Título
original: Gone Girl
Año:
2014
Duración:
149 min.
País:
Estados Unidos
Director: David Fincher
Guión: Gillian Flynn (Libro: Gillian
Flynn)
Música: Trent Reznor, Atticus Ross
Fotografía: Jeff Cronenweth
Reparto: Ben Affleck, Rosamund Pike,
Neil Patrick Harris, Tyler Perry, Kim Dickens, Patrick Fugit, Carrie Coon,
Missi Pyle, Kathleen Rose Perkins, Scoot McNairy, Sela Ward, Emily Ratajkowski,
Lee Norris, Casey Wilson, Lyn Quinn, Lola Kirke, David Clennon, Lola Kirke
Ser uno de los directores más taquilleros de los
últimos tiempos i haber sido el director de películas de absoluto impacto, como
Seven, The Game, El club de la lucha,
Zodiac o El curioso caso de Benjamin Button, no impide, por lo que he visto,
sufrir un patinazo de la magnitud de esta película de sobremesa, que es la
categoría donde me ha parecido oportuno incluirla. Todo en ella, desde el
dibujo de los personajes hasta la puesta en escena, pasando por los efectos sorpresa
y alguna que otra truculencia, “marca de la casa”, convierten Perdida en una
película con muy pocos alicientes. Si además la pareja protagonista es tan sosa
como la formada por Ben Affleck y Rosamund Pike, dos actores que parecen
poseedores de todos los récords Guinness de inexpresividad y ausencia de
verosimilitud, la cosa se complica demasiado para el espectador que entra al
cine por el reclamo de un director que no suele defraudar, aunque películas
suyas emblemáticas, como Zodiac
(2007), fueron incomprendidas en su momento.
Diría
que Perdida es la típica película de
cine de verano, del tipo de las que no
irías a ver a una sala de estrenos, pero que en la televisión, un viernes de
cansancio, no te importa tragártela e incluso apreciar los posibles valores
que, de estreno, por el aburrimiento o la incomodidad, pueden pasársete
completamente desapercibidos. La película cumple todos los requisitos para
agradar a una audiencia muy poco exigente a la que un planteamiento atrevido,
pero truculento, intenta implicar con las dosis exactas de intriga, de
thriller, de lucha sicológica y de trama judicial y jurídica. Son infinitas las
películas que, desgraciadamente, tan rápidamente como se ven –aunque a esta le
pese mucho el excesivo metraje…– se archivan en la zona más oscura del olvido
absoluto, lo que mucho me temo que será el destino de esta película.
La corrección de las imágenes, el uso inteligente de
las elipsis -¡qué menos!– y la posibilidad constante de haber podido elaborar
un discurso sobre el atrayente tema del fracaso matrimonial y de la
perturbación psicológica profunda planean por los ojos desencantados de un
espectador –yo- que espera algo más que la banalidad, los tópicos y lo
previsible durante toda la proyección, pero que no acaba nunca de llegar. Es
cierto que hay un retrato de un barrio relativamente acomodado en el que la
noticia de la desaparición de la esposa de un vecino se vive tal y como se
describe en la película, y como sabemos por los telediarios y otras películas
que se vive realmente; ahora bien, si comparamos Perdida con Adiós, pequeña,
adiós (Gone girl i Gone baby gone en l’original anglès),
dirigida por Ben Affleck –una carrera que no ha de descuidar, y sí la de actor
inexpresivo– hay un buen montón de diferencias, siempre a favor del film de
Affleck que sería el novato, en comparación con la sólida carrera de Fincher; y
no es la menor de ellas el hecho de que la película de Affleck esté basada en
una novela del mismo autor, Dennis Lehane, escogido por Cint Eastwood para rodar
la magnífica Mystic river (2003).
Ahora que lo acabo de escribir, se me ocurre que bien pudiera haber sido esta
similitud entre los títulos y una parte de la historia, la desaparición de un
ser querido, lo que convenció a Fincher para contar con Affleck para su
película. Los resultados no han podido ser peores. Hace unos días, sin embargo,
he visto Argo (2012) donde también
brilla Affleck como director y cumple de sobra como protagonista, quizás porque
llevaba una barba muy poblada y cerrada que solo le dejaba los ojos al
descubierto, y poco más; en cualquier caso, no me pareció tan horroroso actor
como en Perdida o aquel bodrio
insufrible –exceptuadas las escenas aeronáuticas– que fue Pearl Harbour (2001). Si pongo tanto énfasis en cómo perjudica a la
película la presencia de Afleck ello es debido a que prácticamente no hay plano
donde no salga, lo cual le permite repetir ad
nauseam su repertorio de inexpresividades mediante las que quiere transmitir
estados complejos del alma sin conseguirlo. En fin, no insisto: telefilm y
pasar el rato. Ustedes deciden.