Una historia conmovedora de rivalidades familiares y malentendidos: un guion medido para una realización clásica y unas interpretaciones extraordinarias: o aplaudir en el salón, a solas.
Título original: Enchantment
Año: 1948
Duración: 100 min.
País: Reino Unido
Dirección: Irving Reis
Guion: John Patrick. Novela: Rumer
Godden
Música: Hugo Friedhofer
Fotografía: Gregg Toland
Reparto: David Niven; Teresa Wright; Evelyn Keyes; Farley Granger; Jayne
Meadows; Leo G. Carroll; Philip Friend; Shepperd Strudwick; Henry Stephenson; Colin
Keith-Johnston; Gigi Perreau; Peter Miles; Sherlee Collier; Warwick Gregson; Marjorie
Rhodes; Edmund Breon; Gerald Oliver Smith; Melville Cooper; Dennis McCarthy; Steve
Pendleton; Matthew Boulton; Robin Hughes;William Johnstone.
De Irving Reis hay ya dos
críticas en este Ojo, Crack-Up, y Todos eran sus hijos, la
primera adaptación cinematográfica de una obra de Arthur Miller. Eso me exime
de la presentación del autor, de corto pero muy interesante historial, aunque
tendré que seguir revisando sus títulos, por si hay alguna obra tan meritoria
como la presente. La carátula que ilustra la película en Filmin tira para
atrás, todo ha de decirse, y, en el brete de escoger película, siempre acababa postergado
este melodrama que, una vez visto, me parece nada más ni nada menos que una de
las obras cumbre del género, y no me retracto. Para entendernos, después de
haber vivido las emociones que depara la historia, se trata de una de esas películas
en las que uno siente la necesidad, como indico en el título, de aplaudir con fuerza,
con entusiasmo, no tanto porque haya un «final feliz», sino por la alegría interior
que te depara haber visto una película tan bien contada, realizada e interpretada
que te ha llevado a vivir muy intensamente la vida de los protagonistas.
La historia de una joven acogida en
una casa en la que ya hay tres hermanos y las distintas relaciones que mantiene
con ellos, de amor con el segundo hijo, Rollo (Roland), de fraternidad con el
menor y de insufrible rivalidad con la hija mayor Selina, quien ve en la hermana
adoptada una intrusa, parásita y una amenaza, si se casa con Rollo, de
convertirse en la «señora de la casa» desplazándola a ella… se mezcla con otra historia de amor, la de la sobrina nieta
del anciano Rollo, Grizel, y un piloto canadiense que se recupera de heridas de
guerra en el Londres donde la joven usamericana conduce ambulancias en la
Segunda Guerra Mundial.
Ambas historias se van contando mediante
la alternancia del presente y los flashbacks dobles, la madurez de los cuatro
hermanos y algunos momentos de su infancia. El encadenado de los diferentes
tiempos se hace con una exquisita realización a través de pequeños detalles que
nos transportan de unas épocas a otras. El amor de Rollo y Lark (su hermana
adoptada) se convierte en un drama por la decidida y malvada intervención de
Selina, quien obra contra ambos para evitar perder su primacía en la casa
familiar. Los enfrentamientos entre Selina y Lark son absolutamente
antológicos, del mismo modo que la naturaleza de la amenaza de Rollo a su
hermana (“Si la pierdo, jamás volveré a dirigirte la palabra”) hiela la sangre
de la protagonista y del espectador, por la determinación con que es proferida,
sin una palabra más alta que otra. Estamos, pues, en el centro desolador del
más auténtico melodrama, el que implica incluso el devenir de ciertas
relaciones que, como las familiares, parecen protegidas del albur de las
circunstancias o de las maldades, pero jamás exentas, claro está. La relación
amorosa de la sobrina nieta de Rollo con el piloto canadiense está ligada a la
historia principal por el hecho de que el piloto resulta ser sobrino de Lark,
lo que redondea la historia al poder ofrecer una visión de su presente antes de
fallecer sin que los dos jóvenes amantes hubieran podido volver a reunirse,
porque mientras Rollo anda en las tareas propias de su condición de militar en
la Primera Guerra Mundial, Lark recibe las atenciones de un enamorado que
persigue seducirla, aunque ella es honesta y le dice que no está enamorada de
él, que hay un grado abismal entre el aprecio y el amor. Él no se rinde, por
supuesto, y, finalmente, los malentendidos y la maldad de Selina acabarán arrojándola
en sus brazos. Piénsese que Lark no ignora cuál es su «posición en la casa»,
tan insegura, tan precaria, tan frágil, teniendo una hermana mayor que la
considera una parásita e intrusa, como dije antes. Si los tejemanejes de Selina
lograran que Rollo se apartara de ella, ¿cuál sería su futuro en una casa donde
Selina «gobernara»?
No se ha de ser necesariamente un
admirador de Teresa Wright para disfrutar de su interpretación, porque lo
cierto es que borda su personaje, pero en ello no destaca del resto del
reparto, con la excepción matizada de Farley Granger, como piloto canadiense,
porque tanto David Niven, excepcional en sus dos encarnaciones, de joven y de
viejo, con una caracterización superlativa, como Jayne Meadows como Selina, una «malvada»
de manual, le dan la réplica perfecta y todos juntos consiguen transmitirles a
los espectadores una sensación de verdad tan intensa que vivimos los
acontecimientos con una intensidad que se agradece mucho en estos tiempos de
imposturas, hipocresías y banalizaciones. Es lo propio del melodrama: la
exaltación del sentimiento. Y la película alcanza cotas muy notables. Incluso
la «réplica» de los viejos amores en el presente de la sobrina nieta,
perfectamente escenificada por Evelyn Keyes [la hermana menor de Scarlett O'Hara en Lo que el viento se llevó], brilla a gran altura y permite una
estructura narrativa alterna cuya variedad anima el desarrollo de la historia
principal.
Conviene, a título informativo,
destacar que la autora de la novela en que se basa la película es Margaret
Rummer Godden, una prolífica narradora británica muy afortunada en las
adaptaciones cinematográficas, porque Jean Renoir, adaptó al cine El río,
una auténtica maravilla del séptimo arte, ya comentada en este Ojo. Lo
traigo a colación porque se nota esa mano femenina en la construcción de los
personajes femeninos principales y un conocimiento profundo de la psicología
femenina, lo que repercute en el grado de realidad de los mismos. Habrá que
indagar en esa obra que promete excelentes recompensas lectoras.