Imitation Game o la inadaptación social de las mentes privilegiadas.
Título
original: The Imitation Game
Año:
2014
Duración:
114 min.
País: Reino Unido
Director:
Morten Tyldum
Guión: Graham Moore (Libro: Andrew
Hodges)
Música:
Alexandre Desplat
Fotografía:
Óscar Faura
Reparto: Benedict Cumberbatch, Keira
Knightley, Mark Strong, Charles Dance, Matthew Goode, Matthew Beard, Allen
Leech, Tuppence Middleton, Rory Kinnear, Tom Goodman-Hill, Hannah Flynn, Steven
Waddington, Alex Lawther, Jack Bannon, James Northcote, Ancuta Breaban,
Victoria Wicks
Del director de la magnífica Headhunters (2011), Morten Tyldum,
hubiéramos podido esperar una película con algo más de gancho y con un guion,
si no tan trepidante como el de aquella revelación, al menos no tan apagadito
como el de esta biografía (en parte biopic)
parcial de un científico, Alan Turing, cuyos trabajos pioneros en lo que se
llamaron “las máquinas de Turing” han permitido a la cibernética llegar al
estadio de su desarrollo actual.
El caso del
desciframiento de las claves de Enigma no es la primera vez que llega al cine
El director Michael Apted, un auténtico todo terreno de la dirección, llevó a
las pantallas la película Enigma
(2001), bastante más sosa que esta de Tyldum, y en la que, extrañamente, no es
Alan Turing el matemático que lleva el peso de la investigación para descifrar
el código mediante el cual los alemanes emitían sus mensajes. Parece, pues, que
la criptografía no es disciplina que “dé bien” en las pantallas. Y aún menos
todos los trabajos de investigación que Turing desarrolló en el ámbito de la
computación antes y después del caso Enigma. Suele pasar con frecuencia: hay
disciplinas, como todas las que tienen que ver con el pensamiento abstracto,
que son realmente ingratas a la hora de llevarlas a la pantalla, porque a los
espectadores nos cuesta mucho ponernos, por
ejemplo, en la vivencia íntima del agitado mundo de elucubraciones que
precede al Eureka! Final que lleva a la resolución del problema. Siempre nos
quedamos con una visión demasiada superficial de esos procesos. Por ejemplo,
junto a Turing trabajan cuatro personas, de las cuales nunca sabemos
“exactamente qué demonios hacen y cómo contribuyen al objetivo común. Más
parecen un recurso para rellenar la escena que propiamente un elemento
fundamental de la trama, al menos en la parte del caso enigma que es la que más
se extiende.
Imitation Game se centra, por su clásica de flash-backs, la
historia de una mente prodigiosa poco hábil, como dita el tópico inevitable per
cierto, para las relaciones sociales, Desde esta técnica, la película,
demasiado morosa sin ser por ello más detallista, a mi parecer, nos ofrece la
revisitación del pasado del personaje, sobre todo de su relación adolescente
homosexual con su primer amor, en el marco de la vida escolar; del mismo modo
que, desde el presente desde el que se evoca, se nos narra su vida como adulto.
Hay una novelización de algunos elementos de la trama con la finalidad de
otorgarle un cierto pathos dramático a los acontecimientos, cosa que raramente
consigue.
Lo verdaderamente importante de
la película, con todo, es el presente que Turing ha de sobrellevar con una
dignidad que le honra: ser acusado de mantener relaciones homosexuales, algo
que abiertamente confesó cuando fue interrogado por la policía tras denunciar
el allanamiento de su morada por un ladrón, como si de una reedición del caso
Wilde se tratase, dado el eco público que tuvo el proceso, y que en la película
se obvia. En Inglaterra, la homosexualidad fue considerada delito con penas de
prisión hasta 1967 (en Escocia, hasta 1980). Turing no se esconde y acepta la
terrible condena correspondiente: entre la prisión y l castración química,
escogió, incomprensiblemente, la segunda, con la consiguiente revolución
hormonal que lo desfiguraría –esto, sin embargo, no se muestra en la película,
aunque probablemente la hubiera hecho más interesante-, haciéndole ganar peso,
contemplando el abultamiento de los pechos y otros efectos secundarios bien
conocidos, como la disfunción eréctil, todo lo cual precipitó, en un corto
periodo de tiempo, su suicidio. Aunque Gordon Brown pidió perdón
institucionalmente por el mal infligido al científico, hoy gloria nacional,
Cameron le negó (¡en 2012!) la anulación de su condena porque cuando fue
dictada, la homosexualidad era un delito. En 2013 fue la Reina Isabel quien
promovió dicha exculpación.
Las películas
biográficas dependen mucho, para satisfacer al público, de los actores que
interpretan a los biografiados. En este caso, el peso fundamental de la
película recae sobre el trabajo de Benedict Cumberbatch, quien, por suerte para
ese público, ha salido más que airoso del reto. En todo momento es convincente,
verosímil y capaz de transmitir la complicada y hasta misantrópica personalidad
del científico, cuyo sentido del humor, irónico e incluso sardónico, se
manifestará incluso en el momento de su muerte, por la referencia newtoniana
que hallamos en la manera como escogió suicidarse: mordiendo una manzana en la
que había inyectado cianuro, un elemento desaprovechado en la película, donde
sólo se hace referencia a nivel anecdótico. Igualmente hemos de decir que buena
parte del crédito de la película ha de ir a parar al joven actor Alex Lauther,
por su maravillosa interpretación del Turing adolescente, llena de sensibilidad
y fidelidad. Quizá el momento en el que el director del colegio le comunica la
muerte de su primer amado es probablemente el más emotivo de toda la película.
No es fácil ser un
genio, y menos aún convivir con ellos. Eso es lo que nos narra la película, si
bien hay una falta de ritmo bastante notable, lo cual deviene un lastre a veces
difícil de sobrellevar, y ello a pesar del interés innegable que tiene la
biografía del personaje y las perfectas actuaciones very british school de todo el reparto. Hablar de la excelencia
británica en cuanto a la recreación de épocas es hablar de algo reconocido
universalmente, pero es justo volver a reconocerlo y agradecerlo, sobre todo
cuando en otras cinematografías, como la española, por ejemplo, es una
asignatura pendiente. Y no siempre es cuestión económica, conseguir la
excelencia en este terreno, sino de tener la imaginación y la documentación
necesarias.
A título anecdótico,
porque Alan Turing es un desconocido para la mayoría de nosotros, muchos
podemos reconocer parte de sus investigaciones en el sistema mediante el cual
los ordinares actuales detectan si se trata de una máquina o de una persona
quien quiere dejar un mensaje en un blog o cualquier tipo de aplicación que permita
el intercambio de mensajes; me refiero al conocido test CAPTCHA, una forma
invertida, al parecer, de la prueba de
Turing diseñada para evaluar la posible inteligencia de una máquina.