viernes, 29 de mayo de 2020

«7 de diciembre» y «Undercover», de John Ford, el patriota tras la cámara en tiempos difíciles.



El John Ford documentalista, inédito para muchos de sus buenos aficionados, a quienes sorprenderá la perfección formal del cine de propaganda en tiempos bélicos.

Título original: December 7th
Año: 1943
Duración: 82 min.
País: Estados Unidos
Dirección: John Ford, Gregg Toland
Guion: Budd Schulberg
Música: Alfred Newman
Fotografía: Gregg Toland (B&W)
Reparto: Documentary, Walter Huston, Harry Davenport, Dana Andrews, Paul Hurst.

Título original: Undercover
Año: 1944
Duración: 61 min.
País: Estados Unidos
Dirección: John Ford
Fotografía: (B&W)
Reparto: Documentary, John Ford, Pierre Watkin, Martin Garralaga, Osa Massen, Peter Lorre.

         Estamos, queda claro, ante una dimensión propagandística del cine en un conflicto bélico de la trascendencia del de la Segunda Guerra Mundial, un desafío total a los principios básicos de las libertades democráticas. Ese es el contexto en el que John Ford pone al servicio de su país lo mejor con lo que puede contribuir: su genio cinematográfico. Por la primera, además, 7 de diciembre, recibió un Oscar al mejor documental.
Escoger la figura del Tío Sam como personaje que nos narra la peculiaridad de las islas Hawái, en una primera parte que preludia el infierno de la segunda, el ataque aéreo japonés, en un diálogo con un periodista que trata de hacerle ver otra realidad diferente respecto del origen japonés de muchos de sus habitantes es de una originalidad más que notable. Dos actores de tanto mérito como el padre de John Huston, Walter y el espléndido secundario Harry Davenport nos sirven de hilo conductor para hacer un repaso de la historia de las islas y el lugar central que la inmigración japonesa acabó teniendo en ellas. Desde este punto de vista, el documental cumple una labor informativa de alto nivel y en modo alguno deja indiferentes a cuantos, a través de la las imágenes vamos viendo lo arraigado que está en la comunidad japonesa el sentimiento de pertenencia a su país, en guerra, no lo olvidemos con el país de sus ancestros.
Las islas son tan afortunadas como nuestras Canarias, y se descubren en toda su belleza apabullante en películas como la reciente Los descendientes, de Alexander Payne o la desconocida, pero muy atractiva, El señor de Hawái, de Guy Green. En el blanco y negro magnífico del documental, con verdaderas joyas paisajísticas en los encuadres de Ford, hemos de destacar la presencia de uno de los grandes directores de fotografía de la Historia del cine: Gregg Toland. La excepcional pareja de artistas es capaz de hacernos ver Hawái de un modo que resulta muy difícil no admirar tantísima belleza natural, aunque sea en blanco y negro.
Una vez recontada la historia de los japoneses en Hawái, como minoría mayoritaria, casi unas 150.000 personas, se ha de recordar que, a diferencia de otros lugares del Continente, donde fueron internados en campos de concentración, no padecieron el mismo destino en Hawái, donde todos los norteamericanos de origen japonés se pusieron incondicionalmente del lado de su país y contra el de sus ancestros, sobre todo después del sorprendente ataque que mermó, temporalmente, eso sí, la capacidad de respuesta de Usamérica por mar y por aire.
La recreación del bombardeo es magnífica, la propia de una película bélica como las dirigidas por el propio Ford. Pueden los «puristas» ponerle pegas a la reconstrucción con maquetas de los estragos que produjo en la «Navy» un ataque perfectamente sincronizado y ejecutado con absoluta pericia por los aviadores japoneses. Recordemos que un año después de este documental, Mervyn LeRoy dirigió Treinta segundos sobre Tokyo, que es algo así como la respuesta usamericana al bombardeo de Pearl Harbour. Las escenas bélicas de Ford no es que coincidan en muchos aspectos con el único documental «en directo» rodado  por Al Brick en la base militar el día del ataque, después de la incursión de la aviación japonesa, sino que fue directamente utilizado por él, mezclándolo con el resto del metraje rodado por él. En el documental de Brick no solo se muestran los daños sufridos, sino que, como ocurre en el documental de Ford, se narra el esfuerzo de reparación de todos los daños causados para volverlos a poner «operativos» y seguir luchando contra el enemigo.
El documental acaba con  un recuerdo a los militares muertos, en cuyo nombre se entrevista a uno de ellos, interpretado nada menos que por Dana Andrews, entonces estrella emergente y gran divo de la pantalla pocos años después. El desfile de banderas de los países que sumaron sus fuerzas a las usamericanas concluye la narración. Recordemos, no obstante, el muy diferente valor que tiene para los usamericanos su bandera, a la hora de juzgar el «cierre» de la película.
Undercover es un documental algo diferente, porque tiene más estructura de película que el anterior. Trata sobre la formación, sobre el adiestramiento de los agentes secretos o «tapaderas», como refiere el título, que se instalan en otros países para transmitir información al gobierno de cuanto pueda ser de interés para este, sobre todo en tiempos de conflicto, enfrentamiento e incluso guerra. John Ford tiene un papel en la película, como seleccionador de dichos espías, pero el grueso del rodaje se centra en cómo se ha de comportar un «undercover» para no levantar ningún tipo de sospechas respecto de su interés en ciertos asuntos que podría resultar sospechoso para los ciudadanos del lugar donde viva destinado. Con actores en su mayor parte secundarios que no siquiera son acreditados en el documental, actores como el español que triunfo en Hollywood, Martín Garralaga, la danesa Osa Massen que tuvo algún papel secundario destacado, como en Un rostro de mujer, de George Cukor, y la aparición «de campanillas» de Peter Lorre, un cameo, como el del propio Ford, que elevan a curiosidad que se ha de ver un documental tan raro como el presente.
No solo se repasan los protocolos de seguridad que ha de seguir el «tapado», sino que, viéndolo actuar sobre el terreno, se comentan las opciones de que dispone y se corrigen las erróneas, porque cualquier mínimo error, sea en el relato de a qué se dedica, de dónde viene, cuáles son sus circunstancias personales, etc., puede tener funestas consecuencias para él mismo y para su misión.
No olvidemos que detrás de la cámara está un genio y que incluso productos tan alejados de lo que podríamos considerar un proyecto «personal» tienen una distinción casi innata en los enfoques, en el uso de la luz, en el ritmo narrativo. En definitiva, lo más parecido a «un Ford», siendo, como son, «Fords de encargo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario