domingo, 10 de mayo de 2020

«Ocho mujeres y un crimen», de Leigh Jason, o la evasión con «glamour»…


La sofisticación de la comedia en tiempos de post-crack bursátil pavoroso: una screwball comedy tan contenida como entretenida: Just for fun! 
Título original: The Mad Miss Manton
Año: 1938
Duración: 80 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Leigh Jason
Guion: Philip G. Epstein
Música: Roy Webb
Fotografía: Nicholas Musuraca (B&W)
Reparto: Barbara Stanwyck, Henry Fonda, Sam Levene, Frances Mercer, Stanley Ridges, Whitney Bourne, Vickie Lester, Ann Evers, Hattie McDaniel, Penny Singleton.

El cine de la década de los 30 no puede entenderse sin el crack del 29, que determina diferentes movimientos cinematográficos, desde la denuncia  hasta la comedia policiaca de evasión  y, por supuesto, el cine de «distracción» por antonomasia: el musical: Melodías de Boradway, de Roy Del Ruth y W.S. Van Dyke, La calle 42,  deLloyd Bacon,  Sombrero de copa, de Mark Sandrich o El mago de Oz, de Victor Fleming  y un largo etcétera glorioso. Nace también, con La ley del hampa, de Sternberg, el cine de gánsters y comienza su largo reinado en las pantallas el cine negro.
El subgénero de las comedias policiacas tiene su máxima expresión en la adaptación a la pantalla de una novela de Raymond Chandler, The thin man, con idéntico título, traducido al castellano como La cena de los acusados, de W.S. Van Dyke. El éxito promovió la realización de cuatro películas más del exitoso tándem William Powell y Myrna Loy, secundados muy eficazmente por la perrita Asta, rodadas a lo largo de una década. Se trata de películas de ambiente upper class, llenas de espacios lujosos, vestidos glamurosos, pieles, vestidos de noche, tocadores de ensueño, etc., es decir, la vida de lujo con la que a los espectadores solo les estaba permitido soñar. Un musical dirigido por Herbert Ross, Pennies from Heaven, en 1981, nada que ver con la original Pennies from heaven, de Norman Z. McLeod, del 36, de la que solo toma el título, lleva a cabo una crítica feroz del mundo de ensueño con que se quería «distraer» a los sufridos damnificados del crack del 29, y logra, de paso, añadir un excelente musical a la historia de este género, con números tan brillantes como el archiespectacular de Christopher Walken: Let’s misbehave
A toda esa ola de distracción ejemplar de los usamericanos le siguieron obras tan duras como Las uvas de la ira o, la más dura aún, La ruta del tabaco, ambas del maestro de maestros John Ford.
Pero centrémonos en Ocho mujeres y un crimen, una película «de actores», en el bien entendido de que el «gancho» de la experimentada Barbara Stanwyck y un joven pero ya muy cuajado Henry Fonda, no en vano era su decimoquinta película y ya contaba entre sus éxitos nada menos que con Jezabel, de William Wyler, eran los reclamos principales de una comedia bienhumorada en la que los secundarios consiguen dar la réplica idónea a la pareja principal, sobre todo el Teniente de policía, Sam Levene, un secundario insustituible.
Todo arranca con el descubrimiento de un cadáver por una joven de la upper class, quien, en compañía de sus siete amigas tienen fundado algo así como un club de investigadoras, dispuestas a meterse en cualquier embolado. Cuando llega la policía y el cadáver se ha evaporado, se nos pone en antecedentes de las «locuras» incívicas de ese club de desocupadas ricas, para desesperación de la policía, aventuras que un reportero ha ridiculizado en un artículo que lleva a la protagonista a ponerle al diario una demanda por un millón de dólares.
La película progresa colmo una screwball comedy, pero, a pesar de la efectividad de la desesperación cómica del Teniente de policía y del doble juego del redactor, siempre dispuesto a que sea la policía la que se juegue el pellejo para resolver el caso del cadáver desaparecido, y por suerte para el espectador, la película no da el salto al disparate de ese género, aunque Henry Fonda acredita la suficiente vis cómica, en la línea de Cary Grant, para haberlo hecho. No lo hace, sin embargo, y eso que gana la película.
Ya se habrá adivinado, porque forma parte del guion establecido, que entre la rica caprichosa y el periodista cívico nace enseguida, casi a primera vista, un flechazo que va a sufrir diversos vaivenes a lo largo de la trama, sobre todo en función del progreso de la acción, que pasa por diversas fases según quién pase a ser el sospechoso de los crímenes cometidos.
El desarrollo del la historia de amor tiene una estupendísima escena cuando, aun manteniendo ella una distancia impertérrita para «castigarlo», le hacen creer que está a punto de morir tras haber sido disparado mientras la acompañaba a ella. Se trata, por obra y gracia del Teniente, que está presente en toda la escena, de convencerla para que revele lo que sabe acerca de uno de los personajes clave para resolver el misterio. La escena, ya digo, perfectamente diseñada, es muy graciosa y está interpretada con la gran solvencia de la pareja protagonista. 
No olvidemos, porque seria injusto hacerlo, la presencia de una actriz de tanto peso como Hattie McDaniel, ganadora de un Oscar por su papel de Mammy en Lo que el viento se llevó. Encasillada en el papel de doncella, aquí tiene un papel de contrapeso realista a los disparates de la protagonista y un buen repertorio de comentarios jocosos que ponen en ridículo a los absurdos hombres blancos y sus estrafalarias maneras de vivir y relacionarse...
Las siete acompañantes de la protagonista forman una especie de coro en el que se dibujan no tanto individualidades como clichés que cumplen un cometido cómico muy logrado, por las reacciones y las réplicas con que salpican la casi vertiginosa acción. En la medida en que se trata de una película policiaca, el director, un eficaz artesano que, después de dirigir 20 largos y bastantes cortos, se orientó hacia la televisión, aplica no pocos recursos del cine negro, sobre todo en las puestas en escena de espacios como las casas en penumbra, una estación del metro en obras, donde las sombras se proyectan amenazadoras, etc. Sabe su oficio y le da esa atmósfera de película de detectives reales, por más que el Teniente sea de «opereta» que consigue una verosimilitud lo bastante potente como para conseguir mantener al espectador pendiente del desenlace. Just for fun!



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