver del hijo dos puertas más allá no es precisamente fácil de conseguir, máxime si el hermano y la cuñada van a darles la noticia de su embarazo…

          El seguimiento de todo cuanto acontece tras el terrible «suceso» apenas sale del interior del piso, pero la realización en modo alguno permite que sintamos el constreñimiento del espacio como una merma de aire narrativo; antes al contrario, nos vamos sintiendo cada vez más cómodos en esos espacios pobremente iluminados en los que los personajes van a experimentar lo insoportable, lo insufrible, lo indecible…

          Si algo ha de agradecérsele a Caye Casas es que no abandone el tono de comedia negrísima e irreverente en ningún momento, que siempre encuentre el plano adecuado, sea de la puesta en escena, sea por la intervención de la vecina o por la de su perro, para que no nos perdamos en unas emociones cuyo dramatismo, por otro lado, está perfectamente expresado por los personajes, aunque sea a través del silencio y en el desencajamiento de los rostros, todo un acierto de realización. El epílogo, además, refuerza esta línea interpretativa mía, me parece.

          Aviso a los timoratos y a quienes, como algún amigo mío, se desmayan por la contemplación de la sangre, para que pasen de verla; animo, sin embargo, a los amantes del humor macabro a que pasen un rato excelente con un guion inteligente y unas interpretaciones de mucha altura, no infrecuentes entre nuestros actores y actrices, eso también es verdad. Mi más rendida admiración hacia el trabajo de Estefanía de los Santos, un prodigio de recreación de una mentalidad y unas maneras expresivas que imagino muy lejanas de las suyas propias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario