miércoles, 31 de mayo de 2017

Un musical deslumbrante: “Carrusel napolitano”, de Ettore Giannini.


Adaptada del teatro al cine, Carrusel napolitano, la última de las tres películas de Ettore Giannini, es un musical tocado por la gracia: escenografía, interpretación, música, guión…


Título original: Carosello napoletano (Neapolitan Carousel)
Año: 1954
Duración: 129 min.
País: Italia
Director: Ettore Giannini
Guion: Remigio Del Grosso, Ettore Giannini, Giuseppe Marotta
Música: Raffaele Gervasio
Fotografía: Piero Portalupi
Reparto: Sophia Loren,  Maria Fiore,  Paolo Stoppa,  Tina Pica,  Maria Pia Casilio, Vittorio Caprioli,  Beniamino Gigli,  Leonide Massine.


Sí, es inevitable pensar en La carroza de oro, de Renoir -rodada en Roma, curiosamente, en Cinecittà, y Lola Montes, de Ophüls, a la hora de buscar referentes que permitan explicar en que ámbito de referencia esético hemos de situar este Carrusel napolitano con el que he pasado dos excelentes veladas. Con todo, la película bebe de la fuente inagotable del musical tradicional usamericano rodado en decorados, y ello se aprecia, sobre todo, en algunos números cuyas coreografías recuerdan notablemente esa escuela magistral. Estamos ante una película muy pero que muy cara, como se aprecia por los magníficos decorados, el vestuario y la profusión de actores, principales y secundarios, además de los ballets pertinentes, etc. Y lo que he de decir cuanto antes es que la película saca el mejor partido de esa inversión que pretende a través del hilo conductor de un músico ambulante que recorre la ciudad de Nápoles, ir contando no solo la vida y el ambiente de las calles de la popular ciudad italiana a través del rico folclore musical allí surgido, sino, al tiempo, buena parte de la historia de Italia desde las invasiones de los piratas berberiscos hasta después de la Primera Guerra Mundial. Todo, a través de ese hilo, se centra en poner en escena las letras de las bellísimas canciones que conmoverán a quienes, como a mí me ocurre,  se sientan “tocados” por la excelencia de la auténtica música de raíz popular. Es tan rica la película, desde la perspectiva del reflejo teatralizado de la vida popular napolitana, que este Carrusel lo es efectivamente de una cámara en movimiento que no deja de recorrer permanentemente unos decorados hechos con un encanto y una magia a los que es difícil resistirse. Exige una gran capacidad de captación, esta película, porque está tan llena de detalles la escena que corre uno el riesgo de perder incluso algo fundamental de lo que ocurre en ella. No se trata, como podría entenderse superficialmente, de una complacencia absoluta en una Nápoles idealizada, puesto que el hilo conductor de la película es un músico que no halla vivienda donde meterse con su familia numerosa, y ello desde el principio de la película hasta el final, salvo una época en que un vigilante nocturno les deja dormir en su casa de noche para tomarles el relevo durante el día. En la historia dominan, como no podía ser de otro modo, las canciones amorosas y toda la obra podría considerarse como una suerte de antología de los usos amorosos napolitanos en el amplio abanico temporal que abarca la película, y por ella desfilan las obras clásicas de dicho folclore, como Catarí, O sole mio, Funiculí, Funiculá , Maria Mari , Reginella, Io, mammeta e tu, y tantas otras que van componiendo un álbum sentimental de la vida napolitana e italiana que tantos compartimos desde el amor a la canción popular. Pudiera creerse que la superficialidad o el servicio a los parámetros musicales y escenográficos de la película habrían de dominar la actuación de los protagonistas, pero desde el mismísimo Paolo Stoppa, un prodigio de versatilidad y de espontaneidad, hasta una Sofía Loren que ha de sacrificar el amor de su vida a una carrera de éxito en el teatro de variedades, no son pocas las escenificaciones que consiguen momentos de intensidad dramática muy notable, como la del enfrentamiento entre los tres rivales que pretenden ofrecer una serenata a quien los tres pretenden; del mismo modo que la faceta ligera de las relaciones amorosas tienen cumplidos números en los que la sonrisa preside la contemplación de esos hechizos mágicos que pretenden garantizar la adoración exclusiva del enamorado m con divertida pelea de las rivales incluida. La película consigue un ritmo que no desfallece a lo largo del extenso metraje, y se van alternando las épocas y los números costumbristas y amorosos con una cadencia que nunca deja de sorprender al espectador.  Nápoles es, en realidad, la protagonista principal de la película y a su servicio se orquestan todos los números musicales, porque ellos son la ofrenda de quienes la habitan, servidores suyos y reflejo de ella,  una ciudad aparentemente caótica como bien se describe en la película, pero con una vitalidad y un saber vivir que se manifiesta en cada uno de los detalles que la trama mínima de la obra refleja con insólita fidelidad, tratándose de un musical, y tan estilizado como este Carrusel napolitano, una maravilla de puesta en escena que tanto deslumbra como apasiona, porque en ningún momento perdemos de vista la dimensión teatral no solo de la escena, sino de la representación en su conjunto, como las cortinillas teatrales que la cierran lo confirman. No hay una indagación metateatral como en La carroza de oro, porque este Carrusel no esconde su sencillo propósito de homenaje a la ciudad, pero en la parte de la feroz competencia entre el teatro de la Comedia del Arte y los titiriteros puede advertirse un conato de la misma.  Ni que decir tengo que los aficionados al género musical van a descubrir uno lleno de encanto y con un estilo de canción, la napolitana, para rechazar el cual se ha de estar muy próximo a la insensibilidad musical, si no a la sordera profunda. Llama la atención, por otro lado, que una filmografía en la que el musical puede considerarse una rareza absoluta (como fiel aficionado al género, yo hubiera sido incapaz de citar ni un solo musical italiano), haya sido capaz de producir una película como esta. Claro que su director, Ettore Giannini, es, también, otra rareza en el panorama cinematográfico italiano, con tres películas para las que ni siquiera hay entrada en esa enciclopedia magnífica que es FilmAffinity. De esta, que fue premiada en Cannes con el Premio Internacional, aunque estaba nominada también para la Palma de Oro. 

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