Biografía de Hilma Af Klimt la primera pintora abstracta, anterior a Kandinsky, y reconocida una vez superado el sesquicentenario de su nacimiento: la búsqueda científico-pictórica del más allá.
Título original: Hilma
Año: 2022
Duración: 120 min.
País: Suecia
Dirección: Lasse Hallström
Guion: Lasse Hallström
Música: Jon Ekstrand
Fotografía: Ragna Jorming
Reparto: Tora Hallström; Lena
Olin; Tom Wlaschiha; Lily Cole; Martin Wallström; Maeve Dermody; Rebecca Calder;
Vaidotas Martinaitis; Adam Lundgren; Jens Hultén; Lukas Loughran; Jazzy De
Lisser; Arman Fanni; Anna Björk; Aiste Dirziute; Karolis Kasperavicius; Gabija
Jaraminaite; Leonardas Pobedonoscevas; Tomas Vengris; Paulius Markevicius; Karolina
Elzbieta Mikolajunaite; Vytautas Kaniusonis; Romuald Lavynovic.
Lasse Hallström
es un director de enorme poder visual pero cuyas historias no siempre son lo interesantes
que debieran de ser para equipararse con ese talento. Si ¿A quién ama Gilbert Grape? o Las
normas de la casa de la sidra cumplen ese requisito, otras como Chocolat
o La pesca de salmón en Yemen ni siquiera parecen suyas. En esta ocasión,
Hallström se ha acercado a la vida de la enigmática pintora Hilma Af Klint,
quien prohibió que se exhibieran sus obras durante 20 años y a quien la amenaza
de quemarlas porque habían de desalojar el almacén donde sus herederos las
guardaban la devolvió a la luz pública por primera vez, porque su obra
abstracta, estrechamente ligada con su vocación y dedicación teosóficas, nunca
había sido expuesto. Hace tan poco como en 2014 se pudieron ver para sorpresa
de todos y confirmación de que su adelanto a la pintura abstracta de Kandinsky
fue no solo un hecho, sino un hito en la historia de la pintura. La película
deja claro que todas esas obras geométricas están al servicio de un propósito
espiritista y que han sido pintadas para decorar el templo en el que se reúne
con sus otras amigas, dedicadas, como ella, al espiritismo, sea a través de la
escritura, sea de la pintura, como Hilma.
Antes de seguir
con el contenido de la película, quiero destacar un maravilloso tratamiento de
la imagen, supongo que vía digital, que me ha dejado maravillado. Los planos de
las calles de Estocolmo, así como los de otros espacios naturales, han sido
tratados pictóricamente, de tal manera que los personajes de la película parecen
superpuestos, como si actuaran teniendo como fondo un antiguo documental en
blanco y negro que ha sido coloreado. El efecto, ya digo, es tan hermoso como
atractivo. Plano hay en el que se coge el tranvía y nos parece un prodigio que
se rompa esa delicada frontera entre la actuación real y la proyección
posterior. Es una lástima que se reserve para momentos tan concretos, porque el
efecto es realmente hipnótico, y cuesta horrores no aceptar que ese fondo
retocado y muy levemente difuminado no sea una proyección rescatada del documentalismo
que solía recoger el pálpito de las calles, como el cine ha hecho desde sus
inicios.
La prematura
muerte de la hermana de la protagonista sumerge a esta en un trauma del que no
va a poder salir, porque, guiadas ambas en sus juegos por el afán científico que
les ha inculcado el padre, medidor de fondos para cartografiar la costa de modo
que las embarcaciones no tengan dificultades para acercarse a la costa, cuando
a Hilma le falta su hermana querrá buscarla a través de las sesiones espiritistas,
del mismo modo que su afición a la pintura reúne tres tendencias que ella
conjuga desproporcionadamente: el dibujo científico de modelos naturales, como
los animales muertos, cuyas entrañas ella y su amiga y amante copian aplicadamente,
a pesar del hedor de los restos; las prácticas paisajísticas y retratistas
propias de su educación académica, y es curioso el detalle de que las mujeres
hubieran de acceder a la Academia de pintura por una puerta trasera, estando
reservada la principal solo para los hombres…; y el dibujo abstracto siguiendo
las enseñanzas de la Teosofía, a la que Hilma se entregó en alma (sobre todo) y
cuerpo, y que la llevó a una dedicación exclusiva, dejando incluso de pintar,
en sus últimos años. Fue seguidora del creador de la antroposofía, Rudolf
Steiner, quien le aconsejó que no mostrara sus obras abstractas en un plazo de
50 años.
La película
simplifica no pocas de las ramificaciones de la vida de una «iluminada» por el
afán de conectar con el más allá. De hecho, buena parte de sus pinturas
abstractas son realizadas bajo una suerte de estado hipnótico y siguiendo la guía
infalible de los espíritus; se trata, pues, de una obra sin un fin estético,
sino espiritual, y de ahí la reticencia de la autora respecto de la exposición
de una obra que sabe que no será ni entendida ni bien acogida. A pesar de todo,
esos cuadros abstractos representan una buena parte de su producción, que fue
extensa y en la que hay representaciones de aquellas tres direcciones que
consignamos anteriormente.
Hilma fue una
mujer poseída por ese afán de conocimiento escatológico, y una personalidad
fuerte que admitía poca influencia externa. La película se centra en buena
parte en su amistad con quien actuaba para con ella de amante y de mecenas,
pero no se desarrolla la historia hasta el extremo de indagar sobre las razones
reales de su distanciamiento. Es cierto que Hilma abandona la pintura unos años
para dedicarse al cuidado de su madre, pero eso es posterior a la ruptura.
La vida
reservada y retraída de Hilma contribuyó a que se la ignorara durante más de
ciento cincuenta años, y aun hoy, en el MOMA, consideran que no es una pintora
con relieve suficiente para exponer en dicho museo, aunque a exposición sueca
de 2014 batió récord de visitas.
La película
muestra una vertiente feminista alejada de la reivindicación política, pero tan
firme y decidida como esta, pero en el terreno del misticismo, los fenómenos paranormales
y el arte, sobre todo el arte. La sociedad de amigas dedicadas al cultivo de la
relación con las manifestaciones del más allá aparece en la película más como
un acto festivo que como una experiencia dolorosa y fronteriza; pero lo cierto
es que, para la protagonista, la presencia constante a su lado de su hermana fallecida
a los 10 años es un motivo recurrente en la película, y, de hecho, entre el
inicio y el final se traza un paralelismo que resume la importancia de esa vida
prematuramente desaparecida en la vida de la pintora.
Respecto de la
recreación de la época, y una vez destacada la maravilla del tratamiento de la
imagen, sobre todo en las calles de Estocolmo, del vestuario y la decoración de
las casas, solo le caben elogios a la película; del mismo modo que lo merecen
los bellísimos exteriores que aparecen o algunas de esas imágenes recurrentes
con sutiles variaciones como cuando la hermana tira de la sonda marina y su
hermana mayor sube agarrada a la cuerda hacia la superficie.
Quizás no sea una película redonda, como la presencia, casi de refilón, de Rudolf Steiner, una personalidad muy propia de la época y de prestigio europeo, da a entender; pero creo que Hallström ha sabido centrarse en los traumas íntimos de la protagonista, desdoblándola entre la joven Hilma y la Hilma madura y hermosa interpretada por Lena Olin en sus postrimerías, y los espectadores seguimos, acompañados siempre por unas imágenes extraordinariamente bellas, la historia de una mujer incomprendida pero firme en sus resoluciones. No es solo una película «de época», sino la vida de una época a través de una protagonista olvidada por la Historia y ahora rescatada.