Drama psicológico y drama social: L’enfant d’en haut o el margen indefenso de la sociedad del
bienestar.
Título original: L'enfant d'en haut (Sister)
Año: 2012
Duración: 97 min.
País: Suiza
Dirección: Ursula Meier
Guion: Ursula Meier
Música: John Parish
Fotografía: Agnès Godard
Reparto: Kacey Mottet
Klein, Léa Seydoux, Martin Compston, Gillian Anderson, Jean-François Stévenin.
Reconozco que no me
asustan las tragedias en el cine y que una buena dosis de congoja le reconecta
a uno con lo que de más humano tiene. Ahora bien, esta película de Ursula Meier
es un punto y aparte, la verdad. Empieza con una relato desconcertante, el de
un niño que sube a las pistas de esquiar, a cuyo pie vive en un apartamento
cochambroso con su hermana, para robar todo tipo de productos de nieve: esquíes,
gafas, guantes, cascos, etc. que luego revende para sacar con qué comer,
aunque, ya puesto, también roba comida de las mochilas de los esquiadores para alimentar
a su hermana, quien ya trabaja, ya está en el paro, y quien tiene relaciones
con hombres diversos que no siempre la tratan bien, a juzgar por los moratones.
Nada se nos dice de las circunstancias familiares de esos dos seres perdidos en
esa estación de esquí, y lo único que sabemos es que no se llevan precisamente
bien, a pesar de que el niño hace todo lo posible por que su hermana no sufra
privaciones e incluso le compra unos vaqueros nuevos con el importe de unos
esquíes vendidos. Aunque el apartamento es también almacén de sus robos, el
chiquillo tiene una guarida allí arriba, en los bajos de un restaurante lleno
de trabajadores extranjeros que “hacen” la temporada de la nieve, hasta que se
acaba y se van con los bártulos a otra parte. A través de la relación con uno
de los pinches, a quien le coloca material robado para que éste se saque, a su
vez, unos dineros extra, la película va alternando la “jornada laboral” del
chiquillo con la relación fraternal, siempre llena de tensiones nunca explicitadas,
la naturaleza de las cuales me está prohibido ni siquiera insinuar. Si se mira
desde el punto de vista del emprendimiento, aunque sea delictivo, el chiquillo
es un prodigio de ingenio e iniciativa, aunque alguna vez lo pesquen en plena
faena y reciba un buen escarmiento que él mira frente al espejo como las
heridas de guerra de que se ufanan los soldados o los toreros. La soledad
afectiva del niño, la distancia glacial de la hermana, las degradadas
condiciones de su vida en común y el inexplicable absentismo escolar del
muchacho nos plantean una situación difícil de aceptar a primera lectura, pero,
insisto, estamos hablando de dos seres que viven en los márgenes de la sociedad
del bienestar, aunque el protagonista se pasee a diario por las pistas en
compañía de los afortunados que se permiten esas salidas a la nieve. El paisaje
invernal que al final de la película, acabada ya la temporada, se deshace, cambiando
la montaña de aspecto sin la nieve, constituye un espacio en cierto modo
romántico en el que el protagonista vive su aventura individual sin ninguna
queja, sin ningún reproche, sin petición ninguna de explicaciones, y con plena
confianza en sus propios recursos para salir adelante, por más que, en buena
lógica, cueste creer a qué puede dedicarse entre temporada y temporada de
nieve. Sí, la hermana trabaja, pero constantemente insinúa al hermano que ha de
buscarse la vida por su cuenta y dejarla vivir su vida, porque lleva los
amantes a la casa de ambos, ¡qué detalle el de la criatura partiendo el filtro
de dos cigarrillos para ponérselos como tapones de los oídos! Se trata, en
definitiva de una película con secreto incluido y me está vedado revelarlo. La
dirección de Ursula Meier, con exquisita delicadeza, subraya la necesidad de
contacto físico, con la hermana, de sentirse querido por ella, aunque esa
tristísima situación de indiferencia por parte de ella no le afecta, o no
parece afectarle hasta que… Tupido velo. El título original, en francés, es el
que más sentido tiene. Las interpretaciones de
ambos, la de Léa Seydoux -fantástica en La
vida de Adele, de Abdellatif Kechiche- y la de Kacey Mottet Klein son
perfectas, un duelo de tú a tú en el que es difícil escoger ganador o ganadora.
Darle la vida que le dan a esa relación tan tortuosa y llena de episodios que
van de la humillación a la piedad no era fácil, pero, una vez entrados en la
película, sobre todo a partir de la aparición de ese giro argumental, la
película crece y crece y sigue creciendo hasta un final propiamente deslumbrante,
aunque a esas alturas nos pilla con el corazón hecho añicos…
P.S. Como tengo la bendita suerte de tener una memoria compartida, durante el desayuno, mi Conjunta ha sacado a relucir, cuando le he dicho que ya había colgado esta crítica, la película de los hermanos Dardenne, El niño de la bicicleta, que vimos hace unos días en la televisión y que, en cierto modo, tiene muchos puntos de contacto con la presente, aunque la dureza de esta no es la esperanza sólida de la de aquella, sin duda. En la información sobre la directora había leído que estaba influida por los Dardenne, pero ni siquiera recordaba que era de ellos El niño de la bicicleta. En cualquier caso, quede aquí señalada esa relación indudable.
P.S. Como tengo la bendita suerte de tener una memoria compartida, durante el desayuno, mi Conjunta ha sacado a relucir, cuando le he dicho que ya había colgado esta crítica, la película de los hermanos Dardenne, El niño de la bicicleta, que vimos hace unos días en la televisión y que, en cierto modo, tiene muchos puntos de contacto con la presente, aunque la dureza de esta no es la esperanza sólida de la de aquella, sin duda. En la información sobre la directora había leído que estaba influida por los Dardenne, pero ni siquiera recordaba que era de ellos El niño de la bicicleta. En cualquier caso, quede aquí señalada esa relación indudable.