Alabama Monroe: La
tragedia sin paliativos: there’s no
second chance.
Título original: The Broken Circle Breakdown (Alabama Monroe)
Año: 2012
Duración: 112 min.
País: Bélgica
Director: Felix Van
Groeningen
Guión: Carl Joos, Felix Van Groeningen
Música: Bjorn Eriksson
Reparto: Veerle Baetens, Johan
Heldenbergh, Nell Cattrysse, Geert Van
Rampelberg, Nils De Caster, Robbie Cleiren, Bert Huysentruyt, Jan Bijvoet, Blanka Heirman
Escogida como
película candidata al Óscar a la mejor película extranjera, la película belga, hablada
en flamenco, Alabama Monroe (como ha sido titulada aquí con
innegable don poético, aunque desvele crípticamente el final), reúne valores
suficientes como para llegar a convertirse en una película de éxito, popular,
pero no lleva camino de ello, acaso por el exceso de singularidad y por algunas
equivocaciones de guión que la lastran innecesariamente. Desde la óptica del
espectador catalán la película es toda una lección respecto del lugar que ocupa
la reivindicación secesionista en la vida de los personajes: ninguno. Viven su
flandesismo, digámoslo así, sin atisbo alguno de crispación nacionalista, y
diríase que, por su pertenencia a culturas urbanas bien definidas, son todo lo
contrario del viejo nacionalismo casposo que alimenta un discurso lamentable y
ridículamente épico.
El protagonista es
un músico de estilo country que lleva su admiración hacia los Estados Unidos al
extremo de mitificar la cuna de la música que ama sobre todas las cosas y que
le lleva a casi convertirse en un americano en Flandes tanto por la
indumentaria como por el frecuente uso del inglés; la protagonista es la dueña
de una casa de tatuajes y tendencia espiritual cristiana y orientalizante que,
enamorada a primera vista de su peculiar “cowboy”, se convertirá en la cantante
del grupo, en su esposa y en la desesperada madre de su hija, porque, y aquí
entra el tenebroso aletazo de la tragedia, a la hija le detectan un cáncer a
los seis años, enfermedad de la que morirá, sin que funcionen con ella los
últimos tratamientos con células madre, lo que generará una espiral de
reproches, incomprensiones, malentendidos y choques morales e ideológicos en la pareja que les conducirá a
la separación y al fallido intento de conseguir la imposible segunda
oportunidad del título de esta crítica.
Alabama
Monroe es una película que suma tres historias: una apasionada historia de
amor; la descripción de un progreso profesional y un drama familiar literalmente
insuperable, narradas de forma alterna y sin
continuidad cronológica, lo que le permite al espectador ir reconstruyéndola
para acompañar el desarrollo de la trama hasta el desolado clímax final. Es un
alivio para el espectador que la narración se le presente así, porque se logra
una compensación entre la pasión de los días felices y la desesperación de los
días aciagos que le evitan deslizarse por una pendiente de congoja y dolor aún
mayor de por la que acaba cayendo al final. Se trata de una tragedia en toda
regla, al estilo antiguo, de las que difícilmente dejan enjuto el lagrimal del
espectador, por curtido que se crea, porque el proceso de la enfermedad de la
hija es devastador, propiciado en buena parte por el prodigio de actuación de
la hija, la inconmensurable actriz Nell Cattrysse, por cuya exclusiva actuación
ya merecería ser vista la película, del mismo modo que ocurría con la película
sueca Déjame entrar y la magnética
actriz Lina Leandersson.
La pareja
protagonista, con un dominio del registro dramático que funciona a la
perfección, consiguen llevar al
espectador a una dolorosísima vivencia del drama que se representa ante sus
ojos con una veracidad solo emborronada por la deriva de la denuncia ideológica
de la prohibición de la experimentación con células madres, en una suerte de
mitin sonrojante doblemente repetido: ante su mujer, frente a la prohibición
anunciada por Bush en la televisión –el protagonista solo ve canales de TV.
norteamericanos en su particular inmersión en la cultura del bluegrass– y, una vez roto su
matrimonio, ante la audiencia de uno de sus conciertos, una escena
perfectamente prescindible, por su radical ingenuidad, que es la propia, sin
embargo, del personaje, un corazón sencillo, lo que eleva su dolor a un nivel
de sufrimiento instintivo que nos atenaza porque lo vemos acorralado por una
niebla fría y espesa que ninguna racionalización puede penetrar.
La banda sonora de
la película, con canciones originales de
Björn Eriksson e interpretadas por la pareja protagonista con el
respaldo del grupo que actúa en la película, son canciones creadas ad hoc para la cinta, pero ello no
convierte a Alabama Monroe en una película musical, por
supuesto, aunque la importancia de la música es trascendental en no pocos
momentos de la película, sobre todo en los entierros. La pasión del
protagonista por Bill Monroe, el creador del estilo country bluegrass, al que
sitúa por encima de Elvis Presley, sirve de motivo dinámico para el inicio de
la relación amorosa, pero, desde que el músico norteamericano es mencionado, el
bluegrass se va apoderando de la vida de la pareja hasta convertirse alguna
canción, como If I needed you, en la
razón de ser de la escena, por más que el mitin posterior arruine el clímax que
su interpetación había conseguido.
A pesar de sus
escasísimos momentos de decaimiento, relacionados con la pobremente expresada
posición ideológica y espiritual de ambos personajes, cada uno con sus
flaquezas, Alabama Monroe es un drama sólido, duro,
impactante, porque la tragedia de la desaparición de una hija pequeña tiene
difícil parangón. Podríamos decir
incluso que se trata de un melodrama, si se quiere, atendiendo a la
importantísima presencia de la música, que atrapará a los espectadores que se
dejen empapar por este derroche de vida, pero, en ese caso, tendríamos que
acordarnos de su más eximio cultivador: Douglas Sirk, salvando las distancias,
claro está. Pero todo, en el cine, es un continuo salvar las distancias… para
llegar desde la luz de las imágenes hasta la emoción del espectador, como en
esta película sucede.