Recreación de
la vida y obra de un dúo tocado por la magia musical: Gilbert y Sullivan: la
revelación de El Mikado.
Título original: Topsy-Turvy
Año: 1999
Duración: 160 min.
País: Reino Unido
Dirección: Mike Leigh
Guion: Mike Leigh
Fotografía: Dick Pope
Reparto: Jim Broadbent; Allan Corduner; Timothy Spall; Lesley Manville; Shirley
Henderson; Katrin Cartlidge; Dexter Fletcher; Sukie Smith; Roger Heathcote; Wendy
Nottingham; Stefan Bednarczyk; Francis Lee; William Neenan; Adam Searle; Martin
Savage; Geoffrey Hutchings; Ron Cook; Gary Yershon; Eleanor David; Kevin McKidd;
; Sam Kelly; Nicholas Woodeson; Togo Igawa; Naoko Mori; Alison Steadman; Jonathan
Aris; Andy Serkis; Brid Brennan; Matt Bardock; Mark Benton; Monica Dolan; Steve
Speirs; Ashley Jensen; Rosie Cavaliero; Nicholas Boulton; John Warnaby; Vincent
Franklin.
No fui a verla cuando la
adaptó al catalán Dagoll Dagom y fue un
éxito aquí en CAT, pero tampoco me arrepiento, la verdad, tras haber asistido a
la deriva etnodelirante y supremacista de su director. Ahora, gracias a Filmin,
me llega una película de Mike Leigh, autor de las celebérrimas Secretos y
mentiras, El secreto de Vera Drake o Mr. Turner, entre otras,
que, bajo capa de una biografía sucinta de sus autores nos ofrece un retrato de
los entresijos de la vida teatral musical en Inglaterra en el siglo XIX,
tomando el Savoy, donde se representaron las catorce operetas que creó el dúo,
como ejemplo. La acción se centra en el momento en que comienza a flojear su
exitosa unión como creadores de la gran opereta inglesa del XIX por las
desavenencias entre los miembros de la exitosa pareja. A Sullivan los
argumentos de Gilbert, ese absurdo mundo al revés, que es lo que significa el
título Topsy-Turvy, algo así como upside down, han dejado de
motivarlo, al tiempo que siente la llamada de la vocación para escribir música «seria»
e iniciar una aventura en solitario. También, al parecer, molestan a Sullivan
las pullas a la burguesía de Gilbert, mientras que él, por su parte, busca
mecenas para sus obras serias.
La película ahonda en el retrato de
dos personalidades casi opuestas, pero, en la medida en que los cantantes del
teatro y sus cuitas son objeto de atención preferente por parte de Leigh, bien
podemos hablar de una película coral en la que el mundo del teatro asume el
principal protagonismo. La vida integral del funcionamiento del Savoy, retratada
hasta en los más pequeños detalles y por todos los espacios del mismo con un
ritmo y una delicadeza extraordinarios, puede considerarse uno de los grandes atractivos
de la película. Luego están los números musicales propiamente dichos, que son espectaculares,
sobre todos para quienes gusten de un género musical menor como la «opereta»
cómica, que ha tenido en Offenbach (La bella Helena), Johann Strauss (El
murciélago)y Franz Léhar (La viuda alegre) sus máximos exponentes,
junto con Gilbert & Sullivan, por supuesto. Curioso me ha parecido, en el
reparto, la aparición de Timothy Spall como cantante, y muy destacado su número,
suponiendo, como así parece, que sea él mismo quien cante. A cargo de Sullivan
y Gilbert hay un actor de muy reconocido prestigio, Jim Broadbent y otro a
quien no creo yo que se le haya reconocido la extraordinaria actuación que
lleva a cabo en esta película: Allan Corduner, que le roba el papel a todo el
reparto desde el inicio, cuando, casi a punto de expirar, enfermo, se levanta a
duras penas y es ayudado a vestirse y llevado casi en volandas al teatro para
instalarse en la silla desde donde va a dirigir, con graciosos gestos y muecas
a los músicos de la breve orquesta que interpreta su música.
De Gilbert, obsesionado por sus historias, se nos ofrece una
visión patética, al menos de su matrimonio, en el que su esposa padece por la total
ausencia de erotismo en su relación, y de ahí la brillante escena en que él,
puesto en entredicho por Sullivan, por lo repetitivo de sus tramas, le pide a
su esposa una sugerencia a la que agarrarse para crear una trama que restituya
su crédito ante Sullivan. La mujer, entonces, con tacto e inteligencia, le describe
el nacimiento de la pasión entre dos enamorados como la mayor novedad del mundo,
trama que vive, en su narración, con tal intensidad que el desengaño, cuando se
percata de que a su marido no le llega el «mensaje», la deja bastante más que
chafada.
La inspiración le llega, sin embargo,
a partir de una exposición sobre China en la que queda gratamente sorprendido
por el colorido de su vestuario, por su música, por su teatro, por las
marionetas, por los maquillajes y las máscaras, amén de la artesanía y de un
modo de comportarse y caminar muy alejados de los estándares ingleses en los
que se mueve. Se está gestando lo que, en vez del divorcio definitivo de Gilber
&Sullivan se convertirá en uno de los más grandes éxitos de la pareja: El Mikado,
representado ininterrumpidamente durante 672 sesiones…
De Sullivan, un bon vivant y
libertino, se nos ofrece, en contraste con el rigorismo moral de Gilbert y su
frigidez erótica, una divertida imagen afecta al trato con prostitutas y al
consumo de drogas, a pesar de su seria merma física que lo tiene siempre al
borde de caer en la parálisis. De hecho, murió joven, a los 58 años. Sus
intentos de crear «otra música», al margen de la que le daba fama y dinero, lo
cumplió sobradamente, y bien puede hablarse de él como de un prolífico autor al
que convendría escuchar con detenimiento. En La señora Miniver, de
William Wyler, el himno final que se canta, Onward, Christian soldiers lleva
la firma musical de Arthur Sullivan, y fue hecho suyo por el Ejército de Salvación.
La película, insisto, rodada con un
despliegue de producción generoso, tanto en la puesta en escena como en el
vestuario y el maquillaje, creo que será del agrado de los amantes de ese cine
británico que recrea el pasado como en ninguna otra filmografía se hace y que,
además, presta su atención a una vida, la teatral, que, hasta la aparición del
cine, fue el espectáculo por excelencia del público popular. En estas operetas
ha de verse el origen de los musicales que han acabado adueñándose de la escena
de muchos años a esta parte y cuya plasmación cinematográfica han creado un
género que, de tanto en tanto, se renueva con una devoción al pasado digna de encomio.