lunes, 31 de julio de 2023

«Hechizo», de Irving Reis, un vigoroso melodrama canónico.

 

Una historia conmovedora de rivalidades familiares y malentendidos: un guion medido para una realización clásica y unas interpretaciones extraordinarias: o aplaudir en el salón, a solas.

 

Título original: Enchantment

Año: 1948

Duración: 100 min.

País: Reino Unido

Dirección: Irving Reis

Guion: John Patrick. Novela: Rumer Godden

Música: Hugo Friedhofer

Fotografía: Gregg Toland

Reparto: David Niven; Teresa Wright; Evelyn Keyes; Farley Granger; Jayne Meadows; Leo G. Carroll; Philip Friend; Shepperd Strudwick; Henry Stephenson; Colin Keith-Johnston; Gigi Perreau; Peter Miles; Sherlee Collier; Warwick Gregson; Marjorie Rhodes; Edmund Breon; Gerald Oliver Smith; Melville Cooper; Dennis McCarthy; Steve Pendleton; Matthew Boulton; Robin Hughes;William Johnstone.

 

            De Irving Reis hay ya dos críticas en este Ojo, Crack-Up, y Todos eran sus hijos, la primera adaptación cinematográfica de una obra de Arthur Miller. Eso me exime de la presentación del autor, de corto pero muy interesante historial, aunque tendré que seguir revisando sus títulos, por si hay alguna obra tan meritoria como la presente. La carátula que ilustra la película en Filmin tira para atrás, todo ha de decirse, y, en el brete de escoger película, siempre acababa postergado este melodrama que, una vez visto, me parece nada más ni nada menos que una de las obras cumbre del género, y no me retracto. Para entendernos, después de haber vivido las emociones que depara la historia, se trata de una de esas películas en las que uno siente la necesidad, como indico en el título, de aplaudir con fuerza, con entusiasmo, no tanto porque haya un «final feliz», sino por la alegría interior que te depara haber visto una película tan bien contada, realizada e interpretada que te ha llevado a vivir muy intensamente la vida de los protagonistas.

          La historia de una joven acogida en una casa en la que ya hay tres hermanos y las distintas relaciones que mantiene con ellos, de amor con el segundo hijo, Rollo (Roland), de fraternidad con el menor y de insufrible rivalidad con la hija mayor Selina, quien ve en la hermana adoptada una intrusa, parásita y una amenaza, si se casa con Rollo, de convertirse en la «señora de la casa» desplazándola a ella… se mezcla con otra historia de amor, la de la sobrina nieta del anciano Rollo, Grizel, y un piloto canadiense que se recupera de heridas de guerra en el Londres donde la joven usamericana conduce ambulancias en la Segunda Guerra Mundial.

          Ambas historias se van contando mediante la alternancia del presente y los flashbacks dobles, la madurez de los cuatro hermanos y algunos momentos de su infancia. El encadenado de los diferentes tiempos se hace con una exquisita realización a través de pequeños detalles que nos transportan de unas épocas a otras. El amor de Rollo y Lark (su hermana adoptada) se convierte en un drama por la decidida y malvada intervención de Selina, quien obra contra ambos para evitar perder su primacía en la casa familiar. Los enfrentamientos entre Selina y Lark son absolutamente antológicos, del mismo modo que la naturaleza de la amenaza de Rollo a su hermana (“Si la pierdo, jamás volveré a dirigirte la palabra”) hiela la sangre de la protagonista y del espectador, por la determinación con que es proferida, sin una palabra más alta que otra. Estamos, pues, en el centro desolador del más auténtico melodrama, el que implica incluso el devenir de ciertas relaciones que, como las familiares, parecen protegidas del albur de las circunstancias o de las maldades, pero jamás exentas, claro está. La relación amorosa de la sobrina nieta de Rollo con el piloto canadiense está ligada a la historia principal por el hecho de que el piloto resulta ser sobrino de Lark, lo que redondea la historia al poder ofrecer una visión de su presente antes de fallecer sin que los dos jóvenes amantes hubieran podido volver a reunirse, porque mientras Rollo anda en las tareas propias de su condición de militar en la Primera Guerra Mundial, Lark recibe las atenciones de un enamorado que persigue seducirla, aunque ella es honesta y le dice que no está enamorada de él, que hay un grado abismal entre el aprecio y el amor. Él no se rinde, por supuesto, y, finalmente, los malentendidos y la maldad de Selina acabarán arrojándola en sus brazos. Piénsese que Lark no ignora cuál es su «posición en la casa», tan insegura, tan precaria, tan frágil, teniendo una hermana mayor que la considera una parásita e intrusa, como dije antes. Si los tejemanejes de Selina lograran que Rollo se apartara de ella, ¿cuál sería su futuro en una casa donde Selina «gobernara»?

          No se ha de ser necesariamente un admirador de Teresa Wright para disfrutar de su interpretación, porque lo cierto es que borda su personaje, pero en ello no destaca del resto del reparto, con la excepción matizada de Farley Granger, como piloto canadiense, porque tanto David Niven, excepcional en sus dos encarnaciones, de joven y de viejo, con una caracterización superlativa, como Jayne Meadows como Selina, una «malvada» de manual, le dan la réplica perfecta y todos juntos consiguen transmitirles a los espectadores una sensación de verdad tan intensa que vivimos los acontecimientos con una intensidad que se agradece mucho en estos tiempos de imposturas, hipocresías y banalizaciones. Es lo propio del melodrama: la exaltación del sentimiento. Y la película alcanza cotas muy notables. Incluso la «réplica» de los viejos amores en el presente de la sobrina nieta, perfectamente escenificada por Evelyn Keyes [la hermana menor de Scarlett O'Hara en Lo que el viento se llevó], brilla a gran altura y permite una estructura narrativa alterna cuya variedad anima el desarrollo de la historia principal.

          Conviene, a título informativo, destacar que la autora de la novela en que se basa la película es Margaret Rummer Godden, una prolífica narradora británica muy afortunada en las adaptaciones cinematográficas, porque Jean Renoir, adaptó al cine El río, una auténtica maravilla del séptimo arte, ya comentada en este Ojo. Lo traigo a colación porque se nota esa mano femenina en la construcción de los personajes femeninos principales y un conocimiento profundo de la psicología femenina, lo que repercute en el grado de realidad de los mismos. Habrá que indagar en esa obra que promete excelentes recompensas lectoras.

viernes, 21 de julio de 2023

«Una mujer de París», de Charles Chaplin, ópera prima dramática.

 

A la sombra de La dama de las camelias en flor. El primer melodrama de Chaplin.

 

Título original:  A Woman of Paris: A Drama of Fate

Año: 1923

Duración: 84 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Charles Chaplin

Guion: Charles Chaplin

Música: Louis F. Gottschalk, Charles Chaplin (Película muda)

Fotografía: Roland Totheroh, Jack Wilson (B&W)

Reparto: Edna Purviance; Carl Miller; Adolphe Menjou; Lydia Knott; Betty Morrisey; Malvina Polo; Clarence Geldart; Charles K. French.

 

          De qué manera no estará asociado Chaplin al humor, que, al estrenar esta película, la productora recién creada, United Artists, se vio obligada a incluir un rótulo en que recordaba al público que iban a ver un drama y que, aunque con Chaplin como director, no era una película «de reír». Y así fue. Chaplin rueda una película a la mayor gloria de su pareja Edna Purviance, pero el resultado de taquilla fue un desastre, lo que lo obliga a guardar la película en un cajón hasta que muy tarde, es «rescatada» y vuelta a exhibir. La película tuvo buena acogida crítica de otros directores e incluso Adolphe Menju saltó al estrellato desde ella, consolidando, posteriormente, una excelente carrera.

          El melodrama parece seguir punto por punto el esquema operístico de La Traviata. Una joven, severamente custodiada por su padre, se escapa para pasar unas horas con su prometido, con quien planea huir a París en el tren. Vuelve a casa, en plena tormenta y el padre no le abre. En la casa del joven, el suegro se muestra inflexible y quiere a la mujer fuera de la casa, inmediatamente. Van a la estación y el joven regresa a casa para recoger su maleta. En el ínterin, el padre, después de haberle dado algo de dinero a su hijo a través de la madre, cae muerto de un ataque al corazón. Mientras habla por teléfono con su novia, llega el médico y, por esos malentendidos que están en la base de los melodramas, ella entiende que él no está dispuesto a irse con ella y se va sola.

          Un año después, ella es una joven cortesana de éxito, mantenida por el soltero más rico de París, un Adolphe Menju lleno de encanto y saber estar, con un dominio de la escena que deja bien chica a la Purviance. La descripción de la vida alegre de ella y los círculos y locales que frecuentan, da pie a un costumbrismo en el que Chaplin vuelve muy brevemente a sus orígenes y nos «cuela» algunas escenas cómicas excelentes, como  la de la cocina en la que le muestran al gourmet Menju el ave semipodrida que él y el cocinero reconocen como una delicatessen y los trabajadores como una fuente de hedor insufrible. Los retratos sociales destacan por esas pinceladas humorísticas, aunque en la base del relato emerge poderosamente el drama cuando, por otro malentendido, la joven llama a una puerta donde, supuestamente, se está celebrando una orgía, desnudos integrales insinuados…, y se encuentra con su antiguo novio ahora aspirante a pintor, viviendo en París en compañía de su madre, viuda, porque hasta entonces no se entera de que el contratiempo que impedía la huida a París de los amantes fue la muerte súbita del padre.