La magia del cine y un refrito pseudodarwiniano:
El renacido (más propiamente El aparecido), de González Iñárritu, acaso un remake de Man in the Wilderness, de Richard C. Sarafian
Título original: The Revenant
Año: 2015
Duración: 156 min.
País: Estados Unidos
Director: Alejandro González Iñárritu
Guión: Mark L. Smith, Alejandro González Iñárritu (Novela: Michael
Punke)
Música: Carsten Nicolai, Ryûichi Sakamoto
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Reparto: Leonardo DiCaprio,
Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Forrest Goodluck, Paul Anderson,
Kristoffer Joner, Joshua Burge, Duane Howard, Melaw Nakehk'o, Fabrice Adde,
Arthur RedCloud, Christopher Rosamond, Robert Moloney, Lukas Haas, Brendan
Fletcher, Tyson Wood, McCaleb Burnett.
No acababa de sentir la “necesidad” de ir a ver El renacido, cuya traducción debería
acercarse más a El regresado o El aparecido, en el sentido en que
vuelve alguien del pasado cuando ya no se le esperaba, aunque, después de lo
que ha de pasar para sobrevivir el protagonista, Glass -paradójicamente
vidrio-, bien ha de hablarse de El
renacido, porque anda durante toda la película más cerca de la muerte que
de la vida, e incluso, en algunos momentos de ella, hasta franquea los umbrales
brevemente y luego regresa, para cumplir la vieja venganza clásica de las
películas del oeste, aunque de esta más debe hablarse de película del norte, teniendo en
cuenta las montañas nevadas donde transcurre la acción. El entusiasmo con que
mi amigo Josep hablaba de la fotografía de las escenas en torno a las fogatas
me animó no poco a darle la oportunidad, más aún cuando mi hija desde el fervor
y mi hijo desde la tibieza, me invitaban también a no perdérmela. Que el
protagonista caiga más del lado de lo sobrenatural que de lo natural lo
atestigua el hecho de que sea capaz de sobrevivir a adversidades biológicas que
hubieran abatido, a la media hora de película, a la totalidad de los
espectadores que la película tenga; que sigamos con el alma en vilo sus peripecias
y nos parezca de lo más normal que sea un hombre con tantos recursos en
circunstancia tan contrarias es un prodigio cinematográfico que debemos
agradecer a su director y al elenco de actores y equipo técnico que decidió
rodar en escenarios naturales, aunque la postproducción haya aligerado algo el
rodaje. Cuesta entrar en detalles si no se quiere arruinar la sorpresa, por más
que a nadie le resultará factible no entrar en la sala sin saber que va a haber
una escena “cumbre” con un oso. Y la magia del cine es esa: aunque se sepa de
antemano su importancia, cualquier ponderación se queda pequeña ante la
impresión que sacude al espectador cuando la plantígrada, porque, estando las crías
tan cerca, por fuerza ha de ser una osa, se abalanza contra el protagonista y
le “da un repaso” espectacular que lo deja al borde de la muerte. La película
tiene poca historia, porque la lucha por la supervivencia y vengarse del cruel
asesino de su hijo mestizo, pues el protagonista convivió con los indios Pawnees, se casó con una india y tuvo un
hijo, al que salvó de un ataque de las tropas francesas, que mataron a su mujer,
la resume por completo. No se busque, pues, historia, sino aténganse los
espectadores a la propuesta que les hace Iñárritu: el hombre que lucha contra
la hostilidad impasible de la naturaleza en todo su esplendor y su dureza. Y
ahí hay, sin duda, un filón de recompensa, porque la fotografía de Emmanuel Lubezki,
con esos planos de las fogatas que tanto recuerdan a los de las velas de John Alcott
en el Barry Lyndon de Kubrick, consigue crear una atmósfera que sumerge de
lleno al espectador en la magia de esa naturaleza virgen por la que se adentra
por primera vez el depredador colono blanco, ajeno, por cierto, a su belleza y
solo sensible al negocio de las pieles. Decía en el título que la película de
Iñárritu le depara al espectador un evidente déjà vu, porque desde Un hombre llamado caballo, hasta Las aventuras de Jeremiah Jhonson,
pasando por Bailando con Lobos, Soldado azul, Los dientes del diablo, Dersu
Uzala o El oso, por mencionar las
primeras que acuden a la memoria, no son pocas las películas con las que El renacido tiene evidente relación. De
hecho, el comienzo de la película me hizo pensar inmediatamente en Gladiator, cuya batalla inicial me
parece antológica, pero, andando la película, la presencia del espíritu de la
mujer e incluso la levitación del mismo sobre el protagonista en una idílica
escena, me confirmaron en la “ascendencia” del film de Ridley Scott sobre el de
Iñárritu. En el aspecto argumental, además, la estructura de western de Gladiator, se acentúa, con mayor motivo,
en El renacido. No necesariamente la
ausencia de originalidad implica la de calidad en la película. De hecho, la cinta
se ve, a pesar de algunos momentos muertos totalmente prescindibles, con
notable interés, y siempre en vilo por asistir a la definitiva supervivencia
del protagonista, de la que no se duda por esa vuelta de tuerca de lo verosímil
que hemos de aceptar para poder seguir la historia, que tiene una base real,
porque se inspira en la aventura cierta de un tal Glass, pero no en las
condiciones tan adversas como con las que ha de lidiar el protagonista.
Entiendo que haya espectadores que salgan decepcionados, pero los recursos
técnicos empleados en la película colaboran de forma tan excepcional a
plantarnos ante una suerte de tranche de
vie naturalista, que ingratos serían quienes no reconocieran la habilidad
del director para mantener imantada su atención. Me sorprende, eso sí, que Di
Caprio haya tenido que recibir el Oscar que lleva mereciendo desde que rodó Diario de un rebelde, quizás, con El lobo de Washington, sus dos mejores
interpretaciones, de juventud y de madurez, respectivamente; que haya tenido
que recibirlo, digo, por esta película en la que su papel no pasa de discreto,
y en el que no habrá tenido muchos problemas para memorizar el guion, desde
luego… Bien concedido está, si de lo que se trataba era de premiar al mejor
actor usamericano desde Marlon Brando, por supuesto; y mejor aún que no hayan
cometido la atrocidad de entregárselo “por toda una carrera”, al que, sin
embargo, se ha hecho acreedor, pero para bastante más adelante, porque sin duda
que aún nos deparará actuaciones tan magistrales como las mencionadas. Así
pues, es muy probable que estemos ante la obra menos personal de Iñárritu, pero
quizás ante una de las más exigentes desde el punto de vista de la realización,
con brillantes secuencias como la de la batalla inicial, el ataque de la osa o
la lucha final cuerpo a cuerpo… Un auténtico espectáculo a la gloria del mejor
cine comercial.
Acabada la crítica, y antes de colgarla, desemboco, deambulando por Film Affinity en Man in the Wilderness, de Richard Serafian, con Richard Harris, basada en la misma historia real de la película de Iñárritu. Me acerco a YouTube y descubro la escena de la osa magníficamente realizada, además de un tráiler que acerca mucho la película de Serafian a la de Iñárritu… Tanto, que hasta es posible que pueda hablarse, de la recién estrenada, como de un remake. Que en la original apareciera como actor John Huston, junto al eficacísimo Richard Harris, contribuye a elevar el listón de su calidad como referencia, desde luego. En fin, sorpresas de la investigación…
Acabada la crítica, y antes de colgarla, desemboco, deambulando por Film Affinity en Man in the Wilderness, de Richard Serafian, con Richard Harris, basada en la misma historia real de la película de Iñárritu. Me acerco a YouTube y descubro la escena de la osa magníficamente realizada, además de un tráiler que acerca mucho la película de Serafian a la de Iñárritu… Tanto, que hasta es posible que pueda hablarse, de la recién estrenada, como de un remake. Que en la original apareciera como actor John Huston, junto al eficacísimo Richard Harris, contribuye a elevar el listón de su calidad como referencia, desde luego. En fin, sorpresas de la investigación…